C a p í t u l o D o c e

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[Octubre 18, 2017]

El timbre de la casa me sorprendió con un pan tostado en la boca y la corbata del uniforme a medio atar. Comprobé la hora en el reloj de cuerda diminuto que mi padre había conseguido como obsequio por una compra de cincuenta dólares en el supermercado dos años atrás, lo había puesto en la pared de la cocina y funcionaba sin problemas: 7:15hs.

«Mierda, nunca es puntual y ahora incluso llega antes».

Me puse los zapatos y me colgué la mochila en el hombro.

—Ya me voy —les avisé a mis padres.

Ambos tenían la cabeza metida en sus asuntos: ella en un proyecto de la inmobiliaria, y él en un asesoramiento legal. Ni siquiera notaron que me iba veinte minutos antes. Cuando salí, encontré a Davy sentando en las escaleras de mi porche, con los ojos cerrados, la cabeza recostada en la baranda y los brazos rodeándolo como si no le bastase con su enorme chaqueta. «Es tan lindo», pensé. Luego le di un empujón para despertarlo.

Caminamos calle abajo, alejándonos de la zona residencial en un silencio inusual. Nos acercamos pronto a las ruidosas y transitadas carreteras y fue como si hubiese necesitado del sonido ensordecedor de la mañana para recordar que tenía voz.

—Hemos camino cinco minutos y todavía no me dices nada. No es que quiera meterte presión, para nada, tómate tu tiempo. Pero, si te lo estás preguntando, apenas pude pegar el ojo después de ese mensaje que me dejaste anoche. ¿Cómo era? —se metió las manos en los bolsillos y se balanceó con las puntas de los pies—: «pasa por mi mañana, tenemos que hablar».

Le lancé una miradita que duró segundos.

—¿En serio no dormiste? —murmuré.

—Nada de nada, mira mis ojeras.

—Ya veo, si —el semáforo cambió a rojo y pasamos cuando la hilera de vehículos se detuvo—. Bueno, creo que antes me gustaría oírte prometer que no vas a ponerte fastidioso ni dirás cosas que vayan a incomodarme.

Alzó las cejas.

—Vale, ahora tengo más intriga. Lo prometo.

—Nada más voy a decirlo.

—Adelante.

—Hiciste una promesa, no te olvides.

Una sonrisita le danzó en los labios.

—No lo olvido.

Las manos me sudaban. Una parte de mí esperó a que él se aburriera e insistiera hasta sacarme las palabras; que se detuviera en media calle y me pidiese que hablara pronto o no dejaría a cruzar a esa señora con bastón. Solo que eso no sucedería nunca. Podrían caerse todos los árboles del mundo y él no me pediría más de lo que yo pudiese darle.

Por esa razón había empezado a quererlo y por esa misma razón lo querría siempre.

—Bueno, es que… Colin y yo estamos en algo.

Tan pronto como lo dije, la sonrisa que intentaba disimular se estiró hasta ser un gesto completo, en todo su rostro.

—Mejor dime algo que no sepa.

Un corazón para sanarWhere stories live. Discover now