(4) La Casualidad

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-¿También eres voluntario aquí?

Justin tardó unos segundos en procesar la pregunta. Sus embelesados ojos estaban recorriendo cada facción en el rostro de Victoria, felices por estar admirándola de nuevo. Tragó saliva con cierta dificultad ya que su garganta estaba seca y, solo entonces, procedió a responder:

-Yo... eh... sí -titubeó- Es decir, este es mi primer día -se apresuró a agregar con mayor fluidez.

-Oh, ya veo. Eso explica porqué no te había visto antes -proclamó la chica.

-Así que... Tú... ¿eres voluntaria? - indagó él, la incredulidad entonaba su voz.

Había llegado hasta allí escapando de Victoria y terminó por chocarse de frente con ella mientras lo hacía. No podía concebir que tal casualidad sucediera.

-Sí. Me uní hace poco más de un año -confirmó ella- Amo estar aquí - declaró y el brillo en sus ojos legitimaba su dicho.

El bebé que sostenía en sus brazos se puso inquieto en ese instante. Se removió, haciendo fuerza hacia abajo para llegar al suelo. Victoria lo depositó sobre sus pies, pero sostuvo su mano para estabilizarlo. Pronto, el niño comenzó a caminar con ligereza, arrastrando a la muchacha detrás suyo. Ésta miró a Justin sobre su hombro y le dedicó una última sonrisa.

-¡Es bueno que estés aquí! ¡Nos vemos! -se despidió.

El aludido solo atinó a saludarla con la mano mientras la veía alejarse. Sentía su corazón latiendo con fuerza contra su pecho. Las emociones gestadas en su interior desde que había conocido a Victoria, y que había estado desesperado por erradicar, parecieron intensificarse en ese momento que la volvía a encontrar.

La joven se perdió entre el gentío y Justin elevó su mirada a la figura de Cristo expuesta en el altar de la Iglesia.

-Estás jugando conmigo, ¿verdad? -murmuró.

El resto de las horas transcurrieron de prisa. El lugar era enorme, tanto que podían disponerse tres largas mesas para todos los niños. Aún así, Justin volvió a cruzarse con Victoria en varias ocasiones. No había tiempo para conversaciones, estaban realmente ocupados atendiendo a los pequeños, pero siempre que hacían contacto visual, ella le sonreía y él tenía que concentrarse para recordar cómo se respiraba.

Su mente era un lio, mas había algo de lo que estaba seguro: aquel trabajo estaba hecho para él. Cada vez que con alguna de sus acciones hacía sonreír a un niño, se sentía lleno de la más plena felicidad. Quería continuar el voluntariado y, cavilando sobre ello, se dio cuenta que algo podría impedirlo...

Jason ni siquiera le había dicho a su novia que tenía un gemelo, quedaban claras sus intenciones de mantenerla alejada de él tanto como ellos lo estaban entre sí. Iba a enojarse muchísimo si se enteraba que, de todos los lugares en el mundo, Justin se había metido justamente donde estaba ella.

Ya podía anticipar todo lo que sucedería. Su hermano no solo lo insultaría en los siete mil idiomas existentes, sino que lo obligaría a abandonar la obra en la Iglesia de alguna forma. Y esa forma, por supuesto, iba a ser molerlo a golpes. Se había encontrado con los puños de Jason en otras ocasiones. No habían sido experiencias gratas.

A pesar de todo, no estaba dispuesto a renunciar a su labor. Había quedado encantado con todo: los niños, la organización, el ambiente (y el hecho de que podía robar algunos vistazos a la mujer más hermosa que conocía). A nadie hacía daño con su iniciativa. Estaba decidido a quedarse.

Los niños comenzaron a retirarse del lugar con los encargados del traslado. Los voluntarios remanentes también se preparaban para volver a sus casas. Justin divisó a Victoria hablando con algunos cerca de la puerta. Se tomó un minuto para observarla antes de acercarse a ella.

-Ey, Victoria.

Se dio cuenta que aquella era la primera vez que decía su nombre en voz alta y salió de su boca casi como una reverencia.

-Ey, Justin -contestó la aludida, sonriendo.

-Oye, yo... quería pedirte un favor - comenzó a enunciar con nerviosismo.

-Sí, seguro, lo que necesites -dispuso ella con amabilidad.

-¿Podrías... no mencionarle a Jason que estoy involucrado aquí?

Primero, Victoria se mostró confundida y luego dubitativa. Era evidente por su expresión que estaba meditando la petición. Hizo un mohin con sus labios y Justin no pudo evitar mirarlos. La repentina tentación de inclinarse y besarlos fue tan intensa que se asustó de sí mismo. Volvió a levantar la vista de inmediato.

-Podría hacerlo -respondió ella finalmente- Pero si lo descubre y sabe que no se lo dije, seguro que va a enfadarse.

-Se enfadará de todas formas aún si se lo dices -contrapuso Justin- Como habrás notado, no nos llevamos muy bien... Bueno, no nos llevamos en absoluto. Si sabe de esto, armará un gran conflicto y lo único que yo quiero es ayudar aquí.

Victoria asintió, demostrando que entendía la situación.

-Está bien. No diré nada -prometió- Pero si Jason se entera, fingiré demencia y tú cargaras solo con las consecuencias -bromeó.

La risa hizo vibrar el pecho de Justin.

-De acuerdo. Eso es justo -aceptó.

Se quedó de pie allí durante unos segundos, simplemente mirándola. Cuando se percató de lo que hacía, carraspeó avergonzado y se hizo a un lado.

-Bueno, yo... Creo que debo irme - anunció, percibiendo sus mejillas sonrojarse.

-Si, yo también -coincidió la chica, dirigiéndose a la puerta- Nos vemos, Justin -se despidió.

-¡Nos vemos, Victoria!

El oírlo, ella lo miró sobre su hombro y dijo:

-Puedes llamarme Vicky.

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