(6) La Conexión

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Justin se despidió de unos amigos y se apresuró a caminar las pocas cuadras que separaban la escuela de su casa. Acababa de rendir el último examen del primer semestre y estaba ansioso por llegar a casa y comenzar su fin de semana.

No tenía nada planeado. Lo habían invitado a algunas fiestas pero no se sentía tentado por ellas. Prefería quedarse en la comodidad de su cuarto símplemente disfrutando el tiempo libre de estudio y contando los días que faltaban para el martes siguiente.

Eso era todo a lo que se dedicaba hacía dos meses, desde que empezó el voluntariado en la iglesia. Esperaba rebosante de entusiasmo los martes y jueves, sabiendo que eran los días que le tocaba ayudar con los niños... Los días que podía ver a Victoria.

Finalmente, había hecho un progreso. Iba perdiendo la timidez que lo asediaba cuando estaba con la joven y era capaz de formular oraciones enteras sin volverse un desastre. No podían compartir extensas charlas debido a las tareas que tenían asignadas pero encontraba la manera de robar rápidas conversaciones aquí y allá.

Justin estaba muy orgulloso por ello. Al fin se sentía como él mismo pudiendo manifestar su encanto y haciendo que Victoria riera con sus palabras. Notaba lo fácil que sus personalidades se acoplaban y lo sencillo que resultaba establecer un vínculo con ella. Pronto, habían empezado a tratarse como si fueran amigos de toda la vida, intercambiando bromas privadas y compartiendo la misma lata de energizante, bebida a la que ambos eran adictos.

Todo fluia perfecto entre ellos, de forma tal que Justin no podía evitar pensar que era la chica indicada para él a nivel espiritual. Nunca había creído en almas gemelas o cosas semejantes, mas era imposible negar la conexión supernatural que tenía con Victoria. Se preguntaba si ella sentía lo mismo.

De hecho, se preguntaba muchas cosas. Decenas de interrogantes lo agobiaban: ¿Por qué el destino no lo cruzó primero a él con Victoria antes que a Jason? O, en todo caso, a los dos juntos. Estaba seguro que ella lo hubiera elegido por sobre su hermano. Sí, esa idea suya confirmaba que era bastante engreído a veces, pero consideraba que tenía razones para ello. Una de éstas era que, seguramente, tendría mayor calidad como novio. Si tuviera a Victoria para él, la trataría como al más preciado tesoro. Dudaba que su gemelo fuera capaz de apreciarla como ella merecía.

Se detuvo frente a la puerta de su casa y suspiró, tratando de deshechar todos esos pensamientos de su mente. Tenía que dejar de atormentarse a sí mismo.

Sus sentimientos por la joven no habían hecho más que ir en aumento a medida que se acercaban y estaba seguro que ya no se trataban de una fantasía. Cada vez eran más sólidos, más fuertes. Debía ponerles un freno, pues no importaba lo que él creyera, la realidad seguía siendo que Victoria era la novia de su hermano.

Metió la llave en la cerradura y abrió su vivienda para ingresar, no obstante, se detuvo abruptamente en el umbral.

Victoria estaba sentada en el sofá de su sala, jugando a la PlayStation con Jason. No solo eso, sino que ella estaba riendo, expeliendo aquellas suaves carcajadas suyas, mientras él la rodeaba con un brazo a intentaba bloquear los botones de su joystick.

-¡Ya, tramposo! -se quejó la chica.

-Eres mala en esto de todas formas -declaró su novio.

-¿Entonces por qué la mitad de tus soldados están muertos, eh? -se mofó ella.

En ese momento, sus ojos divisaron a Justin de pie en la puerta, casi como si estuviera petrificado. Le sonrió y estuvo a punto de hacer un chiste sobre lo pálido que lucía, mas recordó que Jason no aún sabía que compartían voluntariado en la iglesia, por lo que su confianza le hubiera resultado extraña.

-Hola -se limitó a decir tímidamente.

-Hola -hizo eco Justin, inclinando su rostro de manera que evitó hacer contacto visual.

Una vez que cerró la puerta tras él, se apresuró a su habitación. Victoria sintió el impulso de seguirlo con la mirada, sin embargo, volvió a centrarse en el juego exhibido en la televisión.

Últimamente, Justin y ella se habían estado llevando muy bien, tanto que casi podría considerarlo un amigo... Pero, por supuesto, en realidad no podía hacerlo.

Sabía que Jason sentía aversión por su hermano y, aunque a ella le cayera de maravilla, crearía problemas si entablaba una amistad con él. Se había convencido de reducir a Justin a un simple compañero de obra, también para atenuar el atisbo de culpa que experimentaba por estar ocultando información a su novio.

Victoria adoraba a Jason. Y no solo ella. Jamie se había encariñado con él porque, pesar de que el chico no era muy efusivo, siempre que iba a su casa llevaba un dulce para la niña y eso había sido suficiente para ganarse su corazón. Con Max, por otro lado, sí tenían una relación más fuerte. Les gustaba hablar de automóviles y deportes y podía percibir que ambos pasaban un buen rato juntos. Su madre también lo había recibido con mucha calidez. Podía decir que ya era parte de su familia y ese pensamiento la llenaba de felicidad.

Estaba enamorándose de Jason cada vez más. Se preguntaba si él sentía lo mismo.

Justin se dejó caer en su cama, soltando un gruñido. La imagen de la pareja feliz que acababa de ver le causaba repulsión. Nunca había sentido celos de Jason, mas en ese instante lo envidiaba con todas las fuerzas de su interior. Por un brevísimo segundo hasta deseó ser él.

Dejó escapar otro sonido que denotaba irritación. Se levantó y se sentó frente a su computadora. Poniéndose los auriculares, bloqueó al mundo exterior.

Cuando la noche cayó, su madre golpeó la puerta de su cuarto y él abrió, sonriendo a la mujer.

-Hola, cariño. La cena ya está lista -anunció ésta.

-Bien. Iré en un minuto.

No sabía si Victoria aún estaba allí. Conjeturaba que sí considerando que era viernes y Jason solía pasar los fines de semana con ella. Inhalando profundamente, entró al comedor.

La joven estaba ayudando a Patrice a servir la comida. Las dos hablaban entre ellas mostrando idénticas sonrisas y cuando terminaron, tomaron asiento.

Nuevamente, Justin quedó frente a Victoria y, una vez más, se mantuvo callado mientras transcurría la cena. Sus ojos, como siempre, buscaban por sí solos a la chica y su corazón daba una especie de voltereta cuando la encontraban.

A la hora del postre, aprovechó la distracción momentánea en la que todos dirigieron su atención al helado para observar a Victoria fijamente. Era la chica más hermosa que había conocido y sentía que jamás podría dejar de admirarla.

Estuvo largos segundos embelesado con ella hasta que por fin desvió sus ojos. Entonces, éstos se encontraron con los de Jason, quien lo miraba a él con inquietante dureza.

Agachó su cabeza rápidamente, maldiciendo en su interior por haber sido descubierto. Si bien alguna excusa verosímil podía justificar su acción, sabía que Jason no era estúpido cuando se trataba de mujeres. Debía aprender a controlarse para no despertar las sospechas de su hermano, eso si ya no acababa de hacerlo.

No podía continuar de esa manera. Necesitaba exterminar sus sentimientos por Victoria. Era evidente que, a pesar de la conexión que compartían, ella quería a Jason. No podía seguir torturándose encaprichado con alguien que no podía tener. Era hora de seguir adelante. Tenía que superarla.

Al encontrarse de nuevo en su cuarto, tomó su teléfono y envió un texto al grupo de mensajes que tenía con sus amigos. Había cambiado de opinión: iba a asistir a esas fiestas

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