Capítulo 39

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Oh, dios. Oh, dios. Oh, dios. Oh, dios.

Estaba muerto. Podrido. Destrozado. Asesinado.

-¡Dijiste que nunca ha hecho eso! -grité y agarré mi cabeza con las manos. Una cosa era que ella tomara tus brazos y te lo torciera, y la otra era luchar contra ella.

-Y es la verdad. Bueno, era la verdad -respondió Frank. Se encogió de hombros y subió una pierna a su rodilla-. Mira el lado bueno, eres especial.

-Tiene razón -concordó Jared-. Eres la única persona por la que se ha ofrecido. Ha de ser una señal.

-¡Señal y una mierda! Estoy frito. Si me eligió es porque en verdad quiere luchar. En resumen: me va a matar. -Me acerqué a uno de los sofás y me dejé caer. Frank reía y sabía que detrás de ese vendaje estaba mirándome.

-Sólo es cuestión de entrenar, lo sabes. -Jared estaba tan decidido con su optimismo, pero él también sabía que iba a morir.

-O puedes retirarte. Puedes ir con los mellizos... -empezó Frank y Jared le lanzó una mirada. El de Aire se detuvo y de nuevo hablaban de algo que yo no sabía.

-¿Me... llizos? ¿Qué mellizos? -Me incorporé al instante para estar más atento a lo que decían. Jared puso los ojos en blancos y se cubrió la cara-. ¿De qué mellizos hablan?

-Unos mellizos drogados... -contestó Jared desesperado, pero Frank lo corrigió.

-Videntes, no lo olvides. -Giró hacia mí, aunque la mitad de la cara casi no se le veía-. Ellos... saben cosas. -Esto último lo dijo con un tono melancólico. ¿Acaso sabían algo de Frank?

-Como digas, sólo adivinan -dijo Jared, harto de ellos.

-¿Dónde los encuentro? -interrogué, ignorando a Jared. Caminé hasta la entrada delantera de la CP y miré por las ventanas: no había nadie. O al menos no en esa parte del Campamento.

-Convenientemente, ellos están a unas cabañas de la nuestra -respondió Frank y escuché un "Dios, no" de Jared.

-Luego los veo. -Y salí disparado hacia las cabañas.

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No fue muy difícil encontrarla. La cabaña tenía las ventanas cubiertas por telas, ya la había visto antes. Al acercarme a la puerta, pegué el oído para escuchar algo.

-¿También lo sientes? -oí a una mujer decir cerca de la puerta.

-¿Lo siento? -contestó una voz de hombre más alejada-. No, lo escucho.

La puerta se abrió de pronto y una mujer de la edad de Frank me miró a los ojos desde detrás de esa capa de cabello oscuro que le cubría la cara.

-Oh, vaya... -susurró-. Max Carrington...

-Pasa, pasa. -Un hombre con la misma cara que la mujer, habló sentado en la cama. Tenían la misma cara, y casi la misma ropa. Lo único que los diferenciaba era la voz y el cabello.

Di un paso al interior se la cabaña y la mujer cerró la puerta. Me di cuenta que esta pareja vivía en la oscuridad. Me preguntaba si alguna vez habrían salido de ese lugar.

¿Por qué había ido ahí? Ni siquiera tenía alguna pregunta por hacer aunque se me podría ocurrir algo en el momento.

-Oh, sí. Vas a cambiar el mundo -soltó el hombre de repente.

-¡Raph! No seas así con nuestro invitado. Ni siquiera sabes si esa es la respuesta que busca -la mujer le dio un golpe en la cabeza a su hermano y se sentó en la cama opuesta. Ambos se miraron y sólo me quedé quieto ahí sin hacer nada. Estaba pensando en dejar ese ambiente incómodo cuando la mujer habló.

La Espada de Oro (Los Elegidos #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora