Cuidándolo.

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10

Mientras caminaba por la tierra húmeda del bosque en busca de algún riachuelo o arroyo, mi mente unía las piezas del rompecabezas.

Sabía lo que me habían comentado en la aldea, que era que un chico se había rehusado a ser parte de la comunidad que habían formado arriesgándose a vivir solo. Pero todos creían que él estaba muerto, pues ya eran casi seis años desde que había llegado al planeta.

Sacudí la cabeza alejando cualquier idea. No es cómo si el tal Niall Horan fuera el único con ese nombre. Podría haber otros, ¿cierto?

Pero, resulta que este Niall, me había dicho con palabras directas que él no quería tener nada que ver con los marcados. Además yo misma lo había visto refugiarse en la noche en una cueva independiente. Y ahí pasamos cuatro noches más. Jamás me llevó a la aldea.

Me paré en seco cuando escuché el leve sonido de agua corriendo. Apresuré mi paso hacia donde provenía el ruido. Era una corriente de agua. Me acerqué y llené mi bote y el de Niall hasta el tope. Necesitaría toda la que pudiese llevar.

Recordé una de las lecciones de supervivencia, en la cual nos informaron sobre plantas medicinales. Sólo pude recordar una que servía para desinfectar heridas y otra para parar el desangramiento. Así que busqué con la mirada la forma y color de tales plantas, ya que según recordaba todas las plantas curativas crecían alrededor de una fuente de agua. No tardé mucho en encontrarlas. Una era color azul aqua y otra era amarilla. Arranqué cuatro de cada una desde el tallo y tomé el camino de regreso a la cueva.

― Te tardaste. ― Dijo Niall con voz débil cuando entré a la cueva.

― Me costó un poco tomar las plantas. ―Me acerqué a él y observé la herida.

― ¿Sabes lo que haces? ― Preguntó el rubio. Yo lo miré algo molesta.

― Claro que sí. Traje agua y estas plantas que desinfectan. No recuerdo su nombre. ―El se incorporó en sus codos y miró las plantas en mi mano.

― Déntener y Jaulí. ―Yo rodé los ojos.

― Sí. Ahora acuéstate. Te va a doler un poco. ― Sin decir una palabra obedeció, y yo tomé uno de las botellas y comencé a lavar su herida cuidadosamente con mi mano. El intentaba no decir nada pero a veces gruñía de dolor. Cuando terminé, mojé un poco las hojas de ambas plantas, haciendo que se hicieran algo pastosas y comencé a colocárselas encima de la herida. ― Disculpa si duele.

― No duele. Me están refrescando. ―Levanté la vista y pude ver su rostro ahora relajado. Su cabeza descansaba en la tierra y sus ojos estaban cerrados. ― Sólo espero que no se infecte, o moriré.

― No morirás. ―Contesté con un tono sereno. ― La planta color azul prohibirá el paso de bacterias a tu piel. ―Tomé dos hojas grandes que había tomado de un árbol y con mucho cuidado las enrollé en su pierna, asegurando las plantas curativas sobre su carne viva.

― ¿Cuánto crees que tarde en sanar? ¿Cuatro, cinco días? ― Preguntó Niall observando su pierna.

― Yo creo que en dos días estarás bien. ―Él dirigió su vista hacia mí, que ahora estaba sentada con las piernas cruzadas mirando hacia él.

― ¿Dos días? ― Yo asentí.

― Sí. Eso dijeron en la aldea. Las plantas curan en dos días. ―El entrecerró los ojos.

― ¿Crees en lo que ellos te dicen, niña? ― Yo rodé los ojos.

― ¡Que no me llames niña! Soy Dian. ―El rió.

― Da igual. De todas maneras, ¿qué clase de nombre es ese? ― El coraje llenó mi cabeza.

― ¡Pues el mío! Y ¿por qué tienes que ser tan grosero? Te salvé de ese mono. ―Niall pareció aun más divertido.

― Un gran golpe de suerte. Creí que terminarías encajándote la espada a ti misma, ―él rio de nuevo― con esa puntería tan mala que tienes.

Lo miré sin poder hacer nada. Estaba furiosa pero no quería seguir su juego. Me estaba diciendo prácticamente inútil. Y sí, sé que soy mala para matar o hacer fogatas o sobrevivir... Pero el no debe tratarme así. Sin decir nada me levanté y salí de la cueva. El tampoco dijo una palabra.

Sabía que pasar tiempo con Niall era sólo alterar mis nervios. Pero de alguna manera u otra, necesitaba quedarme con él en lo que encontraba la manera de regresar a la Aldea. Sabía que estando yo sola podría morir. Así que por unos cuantos días podría soportar su hostilidad.

Además él parecía saber cosas de las que yo quería descubrir más. Me preguntó si creía en lo que la aldea me decía y eso abrió la duda en mí. Porque antes de partir hace cuatro días, Faith me había hecho un comentario que me hizo pensar demasiado. "Aquí entre menos personas, mejor. Por eso no te lo han dicho". ¿A qué se refería con eso? ¿La aldea estaba guardando secretos? Y sus secretos ¿eran ocultos a los marcados, a los humanos o a los Yakatis?

Mientras desperdiciaba el tiempo tratando de alejarme de Niall, sentí mi estómago estremecerse. Hambre. Solté un suspiro y comencé a buscar árboles de frutas no venenosas.

No podía arriesgarme a cazar algún animal, ya que corría el riesgo de que el animal me cazara a mí. Además sabía de memoria los frutos no venenosos, aunque eran difíciles de encontrar.

Tardé años en trepar un árbol cuando encontré mangos en su corona. Con algunas ramas improvisé un pequeño morral como el que hice en la Aldea, para llevar la fruta. Fui al arroyo por más agua y después de eso partí de nuevo a la cueva.

Cuando llegué encontré a Niall dormido. Definitivamente me agradaba mejor así. Su rostro lucía relajado y pensé en lo bien que lucía sin estar frunciendo el ceño como siempre. En realidad él... él era lindo.

― Niall. ―Sacudí su brazo ligeramente. ― Niall despierta.

Sus párpados se abrieron lentamente y cuando me observó su boca se hizo una línea recta.

― ¿Qué?

― Traje comida. Y agua. ―Él se talló los ojos y se incorporó un poco recargándose en la pared.

― ¿Qué trajiste? Niña más de la mitad de la comida aquí es venenosa. ―Yo me quité el pequeño morral de la espalda y lo puse a su lado.

― Son mangos. Son inofensivos. Existían aquí antes de que los Yakatis mutaran el planeta. ―Su ceja derecha se alzó.

― ¿Estás segura? ― Yo asentí.

― Memoricé toda la lista de frutos comestibles. ― Él me miró susceptivo mientras yo quitaba la cáscara del mango y le daba la primera mordida. ―Mmm, es tan dulce. Tengo demasiada hambre.

Él tomo uno y comenzó a pelarlo. ―Claro que sí, no comiste en cuatro días.

― Sí, gracias por no despertarme para comer. ―Niall comenzó a morder la fruta.

― Estabas muriendo de fiebre. Intenté despertarte pero no lo hacías. ― Yo no dije nada más.

En silencio terminamos la fruta y el volvió a recostarse.

― Déjame ver eso. ― Dije acercándome a su pierna. Desenrollé las hojas, quité las plantas pastosas de su pierna y limpié el resto con agua. ― ¿Lo ves? Ya no está rojo. Está sanando. Para mañana estarás bien.

― Gracias, señorita enfermera. ― Respondió con sarcasmo. Yo hice caso omiso de su comentario y volví a atender su pierna. Le coloqué plantas nuevas y volví a vendarlo.

― Niall, necesito que hagas algo. ―El rubio volteó hacia mí y me miró esperando. ― No sé hacer fogatas. Lo intento pero no puedo. Traeré lo necesario y tú la harás, ¿sí? Ya es de noche y no quiero que nos congelemos.

Marked. | fanfic. (libro ahora disponible en amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora