C a p í t u l o C i n c o

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Colin Allard.

 

[Septiembre 22, 2017]

—¿Cómo sigue?

Alcé la mirada al escuchar a Crys. Estaba de pie en la entrada de mi habitación, con una taza entre las manos y sus bonitos ojos grises entristecidos.

—Todavía no quiere comer —le dije.

Aquella no era la tarde que habíamos planeado. Pensé en el cine, ir allí con mi hermana menor y, a lo mejor, Casper si lograba quitarle el Xbox de encima; ella quería conocer la ciudad porque con la mudanza y la escuela apenas habíamos tenido tiempo para salir de casa. Todo se había ido al carajo cuando Poilue empezó a vomitar lo poco que había comido en el día.

Lo miré, echado al pie de mi cama. Cada vez se enfermaba más. Y cuando parecía que mejoraba, entonces se ponía peor. Su antiguo veterinario me había dicho que quizá debería dormirlo,  pero por dios que la mera idea de perderlo me causaba terror.

—Creo que voy a llevarlo con su doctor —agarré mi teléfono—. Siento mucho que nuestros planes se arruinaran, Crys.

—No tienes que disculparte, Poilue es más importante ahora —se acercó a nosotros, al perro y a mí, y le acarició el pelaje blanco—. Tal vez Casper quiera acompañarte, le dije lo que pasó. No quiero que vayas solo.

Sus ojos no dejaron a mi perro en ningún momento.

—Le preguntaré.

—Está en su habitación, yo me quedo con Poilue.

Acaricié la cabeza de mi perro antes de levantarme e ir a la habitación de Casper, al otro extremo del piso, continua a la terraza. Nuestras habitaciones era lo único en aquella planta, por lo que la de Crystal estaba al costado de la escalera, y la mía frente a ambas. Aquel lugar era un poco más grande y moderno en comparación a nuestra antigua casa tradicional en Francia.

 Toqué la puerta.

 —¿Puedo?

 —Si, adelante.

 Abrí con suavidad todo lo que las cajas apiladas contra la entrada me permitían.

—Cass, llevaré a Poilue al veterinario, no sé si quieras venir conmigo.  

Me adentré de a poco y miré con rapidez su espacioso cuarto. No era el más grande, saqué la ventaja del hermano mayor y me llevé ese privilegio, pero él todavía tenía espacio para envidiar. Aunque las cajas selladas estuvieran amontonadas en la esquina menos favorecedora, el orden me asombró, esa no era su mejor cualidad.

 —Si, te acompaño. Ya casi estoy listo, dame unos minutos.

 Me acerqué al sillón que señaló y cuando desapareció en el cuarto de baño, sentí que el teléfono me vibró en el bolsillo. Era un mensaje, una nota de voz, de Davy. La reproduje.

Antes que nada, voy a decirte que comienza a gustarme mucho este rollo del saludo cortes, es tan mono, por cierto, estoy bien. Y no, no he hablado con Carlee, pero si quieres, en cuanto la contacte le digo que te escriba, solo si quieres, obviamente.

Escribí una respuesta.

 
 Colin.
Estaría bien, si. Te lo agradezco, Davy.

Un corazón para sanarWhere stories live. Discover now