51.- En un universo paralelo

133 19 20
                                    

Rose se detuvo delante de la habitación de invitados, que Marcus había cedido amablemente, y un poco a regañadientes, para acomodar a Jun.

Ambos vampiros se habían hecho cargo de la situación y habían estado de acuerdo en que no podían abandonar al muchacho mortal para defenderse por sí mismo de los vigilantes terrores sobrenaturales. Saltaba a la vista que se sentían responsables y Rose temía que la conciencia de Marcus no dejara de auto lacerarse durante largo, largo tiempo. La inmortalidad traía consigo una memoria infinitamente larga. Aunque le turbaba más la oscuridad que había visto acechando en la claridad azul de los ojos de Cecil.

Se volvió hacia Jun despacio. Sus manos aún estaban entrelazadas, no habían dejado de estarlo un solo momento. El contacto era reconfortante, la electricidad que chispeaba entre ellos se había transformado en una fuente de calidez que la iluminaba por dentro. Presentía, aún sin saberlo, que los secretos que habían compartido aquella noche los habían cambiado para siempre, forjando un nexo inquebrantable.

Sonrió débilmente a Jun y el chico se esforzó por devolverle el gesto. El resultado fue más bien una mueca, pero Rose no pudo culparlo. Había sucedido tanto en el espacio de unas pocas horas, acontecimientos y descubrimientos que habían puesto del revés el mundo que Jun conocía, o que creía conocer.

Rose deseó abrazarlo y no dejarlo ir. Refugiarse bajo las sábanas y entre sus brazos y permitir que el sueño clamara su conciencia y con ella sus miedos e inseguridades. Pero Marcus y Cecil habían sido tajantes al respecto, y por una vez ambos habían estado de acuerdo: dormirían en habitaciones separadas.

¡Nada de hacer manitas!- les había faltado añadir. Y bajo otras circunstancias Rose casi pudo imaginarse la mirada burlona de Cecil mientras lo exclamaba.

Se preguntó cómo hubiera sido presentarles a Jun sin amenazas de muerte y vampiresas sanguinarias de por medio. Pero el pensamiento era tan surrealista como un espejismo en el desierto.

Sostuvo la mirada oscura de Jun y vio todas las inquietudes nadando en su profundidad.

- ¿Crees que podrás dormir?- le preguntó con suavidad.

El chico la miró con una media sonrisa. Rose no tuvo que leer entre líneas. No, por supuesto que no iba a conseguir pegar ojos. Había sido perseguido por superpoderosos entes paranormales, había visto a un gato transformarse en hombre y había pasado una no tan agradable velada conversando con vampiros. Era como si todos los cuentos de terror que de niño le habían asegurado eran fragmentos de su imaginación hubieran cobrado vida a medianoche.

- No tienes nada que temer- le aseguró Rose, acariciando con un dedo el dorso de su mano- En ningún lugar vas a estar más seguro que aquí. Marcus puede ser un poco duro pero es solo un padre sobreprotector. Y Cecil... bueno, es Cecil.

Jun dejó escapar un suspiro y asintió.

- Lo sé. He visto lo mucho que te quieren. No puedo aspirar a conquistar a los suegros en el primer encuentro- bromeó.

Rose no pudo contenerse y le dio un abrazo. No podía comprender de dónde sacaba la fuerza de voluntad para bromear. Jun titubeó un instante antes de rodearla con sus brazos y apretarla contra sí. El chico hundió su nariz entre los mechones castaños de Rose y aspiró su aroma, por un instante tentado de no dejarla ir. Después los ojos amenazantes de Cecil destellaron en su memoria y se separó a regañadientes, pero sosteniéndola aún entre sus brazos.

- Es solo que no esperaba tener suegros tan...- se detuvo falto de palabras.

- ¿Fantasiosos? ¿Mágicos? ¿Terroríficos?- sugirió Rose jocosa.

- Atractivos... tan sobrenaturalmente atractivos.- completó Jun enarcando una ceja sugerente.

Rose no pudo contener la carcajada que escapó de sus labios. De todas las cosas que pudiera haber dicho... Aunque el atractivo de ambos inmortales era innegable, Rose estaba segura que esa no era la impresión que dejaban.

- Estaré bien, Rose- le prometió Jun como si presintiera su inquietud- Solo necesito tiempo para pensar. Creo que ambos lo necesitamos.

Rose asintió. Tenía razón, necesitaban tiempo y espacio. Una vez más la conversación con los vampiros había quedado atrasada, pero esta vez tenía fecha de caducidad: la llegada del cuarto y último guardián. Y a juzgar por el tono reverente con el que Marcus hablaba de él debía de tratarse de alguien importante, o poderoso, o poderoso e importante. El pensamiento la preocupaba. No había olvidado el fiasco con Amaury, pero esta vez no sería tan ingenua. Había aprendido a las malas que no todos los guardianes eran como sus queridos Marcus y Cecil. Todos los instintos acechantes cuando uno trataba con vampiros eran pocos.

Regresó del oscuro pozo de sus pensamientos y sonrió débilmente para no alarmar a Jun.

- Tienes razón- asintió, poniéndose de puntillas para posar un dulce beso en sus labios- Espero que encuentres la habitación cómoda. Pero qué estoy diciendo- rió para sí- Por supuesto que la vas a encontrar cómoda. No hay nada remotamente parecido a la incomodidad en esta casa, los vampiros no lo perimtir...

Su disgregado discurso quedó cortado abruptamente cuando los labios de Jun se estrellaron contra los suyos. Murmuró las últimas palabras sin sentido contra su boca, al tiempo que se derretía entre sus brazos. Los labios del chico se moldearon a los suyos, desnudando una a una cada una de sus preocupaciones y aparcándolas a un recóndito lugar de su conciencia. Se dejó llevar, perdiéndose en el beso, en el lento aunque incandescente fuego de una pasión que le era desconocida.

Y cuando se separaron al fin, faltos de aliento, parecía haber transcurrido una eternidad en un minuto dolorosamente corto. En una duermevela, en un universo paralelo entre el séptimo cielo y la luna llena, Rose escuchó a Jun murmurar débilmente contra su cabello.

- Buenas noches, Rose.

- Buenas noches.

El Hilo RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora