Capítulo 21.

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21. Una montaña rusa junto a un te quiero.

Derecho constitucional. Una de las asignaturas en las que más pereza me daba tomar apuntes.

Mi boli bailaba entre mi dedo índice y pulgar, y mi móvil de nuevo vibraba.

La gente de mí alrededor me miraba, casi asesinándome.

Quizás cinco llamadas sin contestar de Harry, pues no volví a hablar con él desde lo que pasó en su casa.

Puede que hubiese sido una desagradecida, quizás lo fui. Pero necesitaba irme y pensar.

Me gustó complacerle, pero no que me complaciese. Mi miedo aún estaba ahí y quizás sería más difícil de lo estimado curarlo.

Y, Harry, necesitaba un cariño que yo no podía ofrecerle.

Mis ojos estaban comenzando a encharcarse. No estaba siendo fácil para mí tratar de ver la realidad, y tratar de entender que estaba empezando a querer a Harry más de lo que debería. Más de lo que en un principio supuse.

Ese chico con tan solo su manera de ser me había cautivado hasta el punto de sólo poder pensar en él, y que mi vida se vertiese en él.

El chirriante sonido de la campana sonó. Última clase finalizada.

Recogí mis cosas tan rápido como pude y colgué mi bolso en el hombro.

Miré mi teléfono y pude comprobar que había llamado, una vez más, Harry. Una llamada más desde hacía dos días. Un par de mensajes a los que no contesté.

Le dije que necesitaba pensar, y así era.

—¡Ab! – Exclamaron detrás de mí. - ¡Ab!

Me giré y me percaté de que era Sharon, corriendo hacia mí.

La chica se paró sofocada delante de mi cuerpo y yo la miré, ceñuda y extrañada.

—¿Qué ocurre, Shar?

—Preguntan por ti. – Dijo, entre sofocos.

Fruncí el ceño aún más.

—¿Quién?

—Está en un Audi negro. ¿Harry?

La chica seguía casi hiperventilando. Mis ojos ahora eran de sorpresa.

—¿Dónde está? – Pregunté.

—En la salida. Parece angustiado.

—Iré a verle.

—Espero que me cuentes qué está pasando, Ab. No entiendo nada.

—Ni siquiera yo lo entiendo, Sharon.

Eché a correr rápidamente, esquivando a la gente que se encontraba por los pasillos de la facultad.

Mis ojos se cerraban, maldiciendo la hora en la que no le cogí el teléfono.

Bajé las escaleras compuestas por granito, que había al pie de la entrada de la universidad, y eché un vistazo general. Al fin localicé un Audi negro, como no era de extrañar, aislado de todos los demás.

Apresuré mi paso, abriéndome hueco entre la gente, hasta que llegué a la carretera y conseguí llegar hacia el vehículo.

El gesto de Harry era irritante.

Abrí la puerta y, rápidamente, me introduje en el coche.

—Abbie. – Murmuró.

—¿Por qué has venido?

WHISPERSWhere stories live. Discover now