Capítulo 23

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Allison

—...entonces me dijo que su madre había preparado de esas comidas típicas de su país y se había indigestado así que no practicará.— Luzu explicó, mirando el texto de Leo con el ceño fruncido. —Y yo que quería que probara mis galletas, después de ver que tanto le había gustado el pastel.

—Así que el aniversario fue bien.— Comenté, mirando al rededor del campo como el equipo calentaba y a Leo sentando en la banca con una desagradable mueca.

—¡Sí! Aunque regresó a casa rápido, supongo que estaba cansado, pero el pastel ha sido mortal, deberías haberlo probado.— Ella sonrió, buscando una foto en su móvil y mostrándome el volcán de chocolate que chorreaba por todos lados.

—Sí, que pena.— Me burlé, sentándome en las gradas, observando a Ethan corretear en el césped de un lado a otro mientras las porristas, en primera fila, le alentaban esperanzadas haciendo que me burlara de ellas dentro de mi cabeza.

El pensar que a Eth le iban los tipos, y que había besado al hermano de Olivia la fumadora en lugar de a ella era del tipo de información que necesitaba ser procesada muy lentamente en mi cerebro, pero el ver a Regina, tratando de coquetearle después de haber sido rechazada por Jayson me causaba tanta diversión como imaginar la mueca que podría al ser rechazada por segunda vez.

El entrenador Bax apareció con su silbato y su gorra habitual, haciendo una reverencia al pasar junto a nosotras.

—Buen día, niñas.— Saludó, con un tono de voz regular que no creía que era capaz de articular, pero después volvió a los gritos habituales y pitidos molestos con su silbato.

A simple vista era un hombre bajo y regordete de cuarenta años aproximadamente, pero en el campo era una bestia gritona que explotaba a sus jugadores. Al parecer sus métodos resultaban ya que todos habían mejorado notablemente desde el año anterior. Todos se aproximaron a su alrededor, incluso Leo, que arrastraba los pies hasta mezclarse en el circulo de prominentes traseros pero no pude evitar notar que Jayson no estaba entre el montón.

—Bien señoritas...— Gritó firmemente, después de tocar su silbato con fuerza —como saben faltan solo dos semanas para el campeonato con nuestros rivales y se espera que...— se interrumpió a si mismo mientras recorría la fila de sus jugadores observándolos detenidamente.

Se paseó de un lado al otro con una mano hacia atrás y la otra en su mentón.

Los muchachos nerviosos se miraban unos a otros como si estuvieran conscientes de lo que molestaba al entrenador. Unos miraban el césped, otros tragaban con fuerza pero ninguno hacia contacto visual con él. Lucia y yo intercambiamos una mirada.

—¿Donde está?— preguntó finalmente y los miembros del equipo comenzaron desviar las miradas sin dar una respuesta concreta, lo que pareció sacar a Fuller de sus casillas —¡Miller! ¡¿dónde demonios está?!— vociferó mientras tiraba su gorra al suelo y algunos dieron un respingo.

—No ha venido a la practica, entrenador.— Leo comentó despacio mientras el entrenador se ponía rojo de los nervios como si se hubiera enterado que el mundo acababa.

—¿Que dices, Thompson? Dices acaso ¿que mi quarterback se ausenta en la última práctica antes del receso de verano?— Se rascó la cabeza, dando una profunda inspiración. —¡¿Eso estás diciéndome?!

—Si, eso digo.— Leo respondió con una mueca insegura.

Volví a mirar al rededor, aunque ya era consciente de su ausencia y me mordí el labio con fuerza. Sabía que Jayson había faltado a la escuela, y no habíamos hablado desde la última y horriblemente vergonzosa charla del día anterior; ningún mensaje, ni llamadas, ni siquiera sus habituales publicaciones molestas en mi redes sociales. Había desaparecido hacía más de doce horas, y de pronto eso me molestó.

Odio no poder odiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora