Capítulo 22

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Jayson

Helen terminó de preparar la docena de pastelillos, segura que no me había percatado y los guardó en la nevera sin notar que le había visto, al igual que sabía que había escondido comida en toda la cocina para el día siguiente, pero no iba siquiera a mencionarlo así que me apresuré a tomar las llaves y salir sin hacer ningún ruido.

—¿A dónde vas?

—Mierda.— Me sorprendí cuando Thompson me detuvo en la puerta y puse los ojos en blanco.

—Solamente al taller. Te lo juro, puedes seguirme.

—Gracias por la autorización.— Ironizó, sosteniendo su teléfono en lo alto y después me lo lanzó. —Tienes una llamada.— Dijo, metiéndose en el auto como si le hubiese pedido un aventón y después me llevé el aparato a la oreja.

—Hola.

—¿No tienes mejores cosas que hacer que usar el avión de la compañía?— La voz de Connor se oyó de inmediato, tan fuerte que tuve que alejarme del parlante y puse los ojos en blanco.

—Creía que estarías ocupado estos días.

—Estás en primera plana en los periódicos. Estoy viéndote justo ahora abordar el avión.— Escupió, tajante, y casi pude saborear el desprecio en su voz.

Inspiré profundamente, decepcionado de mí mismo por haberme dejado engañar por los periodistas, pero había estado seguro de pasar inadvertido. Probablemente estaba fuera de práctica y, desde el coche, Thompson me lanzó otra de aquellas miradas suyas que dejaba en claro que estaba hasta la coronilla de tener que lidiar conmigo por lo que supuse que él se había ganado una reprimenda de Connor antes que yo, y ahora era mi turno.

—¿Se puede saber para que utilizó el avión el niño rico?

—Lo utilizó para una cita.— Respondí y se hizo un silencio del otro lado, dejándome creer por un breve segundo que la charla había acabado.

—Una cita. ¡Una jodida cita!— Bramó, estableciendo que me equivocaba, y me sorprendió incluso a mí mismo, al no poder recordar la última vez que me había gritado. —Ambos sabemos que no necesitas tanto esfuerzo por un polvo, maldita sea. Dije en una conferencia pública que estabas conmigo aquí.

—Si te hace sentir mejor no conseguí un polvo.— Dije a modo de disculpa pero, por supuesto, no fue suficiente.

—No te hagas el gracioso conmigo.— Escupió, perdiendo la paciencia y puse los ojos en blanco, conteniendo la necesidad de recordarle que solamente tenía sentido del humor cuando le resultaba conveniente. —Le he dado órdenes especificas a Thompson y, sin embargo, te las has arreglado perfectamente para cagarla de nuevo...

—Lo siento.— Dije, finalmente, interrumpiendo lo que parecía ser un discurso perfectamente planeado para hacerme sentir una mierda y volvió a callarse, afortunadamente.

—Lo que sea. Deja de causarme problemas, es hora que comiences a pensar como la cabeza de una compañía para variar.

—¿Eso que se supone que significa?

—Nada. Feliz cumpleaños.— Soltó, con ese tonó que tanto que jodía.

—¡Todavía no es mi jodido cumpleaños!— Escupí, finalizando la llamadas y subiéndome en el coche, en la parte trasera, sin decir una palabra.

Thompson tomó el aparato y sin decir una palabra condujo al taller.

Lo último que me hacía falta era aparecer en las noticias para que el mundo supiera donde estaba. Suficiente tenía con Connor y su nueva reputación de mentiroso para que todo el mundo supiera lo disfuncionales que los Miller éramos, pero como podía esperarse de la época, la mala racha tenía que comenzar.

Odio no poder odiarteWhere stories live. Discover now