Los Nervios (24)

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Justin estacionó su auto en la entrada del garaje y apagó el motor. Miró a Victoria, situada en el asiento de acompañante, y ella le sonrió, provocando que su interior se derritiera por una cálida sensación a pesar del frio invierno.

-¿Estás listo para esto? -inquirió la joven.

Él asintió, centrando sus ojos en la casa frente a la cual habían aparcado. Dentro residía la familia de Victoria, quien lo había invitado a cenar con ellos. Él había aceptado la oferta de inmediato, pero no había anticipado los nervios que sentiría al encontrarse en esa situación. Quería agradarles a todos, mas ya contaba con un punto en su contra: su apariencia. No olvidaba la manera en que Max, el hermano de su amiga, lo había mirado cuando lo conoció. No importaba que fuera otra persona, el hecho de ser físicamente idéntico a su hermano bastaba para significarle una carga.

Sintió que Victoria alcanzaba su mano, que aún sostenía el volante, y le daba un leve apretón.

-Todo estará bien. Les he hablado mucho de ti. Jamie estaba muy entusiasmada por conocerte -aseguró.

Justin guardó silencio. Estaba absorto observando el contacto entre sus manos. Se apresuró a entrelazar sus dedos y sonrió. Finalmente, levantó su rostro y sus ojos encontraron los de Vicky. Acercó la mano de la chica a sus labios y besó sus nudillos.

-Por cierto, luces hermosa esta noche -murmuró con voz ronca.

Victoria sintió sus mejillas enrojecer. Carraspeó y observó por la ventana las copas de los árboles que se movían a causa del viento.

-Gracias -susurró.

Ya no podía evitar el cosquilleo en su estómago cada vez que Justin le hacía un cumplido. Si bien al principio esto también despertaba en ella culpa e incomodidad, esas sensaciones negativas iban perdiendo potencia a medida que su amistad avanzaba.

Descendieron del coche y caminaron hacia la entrada del hogar. Antes de que la muchacha siquiera tocara el timbre, la puerta se abrió de forma abrupta y una niña apareció ante ellos. Sus ojos estaban muy abiertos mientras observaban fijamente a Justin.

-¡Hola, dulzura! Debes ser Jamie -saludó él, sonriendo al tiempo que doblaba las rodillas para estar a su altura- Tu hermana me ha hablado mucho de ti.

La pequeña continuó mirándolo con estupefacción hasta que, segundos después, una enorme sonrisa explotó en su cara.

-Vicky también me ha hablado de ti. Dice que eres divertido.

El aludido soltó una breve carcajada.

-Oh, sí. Lo soy.

Otra figura se hizo presente en el umbral. Un joven adolescente se asomó y Justin tuvo que mirarlo dos veces para darse cuenta que era Max. Ya no era el niño que había conocido años atrás, en especial por el gesto adusto que exhibía en su semblante.

-Max, él es Justin -se apresuró a hablar Victoria- Lo recuerdas, ¿verdad?

Su hermano no respondió. Siguió dedicándole a Justin una gélida mirada hasta que alguien más irrumpió en escena, cortando la tensión que empezaba a gestarse.

-Hola, Justin -sonrió la madre de Vicky- Es un placer conocerte al fin. Pasa -invitó.

Los jóvenes ingresaron a la sala y se quitaron los abrigos. Pronto, Justin comenzó a hacer comentarios sobre la decoración de la casa, sabiendo que captaría el interés de la mujer. Conversando sobre las plantas, pasaron a la cocina donde se ofreció a ayudar con la preparación de la comida, mostrando la sonrisa galante que siempre lo había caracterizado.

Repentinamente, la mujer comenzó a reír y miró a su hija.

-Vicky tenía razón. Sabes cómo impresionar a la gente.

La sonrisa del chico se agrandó y centró su mirada en Victoria.

-Así que eso es lo que Tori ha estado diciendo de mí, ¿eh?

Su amiga le sacó la lengua, mofándose.

Pero aquello era cierto. Justin se ganó a toda su familia en cuestión de minutos. Incluso el ceño fruncido de Max fue desapareciendo durante la cena, mientras oía bromas del chico.

No obstante, sus sospechas no cesaron y, luego del postre, cuando Justin y Victoria se preparaban para irse, su hermano la llevó aparte un momento para hablarle a solas.

-Sé que parece un chico cool y todo, pero ¿cómo puedes estar segura con él, Vicky? Después de todo, tienen la misma sangre...

Esas palabras trajeron a la memoria de la chica lo que Jason le había contado de su padre. Ambos Bieber habían caído en la tentación del engaño... mas descartó ese pensamiento enseguida. Ella no era la novia de Justin. Solo eran amigos. Nada más que amigos.

-No hay nada de qué preocuparse, Max -le aseguró al joven de quince años- Justin es solo un amigo.

Y, una vez más, aquel extraño sentimiento de decepción se asentó en su pecho al decirlo.

Mientras conducían devuelta a las residencias de la Universidad, los amigos hablaron sobre los sucesos de la noche.

-¿Crees que les caí bien? -inquirió Justin.

-Por supuesto que sí -aseguró Victoria- Jamie ya estaba preguntándome cuándo volverías.

El chico sonrió ante la mención de la dulce pequeña, mas su sonrisa se desvaneció al recordar otra cosa.

-Estuvo quejándose mucho por el dolor de estómago. Casi ni probó la cena, ¿los médicos no habían resuelto eso?

Vicky suspiró antes de responder:

-Lo hicieron. Mi mamá volvió a llevarla a la clínica hace unos días, pero los exámenes mostraron que la bacteria no ha vuelto, así que creen que esto se trata de un empacho común.

-Seguro que eso es...

Guardaron silencio mientras aparcaban delante del edificio de la chica. Justin carraspeó, los nervios eran visibles en sus gestos.

-Oye, Tori, la pasé muy bien esta noche. De verdad, tu familia es muy bella...

-Gracias, Jus.

-Estaba pensando en devolverte la cortesía, ¿sabes?... -vaciló un segundo- Quiero decir, con la cena. Mañana en la noche Charlie saldrá y tendré el departamento para mí solo. Tal vez... Si quieres venir... Me encantaría que vinieras... Puedo cocinarte lo que pidas.

La oscuridad de la noche era espesa, mas la luz de las farolas era suficiente para alumbar el tenue rubor en las mejillas de Justin. Victoria sintió los latidos de su corazón acelerarse ante la imagen.

-Me encantaría ir -respondió sin pensarlo.

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