(7) El Deber

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Esa semana en el voluntariado, Justin redujo su contacto con Victoria al mínimo. Quizás era imaginación suya, pero parecía que ella también estaba evitando sus interacciones habituales. Normalmente, cuando se veían, se acercaban de inmediato para saludarse y conversar, sin embargo, esos días simplemente se habían dedicado un vago gesto con la mano antes de volcarse a sus tareas.

Bueno, Justin no se volcaba del todo a ellas. Sus ojos parecían no entender que Victoria estaba prohibida para él porque seguían enfocándose en ella cada vez que podían. Tampoco su mente cooperaba en sus empeños por olvidarla... ni su corazón se había enterado que debía dejar de latir desenfrenado en su presencia.

Aún así, mantuvo las distancias con la joven. Se veía en la obligación de hacerlo. Si la situación solo los hubiese involucrado a él y a Jason, no le hubiera importado la sangre que compartían y seguro habría intentado atraer a su novia flirteando sutilmente con ella. Se sentía un bastardo al admitirlo, mas era sincero. Su atracción por Victoria era tal que hubiera traicionado a su propio hermano sin mayores remordimientos.

Pero no se trataba solo de ellos dos. Estaban sus padres, su estructura familiar entera. No podía generar semejante problemática.

Por ese motivo, Justin empezó a tener citas por primera vez en sus casi dieciocho años de vida. Había salido con chicas a la ligera en el pasado, sabiendo (y haciéndoles saber) que no se trataba de nada serio. No era lo que buscaba ni lo que le interesaba. Sin embargo, en su afán por erradicar a Victoria de su mente, comenzó a buscar entre otras jóvenes una que lo hiciera sentir como ella, o incluso mejor.

No tenía suerte. Semanas transcurrieron y cada día él se veía con una chica nueva, pero no encontraba alguna que despertara en él lo mismo que la novia de su hermano (en especial luego de que ésta se cortara el cabello, reforzando sus rizos naturales, lo que la hacía lucir todavía más hermosa).

Ahora Justin ni siquiera se molestaba en disimular cuando se quedaba mirándola en la Iglesia. Ya no le importaba. Ya nada le importaba. Estaba cansándose de la situación. Quería volver a hablarle y retomar el vínculo que habían formado. No iba a privarse de ser su amigo, ya era bastante que las circunstancias no le permitieran ser algo más.

-Hey, Vicky -la saludó.

Victoria estaba recolectando los vasos que los niños habían usado ese día cuando Justin se acercó a hablarle. Tardó un segundo en contestar pues estaba sorprendida. Llevaba tres semanas procurando no cruzarse demasiado con él y parecía como si él también la estuviera evitando.

Pensaba que los dos habían llegado a la conclusión de que confraternizar a espaldas de Jason no era una buena idea, no obstante, ahí estaba de nuevo el hermano de su novio, volviendo a acercarse a ella, mostrando sus perfectos dientes en una deslumbrante sonrisa.

Victoria sintió que los latidos de su corazón sufrían una alteración. Seguramente se encontraba cansada por todo lo que había estado estudiando para sus exámenes. Debía buscar tiempo para relajarse.

-Hola, Justin. ¿Cómo estás? -preguntó, reanudando su tarea.

-Estoy super. Preocupado por los spoilers de Avengers, pero bien -respondió él, procediendo a ayudarla con los vasos- ¿Qué hay de ti? No hablamos hace un tiempo... -vaciló.

-Estoy bien. Agobiada por guantes y gemas igual que tú... Ah, y por los exámenes de la escuela.

Justin rió entredientes.

-Espero que hayas podido aprobarlos.

-Oh, sí. Los he pasado todos. Es el último año, estamos a meses de nuestra graduación, no podemos darnos el lujo de ser perezosos, ¿no crees?

-Señorita Victoria, usted debe ser muy divertida en las fiestas -se burló Justin.

-¡Oye! -exclamó la aludida, fingiendo estar ofendida- Soy el alma de las fiestas.

-¿En serio? -inquirió el chico, luchando por reprimir la sonrisa burlona.

-Por supuesto que no. No recuerdo la última vez que fui a una -negó ella, encogiéndose de hombros- Ya sabes, hermanos pequeños...

Justin asintió. Ya le había comentado sobre Jamie y Max. Apenas se enteró sobre ellos, tuvo muchas ganas de conocerlos, especialmente a la niña. Según todo lo que Victoria había comentado sobre ella, parecía la niña más dulce del mundo. Le hubiera gustado verla en persona.

También le hubiera encantado tener el derecho y privilegio de llevar a Victoria a una fiesta o a cualquier otro lugar donde pudiera distenderse por una noche. Quería hacerla disfrutar su juventud y ayudarla con sus cargas. Quería ser quien estuviera a su lado y cuidara de ella.

Quería lo que estaba fuera de su alcance.

Continuaron conversando el resto de la tarde mientras limpiaban el lugar que servía de comedor. Cuando empezaron a trapear el piso, descubrieron que el agua enjabonada era buena para deslizarse, por lo cual pasaron un largo rato resbalando por el suelo. Cuando una monja se asomó a ver lo que causaba alboroto debieron apresurarse a seguir con la limpieza aguantando sus risas.

-¡Te veré el jueves! -se despidió Justin alegremente una vez que se marchaban.

-Me verás esta noche -repuso Victoria, sonriendo- Iré a cenar a tu casa.

La sonrisa que Justin exhibía flaqueó, mas se obligó a sí mismo a mantenerla, aún cuando era falsa.

-Oh, qué bien...

-¡Nos vemos!

La chica se apresuró en dirección contraria a la que él debía ir. Se mantuvo unos segundos de pie en el mismo lugar, observándola. Luego, suspiró y se dio la vuelta, encaminándose a su hogar, pensando que esa noche iba a ser difícil.

Y no se imaginaba cuánto

TwiceWhere stories live. Discover now