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Pepper 

–Después del último semáforo, entramos a la carretera. Venía platicando con Emma y mis padres sobre cómo iban a cambiar nuestras vidas de nuevo. Emma estaba preocupada por Nicole. Habíamos acordado que ella se quedaría en casa con mis padres mientras nosotras estudiábamos. Siempre apoyamos a Emma con Nicole, la tuvo a los diecisiete. Su padre es un idiota que simplemente desapareció cuando se enteró de que estaba embarazada–. No sé por qué siento la necesidad de explicarle todo a Dastan, pero ya no puedo seguir guardándolo más–. Emma estaba preocupada de que Nicole se fuera a olvidar de ella cuando nos fuéramos, le dije que era una tonta por pensar eso, que obviamente eso no iba a pasar jamás. Después, simplemente apareció de la nada, un ciervo se atravesó en la carretera –. Mientras lo digo, coloco mi mano en mi antebrazo izquierdo. 

–¿Por eso el tatuaje de tu brazo es un ciervo? –pregunta Dastan, mientras se acerca más a mí y toma mi brazo para ver mejor el tatuaje y empieza a trazarlo con las yemas de sus dedos. 

–Sí. 

Su caricia se detiene en un punto, o mas bien una línea que marca mi brazo–. Cubre una cicatriz. 

–Sólo me rompí el brazo y tres costillas porque era la única que usaba el cinturón de seguridad –. Cada vez me cuesta más trabajo hablar bien, nunca había llorado en frente de nadie, no me gusta que vean que estoy rota. 

–Nena –. Dastan toma mi rostro y limpia las lagrimas que caen por mis mejillas. 

–Yo iba conduciendo, Dastan. En el último semáforo le insistí a papá que me dejara conducir y todos nos cambiamos de lugar, Emma y yo nos pasamos adelante y mamá y papá se pasaron al asiento trasero. Todo iba bien. Cuando vi al ciervo, giré el volante para no atropellarlo, pero no vi el auto que venía del otro lado. Todo fue por mi culpa. 

–No, nena. Fue un accidente. 

­–A ninguno de nosotros nos gustaba usar el jodido cinturón, pero no sé, ese día simplemente me lo puse –. No puedo más, sólo agacho mi cabeza y me cubro la cara con las manos, me da vergüenza que me vea así. 

Siento que Dastan me jala hacia él y me cubre con su cuerpo en un tierno abrazo. No me gusta que me abracen, pero en él se siente como si estuviera en mi hogar. 

–Daría todo lo que tengo por haber sido yo la que muriera y no ellos. 

Siento que se tensa–. Si eso hubiera pasado, jamás te habría conocido. 

–¿Y cuál sería la diferencia? 

–Seguiría siendo miserable. 

Sus palabras hacen eco en mi cabeza. ¿Por qué dice eso? Siento que su abrazo se hace más fuerte, como si se aferrara a mí y me llena una necesidad de protegerlo, aunque no sé de qué, y me doy cuenta de que lucha entre si decirme o no, así que decido no seguir por ahí. No quiero presionarlo. 

–Emma tampoco era su verdadero nombre ­–le cuento, mientras seguimos abrazados y siento como se relaja.

–¿Es un apodo como el tuyo? 

–Ajám. 

–¿Cuál era su nombre real? 

–Emmeke Marlien. Ella me puso Pepper, y yo a ella Emma. Mis padres decían que esas fueron nuestras primeras palabras. Ya después cuando crecimos les buscamos una explicación más lógica.

–¿Entonces es cierto eso que dicen que los gemelos son más unidos? 

–Pues no lo sé. Supongo que sí, pero no tuve otros hermanos con quién compararlo. 

Huellas en la Piel ©Where stories live. Discover now