Capítulo 2

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Allison

Sus facciones articularon una sonrisita ladeada, apenas perceptible, al tiempo que me soltaba la mano, y rodeaba el banco para ocupar su lugar detrás de él.

Me quedé de pie un instante, mientras mi mano se enfriaba al separarse su tacto del mío. El director se despidió, y una extraña sensación me contrajo el estómago al intentar recordar la última vez que había visto una mirada semejante. No recordé nada.

Lucia me jaló por la espalda, hasta que volví a mi lugar, robóticamente, y la clase inició otro murmullo generalizado, dejando el embarazoso episodio atrás, momentáneamente.

— ¿Estás bien? — Mi amiga me preguntó en un susurro, y asentí, mientras la clase iniciaba. —Entonces quita la cara de idiota, parece que sufriste de una contusión cerebral. — Dijo, y le regalé una mirada amenazante, mientras la voz del maestro comenzaba a presentar una obra de Shakespeare.

Mi cabeza giraba noventa grados en oposición al nuevo estudiante, pero todavía era capaz de percibir sus movimientos, como si ojos quisieran voltear en contra de mi voluntad. Negué con la cabeza, tratando de comprender como alguien podía ser tan estúpida como para avergonzarse en el primer día, y comencé a rebuscar mi lápiz dentro de mi bolso.

El sonido de las hojas removiéndose, y los útiles sobre la mesa, inundó el lugar. Por supuesto que en el primer día íbamos a tener una tonelada de área, si era Fitz el que dictaba la clase, y por un instante envidié a Leo y su acertada elección, que probablemente le tenía haciéndose presentaciones, y hablando de sus metas ahora mismo, mientras yo adoptaba el papel del payaso de la clase, y tenía al centro de atención sentado justo a mi lado.

Lucia tomó una goma de mascar y se internó en la pantalla de su teléfono, cuando casi me había provocado una parálisis por hacer lo mismo. Suspiré frustrada al ver que no había traído nada más que un cuaderno, semi escrito y dejé el bolso en su lugar, al tiempo que un brazo se estiraba frente a mi rostro, con un lápiz en mano.

Un calor comenzó a recorrerme el cuerpo, mientras sentí que mis orejas quemaban, a sabiendas a quien le pertenecía, y contuve la respiración mientras volteaba, para encontrarme con una expresión divertida, y una ceja alzada de Jayson Miller, mientras descansaba una mejilla sobre su puño cerrado.

No me costaba trabajo comprender porque llamaba tanto la atención. Era increíblemente alto, tanto que sus rodillas tocaban el banco al sentarse, y su cuerpo atlético, ligeramente bronceado, despedía un aire de masculinidad sensual, que entremezclado con el brillo sagaz de sus ojos y su pose relaja, hacía pensar que acaba de salirse de una revista.

—Gracias. — Dije, tomando el objeto entre mis dedos, y nuestros dedos se encontraron una vez más.

Un par de ojos, dispersos de forma arbitraria en el aula, parecían casi demasiado interesados en nuestra pequeña interacción. El miró alrededor de forma fugaz, y las curiosas se voltearon, mientras el volvía la mirada hacia mí, todavía con el brazo extendido sobre mi mesa.

— ¿Qué? — Pregunté, con la mirada fije en su brazo, tendido frente a mí.

—Estoy esperando que escribas tu número. — Comentó, tan repentinamente y con tanta natural, que creí haber oído mal.

— ¿Cómo dices? — Volví a preguntar, mientras la mirada de Luzu se disparaba como flecha hacia nosotros, y observaba como Matt giraba la cabeza con disimulo.

— ¿Cómo pensabas que iba a llamarte? — Sonrió, con que probablemente era su sonrisa ganadora, mostrando sus dientes blanquísimos y un par de encantadores hoyuelos. Lo miré incrédula.

Odio no poder odiarteWhere stories live. Discover now