Capítulo 17

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Jayson

El móvil sonó, durante dos minutos completos, sobre la mesita de noche, y abrí un ojo, en medio de la oscuridad.

—¿Qué?

—¿Estás durmiendo?— La voz de Connor del otro lado me tomó por sorpresa, mientras me incorporaba y me refregaba los ojos tratando de contener un bostezo.

—Estaba. ¿Qué es lo que pasa?

—Llamo para desearte un feliz cumpleaños.— Soltó, mientras se oía otras voces al fondo y el incesante tecleo de sus dedos. Solté un suspiro.

—Mi cumpleaños es la próxima semana.

—Voy a estar ocupado la próxima semana.

—Que novedad.— Dije, mirando la hora y gruñendo al ver que todavía faltaban treinta minutos para que el despertador sonara. Treinta minutos que podría haber aprovechado... —Desearlo antes de la fecha trae mala suerte.

—No es como si pasaran muchas cosas buenas en ese día de todos modos...— Dijo, y no respondí, porque era verdad, pero nunca nadie lo había dicho en voz alta. —Estaba bromeando.

—Tus bromas son una mierda.

—Igual que tu actitud.

De repente me sorprendí a mi mismo, pensando en un cumpleaños familiar, con un pastel y todo lo demás, y me sentí miserablemente patético.

—¿Acaso ya tienes planes para ese día?— Preguntó, todavía sorprendiéndome de lo hablador que estaba esa mañana.

—¿No tienes trabajo o algo así?

—Siempre. ¿Y bueno?

—No, no tengo planes.

—Que desperdicio de juventud.— Soltó, casi divertido, y me costó creer que se trataba de mi hermano, pero me abstuve de preguntar, disfrutando de la corta charla en secreto.

—Mira quién lo dice.— Respondí, y resopló sobre el teléfono, mientras se oía una voz femenina llamarle por detrás.

¿Una novia? Me pregunté, e inmediatamente después me pareció la idea más ridícula del mundo. ¿Que mujer podría soportar a Connor Miller sin desquiciarse? A demás, las relaciones nunca iban bien para los hombres de la familia, era como si lo lleváramos en los genes.

De inmediato pensé en mis padres, algo que no había hecho hacía mucho tiempo y me pareció que el día había comenzado de una forma demasiado fuera de lo común.

—Tengo que irme.— Soltó, devolviéndome al momento todavía aturdido por mis propios pensamientos. —Estaremos en contacto.— Dijo y colgó, sin esperar una respuesta.

—Seguro que sí.— Murmuré, con solamente el tono de marcado del otro lado y me puse de pie, con pleno conocimiento que tratar de volver a dormirme no iba a servirme de nada.

Después de una ducha rápida y un cambio de ropa bajé hasta la cocina, todavía aturdido por la llamada, sin poder entender que clase de patético intento de hermano no podría hacer tiempo en su agenda para una llamada de felicitaciones en el día correcto, pero así era él, y ya de nada servía tratar de entenderlo.

Mi cumpleaños... que maldito día.

—¿Que no estabas a dieta?— La voz de Helen se oyó a medida que me aproximaba.

—Sí, no se lo digas a mi esposa.— Thompson respondió, mientras le observaba llevarse un pastelillo completo a la boca, haciendo que la anciana riera.

Odio no poder odiarteWhere stories live. Discover now