La Familia (37)

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Victoria intentó caminar, pero sentía sus piernas tan débiles que se tambaleó por el pasillo del hospital y debió apoyar la espalda contra la pared para sostenerse. Entonces, las primeras lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas mientras se deslizaba hasta quedar sentada en el suelo. 

No podía derrumbarse. No en ese momento. Necesitaba mantenerse fuerte por su madre.

Pero no podía lograrlo sola.

Sacó el móvil del bolsillo de su chaqueta y oprimió el contacto de su novio, sin embargo, la llamada fue directo al buzón. Intentó comunicarse con él varias veces más, sin éxito. Justin debía tener el teléfono apagado, lo cual la llevó a recordar la imagen de Irina de pie ante su puerta, confesando su idilio.

Sollozó una vez más y ocultó el rostro entre sus manos. Se sentía impotente, incapaz de funcionar sobre sus emociones y necesitaba alguien, quien fuera, para volverse funcional. Y si su propio novio no estaba disponible para ella, ¿quién más lo estaría?

Levantó la cabeza de inmediato y volvió a revisar su teléfono, hallando aquel viejo contacto. Lo oprimió y, esa vez, sí oyó el sonido de la llamada saliente.

—¿Sí? —respondió la ronca voz masculina, y ella sintió una oleada de alivio.

—¿Jason? —murmuró.

Hubo una pausa.

—¿Victoria? —inquirió él con recelo.

—Jason... —su voz se resquebrajo— ¿Estás en nuestra antigua ciudad?

—Sí, ¿qué ha pasado?

—Necesito ayuda.

El chico tardó exactamente catorce minutos en aparecer por la puerta de la sala de emergencias. Aún tenía las llaves de su auto en la mano y el tinte rojo en sus mejillas más el movimiento de su pecho delataban que había llegado al trote.

—Vicky... —se acercó a ella en cuanto la vio— ¿Qué pasó?

Sin pensarlo, la envolvió en un fuerte abrazo y ella lloró en su pecho.

—Es Jamie —logró articular— Está mal... No sé... Los ataques en su estómago... Tuvo una falla multiorgánica y están tratando de salvarla.

Jason la estrechó con más fuerza, susurrando un "Dios mío" contra su pelo.

—No sé qué hacer... ¡No sé qué hacer, Jason! —exclamó, desesperada.

Él besó su cabeza, elevando su voz para que lo oyera.

—Estará bien. Es una pequeña luchadora. Estará bien.

Victoria se aferró a sus palabras tan fuerte como estaba aferrándose a él. Continuó con su llanto unos minutos antes de poder empezar a calmarse, con profundas respiraciones que Jason la obligó a tomar.

Se sentaron en la sala de espera las horas siguientes. Jason se mantuvo a su lado, sosteniéndola. Él sentía dolor por lo que le estaba sucediendo a la niña y su familia, sentía dolor por ver a Victoria tan angustiada, pero no fue hasta que llegó la noche, cuando los médicos anunciaron que continuaban asistiendo a Jamie con máquinas que respiraban por ella, que hizo el esfuerzo de ponerse en su lugar. 

Pensó qué sentiría si fuera su hermana la que estuviera en aquel estado. Para más precisión, su hermano. Por un instante, imaginó a Justin luchando por su vida y una tristeza aguda se asentó en su pecho. 

Desde los trece años, había ignorado la existencia de su hermano, por lo cual cabría suponer que, si él de verdad desapareciera, no le significaría cambio alguno. Pero tan solo la idea de Justin desapareciendo le inducía un profundo temor.

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