Prólogo.

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Algunas veces después de que mi mente queda en blanco en algunos momentos donde simplemente no tengo que pensar, empiezan a retumbarme un poco los oídos. Tengo que cerrar los ojos de vuelta y segundos después, mi cabeza vuelve a funcionar otra vez.

Pero el día de hoy no era así. No eran unos simples segundos en los que mi mente quedaba en blanco. Tenía exactamente 12 horas sin pensar en nada en absoluto, con los oídos zumbándome. El mismo número de horas que llevaba arriba de esta nave.

Me sentía confundida pero de alguna manera no quise cambiar eso. Sabía la razón por la cual estaba así. Inútil. Inmóvil.

Sentí una presión en mi brazo el cual me despertó de mi estado de trance. Giré mi cabeza a la derecha visualizando a uno de los soldados que viajaba a lado mío.

―Es hora. Llegamos. ―Sus palabras golpearon con fuerza mi razonamiento, aterrizándome en la realidad.  Lo miré aterrorizada y comencé a hiperventilar.

―No puedo hacer esto. ― dije susurrando entrecortadamente.

―Levántate y colócate en medio de nosotros. ― Me ordenó el soldado a mi derecha. Con la mirada perdida mis torpes pies respondieron situándome en medio de ambos soldados. Ambos vestidos de negro, con miradas duras. Sus fríos ojos gritaban “vas a morir y no hay nada que hacer al respecto”.

―Engancharemos esto al arnés de tu cintura.― dijo el soldado número uno mientras sostenía en su mano un gancho de arnés― La nave te bajará y automáticamente se desenganchará. Pero allá abajo, el resto del arnés te estorbará. Tienes que deshacerte inmediatamente de él. ¿Estás escuchando?

Mi respiración fallaba y mi vista se nublaba. ―No quiero hacerlo. ― dije presa del pánico. Ellos me ignoraron.

―Abre el compás de tus piernas a la altura de tus hombros. ―dijo el soldado número dos. Miré hacia mis pies, inútiles, inmóviles. ― ¡Hazlo!

Mis pies se separaron como él lo ordenó y ambos pusieron un gancho de arnés a cada lado de mi cadera.

― En cinco, cuatro, tres, dos…― Miré hacia abajo. Antes de que dijera uno, una puerta en el suelo de la nave, junto a mis pies, se abrió. Sentí una ráfaga de viento golpear mi cuerpo, y a duras penas pude visualizar lo que había debajo de mi.

Allá a más de 2,000 pies, reconocí césped. Y árboles.

―Es hora. Salta. ―Replicó un soldado.

―No puedo. No me hagan hacer esto. No quiero. ― El soldado de mi derecha golpeó mi costilla con su arma haciendo que mis rodillas flanquearan.

Sin antes poder razonarlo me encontraba en una caída. No iba rápido gracias al arnés. Mi mente daba vueltas, la boca me sabía a metal y mis manos picaban.

Cerré los ojos implorando que fuera una pesadilla.

― ¡No quiero! ¡Súbanme por favor! ― Imploré. Pero antes de pensarlo mis pies tocaron algo sólido. Los arneses se desengancharon y la nave se fue a suma velocidad.

Hiperventilé una vez más y sentí el piso estremecerse debajo de mis pies. Todo a mi alrededor era verde.

Ahora estaba en el planeta Tierra.

Marked. | fanfic. (libro ahora disponible en amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora