Capítulo 3.

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3. Aceptando el juego.

Harry se quedó tan paralizado como yo. El chico se paró en seco en mitad de la sala, y yo le miraba.

Mis piernas que se escondían debajo de la mesa no podían ser vistas, pero mis nervios se manifestaban en ellas. Ambas no paraban de moverse.

¿Qué hacía él allí? ¿No quedamos mi mente y yo en olvidar todo lo de la noche pasada?

—Harry, esta es... - El señor Hamilton intentó presentarme.

Mi mente aún estaba estancada observando al chico del pub, el destacado como imposible, el misterioso amigo de Nick, el protagonista de la apuesta.

Llevaba un jersey de lana grisáceo junto a unos jeans bastante ajustados vaqueros. También vestía unos zapatos que le daban un toque formal a su conjunto.

Regresé la mirada a Robert Hamilton, que aún peleaba con él mismo tratando de adivinar mi nombre.

—Abbie. – Contesté, ágilmente. – Soy Abbie Evans.

—Evans... - Murmuró Harry. 

—Sí, Evans... - Contestó Robert.

Stewart arqueó sus cejas mientras yo intenté controlar mis nervios y conseguir ponerme de pie encima de mis tacones. Retiré mi silla y lo conseguí.

El hombre se acercó al lado de su sobrino y le puso su mano en la espalda, dándole un pequeño toquecito y conduciéndole hasta mí.

El chico se puso enfrente de mi cuerpo. Mi mirada iba directa a la suya, sin ninguna diferencia de altura gracias a mis tacones.

Estaba totalmente consternada, y no solo eso, sino que sobre todo estaba intimidada.

La mirada tan penetrante y esos ojos verde esmeralda me estremecían abismalmente, sin siquiera saber por qué.

El chico me estrechó el brazo casi obligado por su tío.

Miré cautelosamente su mano en el aire. Sus dedos largos y aparentemente ágiles estaban decorados por tres anillos. Las venas le destacaban notablemente, y, en la muñeca, lucía un reloj valorado en quién sabe cuánto.

Sacudí mi cabeza y tendí mi mano para estrecharla con la suya.

Un escalofrío me brindó la oportunidad de saber lo que era sentir la piel de Stewart en completo contacto con la mía.

—Bien. – Interrumpió el señor Hamilton. - ¿Qué os parece si tomamos asiento y negociamos?

Harry se alejó de mí rodeando la mesa y sentándose en la silla de enfrente de la que yo previamente me había sentado –o casi caído –. El señor Hamilton tomó asiento al lado del joven.

—Bien, Abbie. – Dijo. – Estamos muy interesados en seguir la nueva línea que vuestra tienda está llevando, la de antigüedades. Es la única que se ha molestado en trabajar con discos de tanto tiempo atrás con sumo interés. Y, ya que nuestra empresa se dedica a ello, nos gustaría promocionarles a cambio de un porcentaje de sus recaudaciones.

Pestañeé rápidamente. ¿Qué decía? Ni siquiera sabía de lo que me estaba hablando, no tenía la menor idea de la existencia de esa nueva línea de antigüedades.

Cogí el cuello de mi jersey disimuladamente y lo retiré de mi piel. Sentí el aire pasar por dentro y tranquilizarme.

Tomé un vaso de agua que estaba sobre la mesa y le di un pequeño sorbo mientras leía de refilón los apuntes que me había prestado Ruth.

—T-totalmente de acuerdo con usted, señor. – Contesté balbuceando.

El señor Hamilton sonrió y entrelazó sus dedos poniendo las manos encima de la mesa. Harry no dejaba de mirarme, tanto que me sentía casi acosada.

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