Capítulo 3

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Allison

"Estoy en camino, no me hagas esperar. Xx"

Leí el mensaje con un ojo cerrado y el ceño fruncido, tratando que el brillo de la pantalla no me quemara las corneas, mientras que con un bufido exasperado me sentaba en una esquina del colchón y me desperezaba ruidosamente.

Sentía como si un camión me acabara de pasar por encima, pero después de tantas noches con insomnio, sentirme como la misma mierda a esas horas de la mañana no era nada nuevo, por lo que sin prestarle mucha atención a la migraña me arrastré al baño, dando gracias a dios porque no estuviese ocupado, y comencé a prepararme en cámara lenta, a sabiendas que, muy probablemente, Lucía llegaría tarde.

Arthur se calzó los zapatos lustrados de trabajo, y se inclinó para que le enderezara la corbata, al tiempo que tomaba su maletín de cuero de la encimera.

- ¿Te llevo a la escuela? - Preguntó, mirando el reloj en su muñeca y negué con la cabeza, bebiéndome los últimos sorbos de té.

-Luzu viene por mí. ¿Qué hay de los chicos? - Señalé el piso de arriba con la cabeza y el carraspeó.

-Hoy es turno de tu madre. - Me miró de reojo, inspeccionando mi reacción. -Se quedarán allá hasta el fin de semana. - Dijo, y asentí, comprensiva, todavía sin poder acostumbrarme al tema de los horarios de visita.

-Pues les deseo buena suerte. - Me limité a decir, dándole la espalda para colocar la taza en el lavabo.

-Por cierto, hoy no vendré a almorzar. - Comentó, con naturalidad, poniéndose de pie y me volteé inmediatamente a verle.

- ¿Cómo? - Pregunté, mientras sus ojos verdes viajaban al auto en la cochera y se encogió de hombros. -Es la tercera vez en el mes, están explotándote. -

-Así es el trabajo. - Se limitó a decir, acercándose para darme un beso en la frente.

- ¿Y eso es todo? ¿Te llaman y vas? ¿No puedes decir no? -

-Me necesitan. Soy como Superman. - Sonrió dándome una ligera palmadita en el hombro. -Volveré antes de que anochezca. -

-Sí, bueno, ¿a qué hora es eso? -

-No sé, mamá. Te llamo cuando esté de camino. - Bromeó, mientras se dirigía al auto y cerraba la puerta, saludándome desde adentro.

Sabía, tanto como él, que necesitaba estar libre de estrés por un tiempo, tal y como el médico había dicho meses atrás, y aunque ser corredor de bolsa no era el trabajo más estresante del mundo, tampoco eran unas vacaciones de relajación, como para estar haciendo horas extras todo el tiempo. Era probable que estuviese exagerando, pero ya era demasiado la tensión que le había generado a mi padre en el pasado como para haberle aflojado los nervios hasta extremos inimaginables, por lo que prefería no correr más riesgos con él, lo último que necesitaba era que tuviese otro pico de estrés.

Una fuerte punzada en mi cabeza volvió a llamarme la atención y tomé una píldora de la caja de pastillas al tiempo que un conjunto de bocinazos se oía fuera, a los que reconocí instantáneamente, mientras escribía una rápida nota, recordándole a mis hermanos que lo olvidaran cerrar toda la casa antes de irse con Elizabeth, el resto de la semana. Y plantando el papel sobre el refrigerador, tomé mi bolso de la silla, junto con mi teléfono, y salí disparada hacia el jardín, dejando olvidado el calmante.

- ¡Mujer, que me estoy haciendo vieja! - Lucía sonrió, quitando finalmente su mano de la bocina, mientras Leo agitaba su mano en mi dirección, desde el asiento trasero.

-Llegan tarde. - Dije, acomodándome en el asiento del copiloto, que era mi lugar designado y mi amiga rio, con picardía. -Sí, no quiero saber la razón. - Negué con la cabeza, mientras Leo se inclinaba hacia adelante, para subirle el volumen a la música de la radio.

Odio no poder odiarteWhere stories live. Discover now