Capítulo 5

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― ¡Cuidado! ―gritó Jared, mientras una bola de tierra era lanzada hacia nosotros.

La mujer, que seguía agitando los dedos, seguía parada detrás del mostrador con su sonrisa de oreja a oreja. Jared y yo nos escondimos detrás de un estante donde se vendían fertilizantes.

―Esto es malo. Esto es realmente muy, muy malo.

― ¿¡Ahora me crees!? ―grité entre el ruido que hacían las piedras al golpear contra el metal "pitium, pitium, pitium".

―¡¡Max, este no es el momento!! ―pitium, pitium, pitium.

― ¿¡Pero me crees!? ―necesitaba hacerle creer que no estaba loco.

―¡¡Eres un completo idiota!! ―dijo, dándome un zape. Pitium, pitium, pitium.

―¡¡Necesito saber que no crees que esté loco!! ―pitium, pitium, pitium.

―¡¡En este momento actúas como uno!! ―pitium, pitium, pitium― ¡¡Estamos siendo atacados por una mujer que creó una masa enorme de tierra... y tú quieres saber si te creo!!

―¡¡Lo siento, pero sólo quiero saber si me queda un poco de cordura!! ―pitium, pitium, pitium.

Las piedras pronto comenzaron a dejar de atacarnos y ambos nos calmamos. Jared se asomó por un lado del estante.

― ¿Se fue? ―pregunté en un susurro.

Jared se puso de pie de pronto, me agarró de una manga y me jaló hacia nuestra derecha, detrás de otro estante. Al voltear, una enorme bola de tierra, del tamaño de un bote de basura, salió disparada hacia el estante, llevándoselo contra el cristal y destrozándolo.

―Uff, estuvo cerca

 Esta vez, estábamos escondidos con herramientas de jardinería.

 ― ¿Qué haremos? ―preguntó Jared entre la avalancha de piedras que volvía a atacarnos. Pitium, pitium, pitium.

― ¿Qué quieres que diga? ¡Yo estoy a tu lado!

― ¡Sabes que era un pregunta retórica!

― ¡No, no lo sabía! ―ambos comenzamos a manotear y golpearnos hasta que recordé la situación en la que nos encontrábamos― ¡Basta! ¡Esto no nos servirá de nada!

 ―Tu comenzaste... ―susurró mi amigo, a lo que le dirigí una mirada fulminante― Ok, ok, está bien.

―Tiene que haber algo que hacer ―pitium, pitium, pitium.

Miré los instrumentos de jardinería: palas, tijeras, picos, azadones, y otros que tenían forma de tridente.

Si la mujer era la que "lanzaba" esas piedras, ¿qué ocurriría si le lanzaba a ella una pala? Sin pensarlo dos veces, agarré una pala y la lancé a ciegas a la mujer. La pala dio a quien quería, y las piedras cesaron el ataque. La mujer gimió y ahí vi nuestra oportunidad de escapar.

― ¡Vamos, corre!

Salimos de la tienda por la ventana destrozada y corrimos por la calle de donde habíamos llegado.

― ¿A dónde iremos? ―preguntó Jared a mi izquierda mientras corríamos.

―Podemos ir a una de nuestras casas.

―Pero... pero nuestras familias... ―nos detuvimos, tenía razón.

Miré hacia atrás, donde de la tienda, que se encontraba a una cuadra y media, salía una esfera de color café de la gran nube de tierra encima de la mujer.

―¡¡Por acá!! ―jalé a Jared a nuestra derecha, en el momento exacto en que la piedra chocó contra la esquina del edificio azul haciéndose pedazos.

La Espada de Oro (Los Elegidos #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora