Capítulo 6

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Jayson

Leo empujó el carrito con fuerza, a lo largo del angosto pasillo del supermercado de segunda, haciéndome llegar hasta el final del pequeño lugar mientras soltaba una carcajada, y el resto de los clientes volteaban a mirarnos, con expresiones incómodas. Miré a una de las cámaras, deduciendo que íbamos a ser echados en cualquier minuto.

Sabía que era el único recoveco en donde podía conseguir el suficiente alcohol y a buen precio para la fiesta, y aunque éramos clientes habituales, presentía que la anciana de la caja iba a intentar patearnos el trasero en cualquier segundo.

Luke hizo malabares con un par de latas de cerveza, mientras jugaba a encestarlas dentro del carro con Pete, mientras Leo observaba su lista de abuelita, para evitar que nada se nos escapara.

—Necesitamos más botanas.— Le dije, estirándome para alcanzar un par de bolsas extras de patatas y las arroje entre mis piernas, amontonándolas con el resto.

—Y vasos plásticos, no creo que a Helen le guste la idea de usar una de las vajillas de nuevo, después de que haber destrozado la última.— Comentó, volviendo a tomar el mango metálico, para doblar por la siguiente góndola.

—Si, no creo que le guste la idea de una fiesta en general.— Comenté, mientras volvía a estirarme para tomar los paquetes de vasos rojos, mientras él tachaba la lista de nuevo.

—Hablando de aguafiestas, ¿que has oído de Connor?— Preguntó, indiferente, aunque sabía que le daba curiosidad casi tanto como a mí, pero era ridículo pretender que sabía algo más de mí propio hermano de lo que él lo hacía, así que me encogí de hombros, mientras me acomodaba en el diminuto espacio de la caja con ruedas.

—Lo mismo de siempre. Mientras no sepa de la fiesta, por mi perfecto.— Dije, y él soltó un resoplido burlesco, porque era evidente que iba a enterarse, y echarme un sermón más tarde, que terminaría en una pelea, y luego otro silencio de abandono, como siempre, pero no dijo nada. —Además, he leído que iba a inaugurarse otra sede la empresa en Europa; supongo que eso lo mantendrá ocupado.

—Eso espero. ¿No deberías estar ahí también?

El simple hecho de mencionarme algo relacionado con la empresa familiar, me hacía recordar la voz de reproche de mi hermano, en el fondo de mi cabeza, discutiendo para que le ayuda con el manejo de todo, como si yo supiera algo de empresas y economía mundial, o como si me interesara.

—No empieces tú también, Leonardo.— Me quejé, señalando el pasillo de la izquierda, y el giró, frunciendo el ceño al oír su nombre completo, y encogiéndose de hombros negó con la cabeza.

—Solamente digo que podrías haberlo tenido más fácil haciendo lo mismo que él.

—¿Estudiar en casa, y esclavizarme en el MillerTowar?— Pregunté, haciendo referencia a uno de las torres de la corporación, y él simplemente me miró, sin decir nada.

Ya había perdido la cuenta de la cantidad de veces que había tenido la misma discusión con Connor, y ciertamente, con el simple hecho de considerar la posibilidad comenzaba a sentirme asfixiado. Él era el mayor, nunca me dejaba olvidarlo, entonces no entendía porque no era capaz de simplemente hacerse cargo de Miller's INC por si mismo, hacerse más millonario conquistando toda Europa, y dejarme tranquilo. En su lugar, me reprochaba o trataba de persuadirme para tomar parte del control de todo, siempre que tenía la oportunidad.

Era ya bastante mala la relación que existía entre nosotros, cuando había un océano de por medio, no podría siquiera imaginar lo problemático que resultaría tenerle cerca las veinticuatro horas del día, y probablemente él pensaba igual, así que no entendía la raíz de su insistencia. Pero en realidad no importaba, porque no pensaba dar el brazo a torcer, me había esforzado demasiado para tener un vida medianamente normal, y no iba a dejarlo por un trabajo que disfrazaban de legado familiar, de una familia difunta y disfuncional como era la nuestra.

—Vamos, Thompson, ¿que sigue en la lista?— Volví a hablar y el manoteó el trozo de papel.

—Solamente las bebidas.— Anunció, mientras nos deteníamos en ese pasillo, mientras Luke y Pete se dedicaban a llenar sus carros con botellas.

—¡De eso nos encargamos nosotros!— Señaló la carga, con un par de botellas en las manos, mientras miraba concentrado el exhibidor. —¿Cuanto tequila es una cantidad aceptable?— Preguntó y Leo lo consideró, mientras nos aproximábamos.

—¿Para un consumo decente?

—No, para volarse la cabeza.— Respondió, encogiéndose de hombros, y tomando un grupo de botellas al azar. —Espero que con esto la fiesta  no se termine temprano, como la última.

—No se terminó temprano, tu te metiste a orinar en los vecinos y llamaron a la policía.— Leo le reprochó, mientras Pete soltaba una carcajada y Luke fruncía el ceño, intentando recordar.

Era curioso pensar en la época en la que ninguno de ellos solía considerar a Leo como un amigo, sino más bien como un estorbo, y como cualquier niño rico era de esperarse tener ese tipo de pensamiento infundado, y la costumbre de mirar a todos desde arriba, lo que me llevaba a preguntarme, si yo hubiese sido así también, de haber crecido con una familia normal, padres ricos normales. Supongo que nunca lo sabría, pero el hecho de que todavía formara parte de el circulo social de élite, me hacía deducir que los alumnos de Saint Clare y yo nos habíamos hecho amigos por conveniencia, quizás por beneficio mutuo, o simplemente resultaba natural pensar que los hijos de empresarios y dueños de emporios globales acababan juntándose de algún modo, y quizás esa era la razón por la que me había aferrado tanto a Leo, porque, muy probablemente, era el único amigo de verdad que tenía.

—¿Estás escuchando, Jay?— Luke me sacudió, mientras le miraba desde dentro del carro. —¡Que Leo nos dices que has encontrado una nueva chica polvo!— Comentó con diversión, moviendo las cejas de arriba a abajo, mientras me salía del minúsculo espacio, poniéndome de pie.

—No se de que hablan.

—Rubia, pechos grandes.— Leo agregó, burlón y puse los ojos en blanco, mientras Luke me rodeaba con el brazo.

—Suena bien.— Masculló, y me lo quité de encima.

—Sí, me has dicho que las chicas de Normal están buenas. Tendré que comprobarlo en la fiesta.— Pete habló, arrastrando su carro en dirección a la caja registradora y le seguí de cerca. —Quién diría que había una buena razón para ir a la pública esa.

—No está tan mal.— Me encogí de hombros y el me miró incrédulo.

—He visto lo que comen en el almuerzo. Con razón Leo siempre ha tenido esa cara de estreñido.— Respondió, y reí junto a Luke, mientras el aludido ponía los ojos en blanco.

Luke colocó las bolsas con cuidado, dentro de la cajuela de su convertible rojo, y las luces parpadearon cuando presionó el botón del control remoto. Le hizo una seña a Pete para que ocupara el asiento del acompañante y se volteó a vernos.

—No te lo bebas todo antes del viernes.— Le dije y el sonrió.

—No puedo prometer nada.— Comentó, dando una palmada en el techo del auto, y entrado, antes de hacer arrancar el motor, estruendosamente, y salir del aparcado de una exagerada forma llamativa, tal y como le gustaba.

—Vámonos, estoy muriéndome de hambre.— Dije a Leo, dándole una palmada en el hombro, mientras le quitaba el seguro al auto, y él se acomodó en el asiento del acompañante.

Miré por el espejo retrovisor y por supuesto la camioneta oscura del jefe de seguridad estaba ahí, observándome bien de cerca. Casi podía ver la mirada reprobatoria del viejo, al ver la cantidad de botellas que había sacado de la tienda, y la sola idea de imaginarme como sería sonriendo me hizo reír.

Leo también se volteó, siguiendo mi mirada, y suspiró con frustración al ver el vehículo de su padre ponerse en marcha, justo detrás de nosotros.

—Todavía no entiendo que hace aquí y no con tu hermano.— Preguntó, y me encogí de hombros, a pesar de que yo me lo había estado preguntando desde hacía meses. —Quiero decir ¿que podría pasar en este pueblucho?

—Nada, siempre y cuando nos mantengamos tranquilos.— Respondí, repitiendo las palabras de Connor aunque no acababan de convencerme.

—Dice el que está a punto de explotar su casa.

—Creía que ya no te incomoda el hecho de que fuera mi guardaespaldas.— Comenté, colocándome las gafas, mientras me apresuraba a presionar el acelerador. Él se encogió de hombros.

—Mejor que te siga a ti que a mí. Pero la idea de comentarle a mi madre que estuve en una licorería de mala muerte no me entusiasma.— Dijo, con su expresión afligida característica y reí, al imaginarme a la madre latina de Leo golpeándolo con una chancla.

—Thompson sabe guardar secretos.— Me limité a decir, a modo tranquilizador, aunque él bien sabía que su padre tenía prohibido comentar cualquier cosa que involucrara la vida de sus custodiados, incluyéndome. —Deberías aprender un poco.

—¿Te refieres a que le hablé al resto de Ally?— Preguntó con cierta diversión en la voz, y cuando asentí, rio. —¿Por qué te molesta? Siempre hablamos de las nuevas conquistas, no creo que te agrade que alguno de los otros le ponga el ojo encima, ¿o si?

—No.

—Ahí lo tienes.— Resolvió, antes de darme otra mirada inquisidora. —Ah... pero ella no es una conquista.

—Aún.— Dije, elevando el dedo índice. Él continuó con su mueca burlona, dejando en claro que disfrutaba del momento.

—Quien diría que llegaría un día en el que una mujer te rechazara.— Canturreó y fruncí el ceño.

—No lo disfrutes tanto. Todavía ni siquiera lo he intentado apropiadamente.

Y aunque era la verdad, el solo hecho de tener que esforzarme un poco mas de lo normal para conseguir un polvo me resultaba extrañamente nuevo, y no podía negar que tenía curiosidad en la chica, pero el hecho de que estuviese ya en evidencia ante Luke, Pete y el resto, me generaba la sensación de que me lo podría todavía más difícil.

—Tú sales con Reeds, ¿como es que todavía no las has convencido que soy el tipo ideal?

—No creo que polvo rápido y desayuno barato sea el concepto que Ally tenga de un tipo ideal.— Habló, entre risas y me encogí de hombros.

—Suena bien para mí.

—Y ahí está el problema.

Sabía que él tenía un puto, y que utilizar los métodos convencionales parecían no funcionar con Allison Jones, por lo que tendría que cambiar de jugada para logar meterme en su cama, pero la única verdad era que no tenía ni idea de que debía hacer.

Leo tarareó una canción de Blink de regreso a la mansión, mientras le aumentaba el volumen cada vez que el estribillo se repetía, y Thompson nos siguió de cerca hasta el momento en el que el auto atravesó la entrada. El jefe de seguridad se quedó detrás, mientras me adelantaba hasta estacionarme justo frente a la puerta, y antes de siquiera hacer un sonido Helen ya estaba de pie, esperando en la puerta para recibirme.

—¡Ah ya están de vuelta! ¿Que tal la escuela? ¿mucho trabajo?— Preguntó, desde el pórtico, mientras Leo me ayudaba con las bolsas de la cajuela. Me encogí de hombros.

—Lo usual.— Comenté, dándole una mirada a mi amigo dejando en claro que debía evitar mencionar que nos habíamos saltado la escuela para comprar bebidas. Él asintió, guiñando un ojo y se volvió hacia ella.

—Hoy ha sido más divertido de lo normal.— Dijo, con las bolsas en alto y ella lo miró, frunciendo el ceño.

—¿Que tienen ahí?— Preguntó suspicaz, comenzando a enrollar su delantal blanco, como hacía cada vez que iba a reprocharme alguna cosa.

—Nada.— Me apresuré a decir y Leo se encogió de hombros, mientras tomaba una de las botellas de vodka de la caja que sostenía.

—¡Las provisiones para la fiesta!— Habló, mientras el rostro arrugado de la anciana parecía envejecer un par de años más detrás de una expresión horrorizada. Lo miré y simplemente sonrió con inocencia.

—¿Que fiesta?¿acaso todo eso es alcohol?— Preguntó, señalando con desconfianza el resto de la mercadería y negué con la cabeza.

—Una de las bolsas tiene papitas.— Mi amigo se apresuró a decir, mientras ella negaba con la cabeza, otra vez con esa mueca preocupada.

—¿Quieres cerrar el pico?— Dije, dándole un empujón y me aproximé a ella, saltando los escalones de la entrada. —Será solamente una reunión, para celebrar que entré al equipo ¿de acuerdo?

—Una reunión...— Repitió ella, robóticamente tratando de auto convencerse que no estaría encubriendo otra fiesta, para mentirle a Connor y que luego descubriera la verdad, aunque era exactamente lo que iba a hacer. —Una pequeña reunión.

—Muy pequeña.—Repetí, mientras le daba unas palmaditas en la espalda y la guiaba dentro del salón. —Así que nadie tiene que enterarse.

—Debería estar aquí para supervisar.— Consideró y negué con la cabeza.

—Claro que no, tu tienes que descansar, ya haces mucho.— Respondí, mientras Leo acomodaba todo junto a la puerta. —Además tengo pensado pedirle a Thompson que se quede como seguridad.— Comenté y ella sonrió, ligeramente aliviada, mientras Leo se volteaba para regalarme una de sus miradas más coléricas. Sonreí.—¿Acaso quieres darle un infarto a la vieja?— Le reproché a mi amigo, una vez que ella se encontró lo suficientemente convencida para ir a preparar algo para comer.

—Mejor que se entere de nosotros y no de una chica polvo buscándote porque la has embarazado.— Comentó, recordando la ultima mujer que había llegado a casa de Helen jurando que tenía un hijo mío, aunque por supuesto mentía, y reí. —Sí, ahora es divertido.— Se quejó por lo bajo.

—Deja ya de estresar a mi ama de llaves, que ya debería estar jubilada.

Helen había trabajado para mi familia por décadas, tanto así que no podía recordar u día en el que ella no estuviese presente, y aun así, aunque hubiese envejecido ella se rehusaba a dejarnos y al igual que Connor a dejarla ir, lo cual todavía no sabía si era algo bueno o malo.

—Y eso que todavía no ha oído lo del castigo el fin de semana.— Leo agregó, acabando de acomodar las cajas y las bolsas, para cerrar la puerta vidriada.

Fruncí el ceño, recordando de repente que ya me había ganado un castigo el primer día, y arrastré los pies a la cocina mientras Helen preparaba sus tortillas especiales. Ella se acercó y dejó un par de vasos con refrescos sobre el mármol, dándome una palmada en la cabeza, como si fuese un perro.

—Mierda. Se me había pasado eso. Limpiar esa maldita escuela con resaca no suena divertido.— Comenté, una vez que se alejó, ubicándome en una de las banquetas de la isla, y Leo se ocupó en la de junto, mirándome seriamente.

—Ni se te ocurra faltar. No puedes entrar al equipo si tus notas bajan, y me refiero a las actitudinales también.— Susurró en mi oído sin que Helen le oyera. Me encogí de hombro, mientras el se bebía la gaseosa.

—Ni siquiera se me había pasado por la mente desperdiciar la oportunidad de pasar el sábado con Faroles.— Respondí y el dejó escapar el trago que se estaba bebiendo, goteando entre una extraña tos.

—¡No puede ser, la has apodado!— Chilló, mientras Helen lo miraba extrañada, igual que yo.

—¿Y que?

—Significa que te has encariñado con ella, igual que a los perros.— Explicó, mientras la anciana volvía a sus quehaceres, fingiendo qué no oía nada, cuando todos sabíamos que no era así.

—Es la analogía mas imbécil que he oído.

—Me preguntaba por qué estabas tan insistente con ella...

—Ya basta.

—Al fin te ha picado.— Continuó burlándose, mientras la ama de llaves colocaba las tortillas con queso frente a nosotros, con una mueca tan sonriente como la que se formaba en el plato.

—Gracias.— Le dije, volviéndome a Leo. —Eres un dolor de culo.

Negué con la cabeza, a sabiendas de que él no podría entenderlo, pero nada me causaba tanta curiosidad como Allison Jones, desde el primer instante en el que la había visto, incluso si ella no podía recordarlo.

—Ah, Helen, tus comidas son de lo mejor.— Comentó, ignorándome por completo antes de dar un bocado.

Todavía esperaba una llamada de Connor, esperando que simplemente fuera otro de sus chequeos rutinarios conmigo, y cada hora que pasaba sin que mi teléfono sonaba me volvía un poco mas paranoico. No es como si me molestara no saber nada de él, pero sabía que él detestaba no saber nada, sobre cualquiera cosa que le involucrara, lo que en ocasiones me recordaba tanto a Rohan Miller que me daba náuseas.

Todavía tenía la firme idea de conseguir una beca en fútbol y con suerte quitarle la idea a mi hermano de compartir el negocio familiar, mientras me dedicaba a jugar o, literalmente, a cualquier otra cosa que pudiera presentarse, pero incluso así, todo parecía bastante improbable.

Y todavía estaba Allison... la única chica que se había dado el lujo de rechazarme, o algo parecido, lo que, sin duda era algo tan nuevo como entretenido.

—Por cierto, si le pides a mi padre que se quede en la fiesta voy a patearte el culo.— Leo afirmó.

Odio no poder odiarteWhere stories live. Discover now