Capítulo 28

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Jayson

—Ahora, todo el mundo tendrá un momento para respirar y reflexionar sobre sus decisiones este último año.— La profesora susurró, abriendo los brazos, mientras la música se oía de fondo y Leo soltó un ronquido a mi lado.

El resto de la clase dormitaba durante la hora de reflexión de la clase de salud y miré el reloj, esperando que las manecillas corrieran más rápido en aquel interminablemente aburrido periodo del último día de clases antes del receso de primavera.

Cuando estaba a punto de picarle la nariz a Leonardo con el lapicero, después de haber puesto pegamento en la palma de su mano, un ruido sordo se oyó en la clase de enfrente, mientras Reynolds señalaba la salida con el borrador en la mano.

—¡Reeds y Jones, largo de mi clase!— Bramó y observé desde mi lugar como el par arrastraba los pies a la salida, inevitablemente articulando una sonrisa.

—¡Pero ha sido culpa de ella!— Lucia la señaló, mientras Faroles ponía los ojos en blanco y la mujer articulaba una sonrisa que solamente mostraba cuando había acabado con su paciencia.

—Por supuesto que lo sé, pero usted tampoco me agrada Reeds, así que fuera.— Finalizó, azotando la puerta detrás de ella y solté una risa al ver como ella soltaba un suspiro y se cruzaba de brazos mientras su amiga se sentaba en el suelo y tomaba su móvil.

Miré al rededor, como todo el grupo se rodeaba con esa ridícula música de meditación y mientras la maestra se acomodaba los rizos todavía susurrando sobre un hermoso paisaje, me puse de pie, ignorando como Brown leía a escondidas un libro de cocina y me dirigí a la salida.

—Tengo que usar el baño.— Anuncié, mientras la maestra sonreía.

—No te contengas, Jayson.— Masculló, haciendo una seña que hizo que sus atuendos hippies revolotearan en el aire.

—Por supuesto que no.

Crucé él pasillo que nos separaba mientras ella se alejaba en dirección a los baños y la observé contornear el trasero debajo de la falda, inevitablemente recordando que el encuentro de la noche en el hotel, y como un estúpido niñato no fui capaz de despegar los recuerdos de mi mente como si hubiese sido la primera vez que tocaba el cuerpo de una mujer, y aunque no era así, no entendía porque se sentía tan diferente.

—Deja de seguirme, Miller.— Ella soltó, sin voltearse y volví a sonreír.

—Vamos hacía la misma dirección.— Me limité a responder, al tiempo que ella se detenía frente a la puerta rosada y señalaba el letrero.

—¿Al baño de mujeres?— Preguntó y lo medité un segundo.

—Si.— Solté, abalanzándome sobre ella sin pensarlo y besándola mientras me arrastraba hasta el interior y, sorpresivamente, ella me correspondió instantáneamente, rodeando mi cuello con sus manos.

No sabía que era lo que había ocurrido de pronto, pero el sabor de sus labios, el olor de su piel y el sonido de su voz resultaba enloquecedor, de una forma que no me dejaba pensar con claridad, y dando una rápida mirada al rededor, asegurándome que el lugar estuviera vacío la rodeé con mis brazos en dirección a uno de los cubículos, completamente alejado al final de un extenso pasillo espejado.

—Demonios que baños tan grandes.

—Cállate.— Masculló, volviendo a unir a nuestras bocas, dejando en evidencia que muy probablemente había estado deseando tanto el encuentro como yo.

La débil separación de los cubículos tembló cuando estampé su cuerpo contra él, cerrando la puerta mientras colaba mis manos en su camisa e instantáneamente me puse duro al ver como su cabello se despeinaba y los botones del uniforme debilitaban su agarre entre los movimientos desesperados.

Odio no poder odiarteWhere stories live. Discover now