26.- Interludio

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En el centro de una cocina de un blanco impecable, donde hacía un instante una mujerona rechoncha ataviada de colores chillones había llenado la estancia, ahora un adolescente de mediana estatura y delgado vestido de negro ocupaba el espacio. Sus ojos de un sobrenatural color ámbar contemplaban con una desolación impropia de su edad la puerta por la cual, apenas unos minutos antes, había despedido a una muchacha que había querido considerar una amiga.

-Lo has hecho muy bien- una suave voz aterciopelada murmuró a sus espaldas.

Noir se giró sobresaltado y luchó porque la mueca de desprecio y repulsión no se hiciera eco en su cara. Por la puerta que daba al balcón una atractiva mujer pelirroja hizo su aparición, su esbelta figura embutida en un largo vestido de noche dorado a juego con unas sandalias romanas que se entrelazaban celosamente a sus tobillos. El largo cabello rizado le caía como una cascada de fuego sobre los hombros desnudos y su reflejo danzaba en la profundidad de una fría mirada esmeralda, unos ojos sin vida que brillaban como alhajas y lo contemplaban casi con mofa. Noir se puso en guardia, si hubiera estado en su forma gatuna se le hubiera erizado hasta el último pelo de la espalda.

-Estoy impresionada- susurró Inanna con una media sonrisa carente de emoción- Creía que los plurimorphos os habíais extinguido, pero veo que me equivocaba. Fue una grata sorpresa dar con uno de los tuyos, has facilitado mucho mis planes. Parece que después de todo tuvo su utilidad el que vigilaras a Rose, Amaury.

Tras ella un atractivo vampiro rubio, impecable en un traje azul marino, se deslizó de las sombras e inclinó la cabeza con absoluta devoción. No pronunció palabra alguna.

Noir pasó la mirada de uno a otro nervioso, sintiendo la violencia crecer en su interior como un torbellino al ver a aquellos visitantes no bienvenidos violar el sagrado refugio que era su hogar. Pero no permitió que sus sentimientos se reflejaran en su rostro.

-He hecho lo que querías. He traído a la chica hasta aquí, le he dicho exactamente lo que me pediste que le dijera- gruñó con voz gélida- Ahora devuélveme a Laurie. Y más vale que siga sana y salva o no responderé de mis acciones...

Inanna lo miró con sus ojos vacíos, echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar una única carcajada, ronca y carente de diversión, que restrelló contra el silencio. Noir se irguió a punto de saltar y sintió como se curvaban sus labios para mostrar sus colmillos algo más afilados de los de cualquier humano mortal.

-No sé cuántas vidas te quedan minino, pero créeme que ni todas juntas serían suficientes para acabar conmigo. Si lo fueran me hubiera batido en duelo contigo en vez de tener que reducirme a secuestrar a esa vieja farsante a la que llamas ama para pedirte un favor- contestó la vampiresa con aspereza- Pero tengo curiosidad. Tu verdadera forma es un gato, pero también puedes adoptar otras. ¿En qué más cosas puedes transformarte?

Noir la atravesó con la mirada esta vez sin molestarse en disimular su desprecio.

-He hecho lo que querías- repitió despacio- ahora devuélveme a Laurie.

Por el rabillo del ojo vio al vampiro rubio, el tal Amaury, dar un paso hacia el frente amenazante, pero se detuvo cuando Inanna hizo una leve floritura de la mano. El gato apretó con fuerza los labios para contener una sonrisa burlona. "Es un perro bien amaestrado"-pensó.

La vampiresa se giró a mirarlo con desinterés.

-Para tener varias vidas eres impaciente- murmuró casi para sí, hizo un breve ademán el dirección a la puerta- Ve a buscar a tu ama pues, está en el dormitorio.

Noir abrió los ojos de par en par y le faltó tiempo para correr hacia la puerta.

-No es mi ama, sino mi compañera, mi familia, mi amiga...- gruñó antes de desaparecer en el corredor- Los gatos no tenemos dueño.

El Hilo RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora