Capitulo once: Beauxbatons y Durmstrang.

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Los jefes de las casas colocaban a sus alumnos en fila. Estábamos en frente del colegio.

—Son casi las seis —anunció Ron, consultando el reloj y mirando el camino que iba a la verja de entrada—. ¿Cómo pensáis que llegarán? ¿En el tren?

—No creo —contesté.

—¿Entonces cómo? ¿En escoba? —dijo Harry, levantando la vista al cielo estrellado.

—No creo tampoco... no desde tan lejos...

—¿En traslador? —sugirió Ron—. ¿Pueden aparecerse? A lo mejor en sus países está permitido aparecerse antes de los diecisiete años.

—Nadie puede aparecerse dentro de los terrenos de Hogwarts. ¿Cuántas veces les tengo que decir? —exclamó Hermione perdiendo la paciencia.

Todos los alumnos del colegio, en la semana, se preguntaron las mismas preguntas que Ron. Está empezando a hace frió, espero que se den prima antes que me de una hipotermia.

—¡Ajá! ¡Si no me equivoco, se acercan los representantes de Beauxbatons! —gritó Dumbleore.

—¿Por dónde? —preguntaron muchos mirando en diferentes direcciones.

—¡Por allí! —gritó uno de sexto, señalando hacia el bosque.

—¡Es un dragón! —gritó uno de los de primero.

—No seas idiota... ¡es una casa volante! —le dijo Dennis Creevey.

Dennis estaba cerca de la realidad pero no se trataba de una casa volante, si no un carruaje colosal, de color azul pálido y del tamaño de una casa grande, que volaba hacia nosotros tirando por una docena de caballo alados de color tostado, cada uno del tamaño de un elefante.

Las filas delanteras se echaron para atrás cuando el carruaje descendió. Llevaban un escudo: dos varitas mágicas doradas cruzadas, con tres estrellas que surgían de cada una.

Un muchacho vestido con túnica de color azul pálido saltó del carruaje al suelo, hizo una inclinación y desplegó una escalerilla dorada. Retrocedió un paso. Vi un zapato negro brillante, con tacón alto, que salía del interior del carruaje. Al zapato le siguió, casi inmediatamente, la mujer más grande. Algunos ahogaron un grito.

Dumbledore comenzó a aplaudir. Los estudiantes aplaudieron también, muchos de ellos de puntillas para ver mejor a la mujer.

Luego de que la mujer grande fue a saludar al director, le siguieron doce alumnos, chicos y chicas. Aun no se la edad pero supongo que veinte años o menos.

—¿Ha llegado ya «Kagkagov»? —preguntó Madame Maxime.

—Se presentará de un momento a otro —aseguró Dumbledore—. ¿Prefieren esperar aquí para saludarlo o pasar a calentarse un poco?

—Lo segundo, me «paguece» —respondió Madame Maxime—. «Pego» los caballos...

—Nuestro profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas se encargará de ellos encantado —declaró Dumbledore—, en cuanto vuelva de solucionar una pequeña dificultad que le ha surgido con alguna de sus otras... obligaciones.

—Muy bien —asintió Madame Maxime, haciendo una leve inclinación—. Y, «pog favog», dígale a ese «pgofesog Haggid» que estos caballos solamente beben whisky de malta «pugo».

—¿No oyes algo? —preguntó Ron.

—¡El lago! —gritó Lee Jordan, señalando hacia él—. ¡Miren el lago!

Algo se agitaba bajo el centro del lago. Aparecieron grandes burbujas, y luego se formaron unas olas. Por último surgió en medio del lago. El barco fue surgiendo del agua. Producía una extraña impresión de cadáver, como si fuera un barco hundido y resucitado. Comenzó a atravesar el lago hacia tierra.

Compartiendo el Mundo (Draco Malfoy)Where stories live. Discover now