Capítulo 30.

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30. La caseta del bosque. 

Salí disparada del coche, sin ser capaz de pararme a examinar mis reacciones, ni siquiera la situación.

Harry acudió rápidamente a mí y se puso a mi lado, quizás intentando funcionar como refugio.

Rápidamente me explicó las funciones que tenía la pistola para que no tuviese ningún tipo de problemas a la hora de defenderme.

La noche estaba completamente entrada y por más que mirada en todas direcciones no encontraba rastro de nadie, ni siquiera luz.

Harry debió haber visto a alguien en ese cristal para reaccionar como reaccionó. Pero, ¿A quién?

Subimos las escaleras que tenía al principio del porche esa casa y el chico me acompañó hasta la puerta.

—No enciendas ninguna luz. Nada más entrar a la derecha tienes una linterna. Intenta no hacer ningún ruido y sube directamente a la planta de arriba. Dirígete a la última habitación y escóndete en alguno de los armarios. – Me informó. — Y, por favor, no guardes el arma bajo ningún concepto. Siempre tenlo apuntando.

Mi rostro seguiría mostrando sorpresa. No podía estar pasando esto. ¿Acaso estábamos siendo víctimas de una broma de mal gusto? ¿Actores ocultos de una película de acción? ¡¿Esto era la cruda y cruel realidad?!

Pestañeé tan rápido como pude, sin dejar de mirar los ojos de Harry, intentando buscar un consuelo. Pero no. Esta vez no lo encontré.

El chico arrebató las llaves de mis manos y abrió la puerta.

—¿Dónde vas tú? – Pregunté.

—Estaré bien. Ahora, dame tus tacones.

—¿Mis tacones?

—No puedes hacer ningún ruido, ¿Recuerdas?

Agrandé mis ojos y me descalcé. Miré a Harry en busca de alguna pista que me insinuase qué hacíamos ahí, pero no la encontré.

El chico miró al interior de la casa, obligándome con ese gesto a pasar adentro.

—Lo siento, Abbie. – Murmuró, con un tono de culpabilidad.

Harry se acercó a mí y me dio un pequeño beso en los labios. Cerré mis ojos e intenté calmar mi miedo.

Sólo quería gritar, como lo hacía cuando veía películas de miedo e incluso esparramaba las palomitas por cualquier lado de la sala. Sólo quería eso.

Stewart bajó las escaleras del porche de la casa de nuevo y puso su pequeña pistola en alto, a la altura de su cabeza.  Miraba para todas direcciones, en guardia.

Tras unos segundos, miró hacia atrás.

Su cabeza de nuevo señalaba al interior de la casa. Sentí que me obligaba con ese gesto a entrar, por muy en contra que estuviese de hacerlo.

Me adentré en el interior. No se veía absolutamente nada. Mis manos fueron las que se encargaron de buscar con la palma la linterna que Harry aseguraba que estaba al principio, a la derecha.

Inspeccioné con el tacto los muebles y, al fin encontré la herramienta. Subí el piloto para encenderla y una tenue y amarillenta luz salió del aparato. Con la mano derecha, me encargué de llevar la pistola, apuntando siempre hacia donde estaba iluminando con la linterna.

Enfoqué como pude los rincones de la casa. Era un salón algo antiguo. Con un par de sillones en medio, una chimenea enfrente y una televisión de haría quizás veinte años.

WHISPERSWhere stories live. Discover now