C a p í t u l o D i e c i s é i s

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Colin Allard.

—¿Cuál es la razón de ocultarlo? ¿tiene algo que ver esa cantidad de terapeutas que has visitado los últimos años? No puedo sacarme la duda de la cabeza, así que cuéntanos, por favor, ¿qué cosa tan horrible te hicieron para traumarte de esa manera?

El gimnasio entero se sumió en un silencio retumbante mientras que las miradas cayeron sobre la chica que estaba de pie a mi lado. El tiempo había parecido ralentizarse. Nadie había hecho nada mientras Cooper se paseaba en el escenario como si fuese el dueño de todo y de todos. El reflector todavía le apuntaba a ella. Entonces las luces se encendieron en totalidad y de repente sucedió muy de prisa, cuando Jiro y Casper tuvieron que ir tras Davy vuelto una furia abriéndose paso a empujones hasta el escenario. Ninguno de ellos pudo detenerlo cuando derribó a Cooper. Y al mismo tiempo, mientras aquello sucedía, el cuerpo de Carlee se desmoronó entre mis brazos.

Estuve tan impresionado que reaccioné hasta ese momento. Dejé de pensar en Davy, en Andrés Cooper, en la multitud que murmuraba y en los maestros que intentaban separarlos cuando sentí su cuerpo sacudirse. Estábamos cerca de una de las entradas laterales, de las que nunca se abrían porque daba hacia una parte abandonada del jardín. No lo pensé, la sujeté como pude y la saqué de ahí.

—No puedo…

—Estamos afuera, Carlee. Todo va a estar bien, todo estará bien.

Estaba haciendo mi esfuerzo por creerlo también; sin embargo, eso no fue posible cuando sentí sus uñas clavarse sobre la licra de mi disfraz. Ahí me tomé el tiempo de mirarla sin la cabeza vuelta un embrollo y noté que ella no estaba respirando, que las sacudidas de su cuerpo eran un intento absurdo de recuperar el aire.

Estaba teniendo un ataque de pánico.

«No, por favor, no». Me entró el desespero, miré a mi alrededor esperando encontrar a alguien que pudiese ayudarme pero no había nadie, allí nunca había nadie. Los ojos se me llenaron de lágrimas y la sostuve con menos fuerza. Estaba solo. Estaba totalmente solo.

—Carlee, escúchame —intenté tranquilizar mi voz y recordar todo lo que alguna vez había leído, todo lo que mi abuelo me había dicho, todo lo que estaba en el maldito internet. Volví a mirar a mi alrededor, tomando aire porque necesitaba calmarme si iba a ayudarle—. Estoy aquí contigo, estamos bien, estamos los dos, no te dejaré sola.

Temblé mientras caí de rodillas en el suelo con ella casi encima, frente a mí. Busqué sus ojos y me permitió encontrarlos. Estaba aterrada, pude notarlo, pero trataba de recuperar el control. Y eso me animó. Reuní toda la valentía que me quedaba mientras le pedía que imitara mis respiraciones, lentas, pausadas. Hablé despacio, como si realmente tuviese el control de la situación. Sujeté sus manos entre las mías y las elevé, manteniéndola concentrada en algo más, en aquel movimiento. Me di cuenta que el disfraz que llevaba debía estarla asfixiando así que lo desgarré de un costado. Ella necesitaba a toda costa poder respirar.

—Vas bien, lo estás superando —susurré sin apartar mis ojos de los suyos—. Entiendo que tengas miedo, pero no estamos en peligro, Car. Concéntrate en tu respiración, solo en eso. Estoy aquí contigo… bien, lo estás haciendo bien.

Hablé con ella sin recibir una respuesta. Le dije cuan orgulloso estaba de cómo lo estaba logrando a la vez que le seguía indicando cómo respirar. No supe cuánto tiempo estuvimos allí, ni lo que estaba sucediendo en el gimnasio cuando al cabo de un rato la música se reanudó. Deseé saber qué le había pasado a Davy pero en cuanto la respiración de Carlee volvió a estabilizarse, me centré en eso y nada más.

—Colin… —balbuceó.

—Está bien, Car. Está bien.

Se desplomó en mi pecho y la abracé, la abracé con todas las ganas que tenía de protegerla, como si pudiese apartarla de todo el daño. Pero sabía que el mundo no funcionaba así y que lo sufría le pertenecía solamente a ella y nadie más.

Un corazón para sanarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora