45.- Interludio

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-¡Rose!- llamó Jun en apenas un hilo de voz rota.

Una silueta ensombreció el sol y el muchacho alzó la vista para encontrarse con la mirada ambarina de un adolescente moreno. Había algo inquietante y sobrenatural en aquella mirada. Pero después de la locura de la que había sido testigo en los últimos minutos unos ojos eran la menor de sus preocupaciones.

Había enloquecido. Era la única explicación lógica. Y sin embargo, no podía negar todo lo que había presenciado, demasiado real en todo su subrrealismo. ¿Pero no era así la locura? Al loco le parecía tan real, tan cierta, como el aire que respiraba.

El tintineo de un cascabel lo devolvió a la realidad. Hipnotizado contempló el cascabel que colgaba de la muñeca del extraño chico. Había visto a Rose hablando con él, con un grado de intimidad que en cualquier otro lugar y momento tal vez le hubiera hecho sentir celoso.

-¡Rose!- exclamó de nuevo, saliendo de su ensimismamiento.

Hizo ademán de ponerse en pie, en un intento vano de seguirla. Una parte de su mente pensó que estaba en peligro, la otra tan solo zumbaba con una recopilación de imágenes que era incapaz de procesar. Rose con superfuerza. Rose corriendo a velocidad vertiginosa. Rose volando por los aires. Rose chocando contra un edificio y cayendo, aterrizando sobre el suelo como si nada. ¿Quién era Rose? No. ¿Qué era Rose?

Una presión sobre su hombro le impidió levantarse. Confuso, Jun contempló la mano que lo mantenía en su sitio. El extraño chico lo retenía sujetándolo del hombro. Sus ojos color ámbar chispeaban.

-Rose me ha pedido que cuide de ti y voy a hacerlo. No pienso fallarle de nuevo- le dijo el extraño. Había una nota melancólica en su voz.- Así que vas a tener que confiar en mí.

-¿Quién eres?- inquirió Jun.

-Me llaman Noir.

-¿Qué eres?- repitió Jun.

Los ojos ámbar se clavaron en él.

-Muy perspicaz- murmuró el extraño, pero no respondió.

Jun lo observó en silencio. Había algo casi felino en su figura y la fluidez de sus movimientos.

-Mira- interrumpió Noir sus pensamientos- Este lugar no es seguro. Rose confía en mí. ¿Confías tú en mí?

Le tendió una mano pálida de dedos largos y delgados. Jun titubeó un instante, pero sus palabras resonaron en su cabeza. "Rose confía en mí."

¿Confiaba en él? No. Pero confiaba en Rose, a pesar de todo. "Cree en lo inexplicable"- solía decir su abuela. Creía en Rose, la inexplicable Rose.

"Siempre supe que había algo especial en ella"- se dijo- "Desde el momento en que apareció en el patio del restaurante hablando sobre halmeoni*. Casi como si la hubiera enviado a buscarme."

Tomó la mano que le ofrecía Noir y aceptó su ayuda para ponerse en pie.

Se sacudió el polvo de los pantalones, en un acto reflejo que lo hizo sentir mejor, más mundano y dueño de si mismo. Como si la suciedad del suelo fuera un vínculo tangible con la realidad.

-¿Y ahora qué?- le preguntó al muchacho de ojos ámbar.

-Ahora corremos- respondió el chico. Y con una sonrisa gatuna que a Jun le recordó de manera inquietante al gato de Alicia en el País de las Maravillas añadió- Espero que estés en forma.

Fue su única advertencia, antes de que echara a correr. Jun agradeció en silencio sus años de atletismo en la escuela y los domingos en que de vez en cuando aún salía a hacer footing, de no ser así hubiera perdido la sombra de Noir en el primer recodo del callejón.

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