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Dastan 

No sé cómo mierda llegamos aquí. Sólo recuerdo tomar entre mis brazos a mi ángel y dirigirme hacia un jodido auto que ya estaba esperando. Thomas iba condiciendo y diciendo ordenes de que ejerciera presión para que no siguiera saliendo sangre. Pero no servía de nada. Sangre salía a chorros del estomago de Pepper. Pero nunca dejé de presionar. 

Ella de repente abría los ojos, pero estaba completamente ida. Yo sólo le decía que aguantara. Y muy egoístamente, que no podía dejarme. 

Al llegar al hospital, un montón de paramédicos nos recibieron con una camilla, y cosas para reanimar a mi ángel. La coloqué en la camilla y una mujer se subió encima de su cuerpo y empezó a romperle la ropa mientras todos se la llevaban y le hacían no se cuantas cosas más. Intenté seguirlos, pero el idiota de Thomas me detuvo. 

–¡Déjame, Thomas! –le ordeno, intentando zafarme de él. 

–Güey, tranquilízate –dice Lex a mi lado, también intentando detenerme. 

–¡¿Tu que haces aquí? Deberías estar allá adentro! 

–No puedo atender a familiares. Tienes que calmarte. 

–¡Ella no es tu familia. Ve allá adentro y haz algo! 

–Pero tu sí, Dastan. No puedo hacer nada. No lo tengo permitido y si intento algo, me sacarían y complicaría más las cosas. Cálmate ahora mismo. Sólo estás complicando todo. 

–Dastan, cálmate –me dice mamá tomándome del rostro para que la mire–. Esto no ayuda en nada. No quieres estar allí adentro tú también. 

La verdad sí, quiero saber a donde se la llevaron. 

Todos están aquí, incluso Will pero él es porque también trabaja aquí. Las únicas que faltan son Nikky y su tía. No sé como es que todos llegaron pero no sé si en realidad quiero que estén aquí o quiero que desaparezcan y que alguien me diga a donde demonios se llevaron a mi ángel. 

Me giro hacia el auto, hago mi brazo hacia atrás y descargo toda mi ira en un puñetazo que hunde un poco el costado del auto. El dolor me penetra hasta los huesos, pero no me importa. Nada de esto importa. Sólo quiero que mi ángel esté bien.

~ · ~ · ~ · ~ · ~ · ~ 

Estamos en la sala de espera. Todos están sentados excepto yo. 

Kaa está bien. A ella también la atendieron, pero no tiene nada, gracias a Dios. Está sentada con mamá y papá. Y con la policía. Les está contando todo lo que pasó. 

Yo ya expliqué lo que vi. 

A mí también me revisaron los puñeteros médicos. Me lastimé un poco los nudillos y la muñeca, así que tengo vendada la mano. Dijeron que no la moviera, pero su jodida venda está tan floja que es imposible. O tal vez yo la aflojé. Da igual. 

Mí ángel está en la sala de operaciones y nadie ha salido a decir nada. Mamá dice que son buenas noticias, pero yo no entiendo que tienen de buenas. ¿Por qué nadie sale a decirme que pasa? 

–¡Dastan! –escucho su dulce voz. 

Cuando volteo, está corriendo hacia mí con los brazos abiertos. 

–Oh, Nikky –me aproximo a ella, la levanto y la rodeo con mis brazos con todas mis fuerzas. 

Es la única persona que hasta ahora ha podido darme un poco de consuelo. 

Por el rabillo del ojo veo que Kristeen se aproxima a su esposo y hunde la cabeza en su pecho en un abrazo. Está llorando. 

–¿Dónde está mi mamá? –pregunta Nikky en mi hombro. 

Huellas en la Piel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora