Capítulo 14

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Cuando llegué a casa de Malus, la puerta de la cerca estaba forzada y caída, como si alguien hubiese tratado de robar. Al instante me puse nervioso, pero recordé que Malus había enviado ese mensaje.

Entré al jardín y vi macetas con flores marchitas tiradas en el suelo. En la puerta, unas tijeras para el jardín estaban clavadas. Ahora sí temí lo peor.

Al acercarme a la puerta, quité las tijeras de ahí, las lancé a un lado y entré.

Parecía que un tornado había arrasado con el lugar.

El sillón en la sala estaba volcado, la televisión tenía un zapato dentro y todos los (pocos) cuadros de la pared azul estaban rotos en el suelo.

Avancé por el pasillo hacia atrás, a la habitación de Kevin. Y ahí estaba él, sentado a la orilla de su cama, sosteniendo una piedra contra sus labios. Parecía furioso.

Me acerqué un poco a él y pude ver que sus ojos estaban hinchados. Había estado llorando.

-Malus, ¿estás bien? -pregunté despacio, manteniendo la distancia. Como no respondió, volví a preguntar-. ¿Malus? ¿Qué sucedió? -avancé hasta estar enfrente de él. Pero seguía sin poner atención. Parecía estar perdido.

Agité una mano enfrente de sus ojos, y nada. Sólo apretaba la piedra contra sus labios. Me puse en cuclillas para verlo mejor a la cara. Malus frunció el ceño, y una lágrima salió de su ojo izquierdo. Tenía más golpes, de hecho, tenía una ceja partida y el labio inferior abierto.

Alguien lo había herido.

-¿Kevin?

Esta vez si funcionó. Malus separó la piedra de sus labios, dejando una pequeña mancha de sangre en ella. Se levantó, se secó la lágrima y avanzó hacia su escritorio, donde dejó la piedra junto a otras siete piedras de igual tamaño o más. Todas con una mancha de sangre.

-Kevin... ¿qué... qué es todo esto? -entonces habló, pero no con su voz, sino, imitando a alguien:

-"Oh, Dios mío. ¿Qué hice para merecer esto?" -su voz sonaba grave, pero a la vez le temblaba de furia- "¿Por qué no pude tener a un hijo más varonil?" -dos lágrimas salieron de sus ojos- "Ya te puedes ir olvidando de mí" -entonces cerró los ojos y bajó la cabeza.

-¿Malus? ¿Qué es eso?

Kevin pasó su mano por sus ojos, limpiando sus lágrimas. Después, levantó su cabeza.

-Mi padre... él... -respiró profundamente- él hizo esto.

-Oh, no... -Malus se volvió a sentar en la cama y pasó sus manos por su cabellera-. ¿Qué fue lo que sucedió?

-Yo... yo quería decirle, pero él se enojó -empezó a contar, sin decir lo que él quería decir-. Después empezó a lanzarme piedras. Desde ayer ocurrió esto; no me tropecé, mi padre me lanzó esa pequeña piedra -tenía la mirada perdida-. Todo porque le dije. No tenía porqué decirle -otras lágrimas.

-¿Qué le dijiste? -pregunté con curiosidad. Pero no me contestó.

-Y hoy le dije que debíamos a hablar respecto a eso, pero enloqueció. Estaba muy borracho. Empezó a lanzar cosas, y... y... y casí muero con las tijeras para jardín. Yo no quería que esto sucediera, yo... yo sólo... no... -dijo alteradamente. Volví a preguntar por lo que le dijo, pero siguió sin responderme. Así que puse mis manos en sus hombros y él se tranquilizó. Me miró a los ojos y pude ver que estaba asustado. Casi como Bambi cuando mataron a su madre. O como Simba cuando mataron a Mufasa. Pero yo estaba ahí para ayudarle.

-Kevin -volví a decir- ¿Qué fue lo que le dijiste?

Malus se hizo a un lado y yo me senté frente a él. Tragó saliva y empezó.

La Espada de Oro (Los Elegidos #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora