Fiesta, alcohol y karaoke

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Tan solo podía pensar en dos cosas. Una no menos importante que la otra. La primera, y quisiera que fuera la principal, tenía que arreglármelas sola descubriendo como terminar con la original. Con Aydan. ¿Qué no es ese un nombre de varón? De cualquier manera, no se me ocurría absolutamente nada. Necesitaba más datos, porque los que ya tenía sólo me hacían creer que era prácticamente imposible terminar con el asunto de una vez por todas. Quiero decir, necesitaba tiempo, y con Winter al acecho jamás lo obtendría.
Después estaba Sean. ¿Cómo podía decirle lo que siento luego de tanto tiempo sin hablarnos? Luego de no escuchar ninguna explicación de lo que vi en el bosque… Debía hacerlo, aún cuando no parecía el momento ni la situación, debía decírselo… 
Gracias al encuentro que tuve con Hawa, me olvidé por completo de la ansiedad que sentía respecto de la fiesta, que por cierto, aún no sabía en la casa de quien será. Pero por supuesto, mis nervios no eran debido a la fiesta en sí, a pesar de mi disfraz, el que me hará ver como una prostituta de club nocturno, no, claro que no. Sean dijo que allí hablaríamos, porque al parecer, él tenía cosas que decir. Pero su manera de esquivar el tema cuando hablamos por Chat me decía que quizás no pretendía explicarme absolutamente nada sobre el bosque. Me pregunto… ¿Debería dejarlo pasar? Estoy realmente confundida ahora. Tengo demasiadas cosas en la cabeza. ¿No podría ser todo un poco menos complicado? Si al menos tuviera algunas respuestas, sabría como manejarme. Pero claro, esto es algo de esos lemas que siempre aparecen en las películas, como “debes encontrar el camino tú sola, ese es tu destino”. Puras patrañas.
De tanto cavilar, casi me pierdo. Al llegar al instituto, solo tuve que esperar diez minutos para que sonara el timbre de receso y todos los alumnos salieron. Busqué con la mirada a Ayla y a Bastian, pero fue en vano. Ya estaban a mi lado.
-¿Me puedes explicar por que te encanta hacerme sufrir? –Ayla hablaba como si fuera una madre que acaba de encontrar a su hija que había desaparecido para irse de fiesta. Me reí con ganas. -¡No te burles!
-Hey, Ayla, no seas pesada. A mí también me hubiera gustado poder dormir de más hoy, si no fuera por ese maldito despertador… -Bastian simuló atrapar algo en el aire. Mis amigos estaban realmente locos.
-Si me dejaras contar los acontecimientos, entenderías porque no he venido a clases –le respondí con misterio en la voz. Y funcionó. Mi amiga se prendió de mis brazos automáticamente, pegando gritos.
-¿No me digas que te has visto con Sean durante la noche? ¡Wow! ¡Eso es increíble! Cuenta, cuenta, ¿qué ha pasado? 
-¡Shh! ¿Estás loca? –Miré a mí alrededor. No quería que nadie escuchara algo así, Ayla lograría hacerme quedar como la chica enamorada más estúpida de la Tierra, si es que ya no lo había hecho. –No es nada de eso. Pero sí, pasó algo en mi casa la noche pasada. Primero, tuve un sueño…
Y así les relaté, mientras nos dirigíamos a la casa de Ayla, todo lo ocurrido. La pesadilla, la criatura, Hawa y todo lo que me dijo sobre las guardianas originales. Fue tanto lo que demoré hablando, que para cuando terminé, Ayla ya se estaba probando su disfraz por cuatrigésima vez.
-O sea que no solo debemos descubrir donde esta la cúpula, si no que también tendremos que ayudarte con lo de los pensamientos y agrégale averiguar como acabar con la original… -Bastian frunció el seño. –Oye ¿Por qué no haces una lista? Sería más práctico.
Sonaba molesto. Imagínense, si él, que sólo estaba involucrado por voluntad propia, estaba enojado, ¡como debería de estar yo!
-¿Qué hay de esos libros? ¿No mencionaste que tenías la impresión de que la respuesta se encontraba allí? –Ayla se estaba armando un súper peinado y ponía caras realmente graciosas, mientras intentaba aportarle seriedad a lo que decía.
-Es solo una idea, la verdad, no se absolutamente nada sobre el contenido de ellos… -le respondí.
-¿Quieres agregarlos a la lista? –Mientras simulaba escribir en un papel imaginario, Bastian decía –Encontrar… los libros… perdidos… milenios atrás… Ok, ya está.
-Deja de ser sarcástico Bastian, jamás ha sido tu fuerte.
Ahora mis dos amigos se miraban con odio. Lo hacían todo el tiempo, y en oportunidades, debía parar la tormenta antes de que empiecen a volar los golpes.
-¡Oigan, oigan! –Les grité. -¿Podemos olvidarnos ya de todo el asunto? El punto de esta estúpida fiesta es que yo me distraiga un poco, ¿lo olvidan? Vamos, comamos algo primero, y luego continuamos con los preparativos.


Una vez que decidimos que comer, -después de debatir un largo rato y decidir no querer morir intoxicados con las artes culinarias de Ayla, llamamos a un delivery- nos pusimos a mirar una película. Esta vez era mi turno elegir, así que opté por un título que no había visto hasta ahora en la biblioteca de Ayla. “I am number four”, soy el número cuatro. Conocía al actor, había trabajado en una de esas tontas películas adolescentes que a mí tanto me gustaban. 
Cuando observé que al protagonista le salían luces de las manos, apagué la película.
-¡Oye! ¿Cuál es tu problema? ¡Me estaba gustando esa película! –Bastian protestaba como un niño pequeño. 
-Perdón, es sólo que esa última escena que vimos me alteró un poco, fue como verme a mi misma el día que estuvimos en tu jardín… -le contesté.
No dije nada más, para no iniciar una absurda discusión, encendí el DVD de nuevo, y puse la película donde estaba.
¿Qué diferencia habría entre un extraterrestre con apariencia humana y alguien como yo? Entre eso y una guardiana…
No. Podrá ser muy irracional la situación, fantástica, de locura si quieren, pero de otro mundo, no lo creo… No. Claro que no.
Pasado un tiempo, recordé que aún no sabía donde se realizaba la fiesta de disfraces.
-Ayla, ¿A dónde debemos ir esta noche? –le pregunté, fingiendo estar sumida en la película.
-A la fiesta, tonta.
-Ya sé que debemos ir a la fiesta, no soy tan olvidadiza como tú, pero dime, ¿Dónde es?
Sentí como se ponía tensa a mi lado, al igual que Bastian. Eso no era nada bueno. Por favor, que no sea donde estoy empezando a creer que es…
-Bueno… no te lo hemos dicho aún porque sabíamos que te resistirías a ir…
-¡No! ¡No iré otra vez a la casa de María! –la corté antes de que continuara, y con motivos. La última vez que fui a una fiesta en la casa de esa víbora fingió tropezarse conmigo y derramó un vaso entero de batido de frutilla encima de mi blusa blanca. No lo olvidaré jamás. Todos se rieron de mí.
-¡Espera un poco! –me dijo ella. –Es en la casa de Sean.
Me quedé muda. ¿Por qué me resistiría? Iba a conocer al fin algo sobre él. Quizás hasta podría conocer a sus padres, de los cuales jamás ha mencionado ni una sola palabra.
-Aunque no quieras, sabes que irás, ¿no es así? Él estará esperándote, no lo olvides. –dijo Bastian.
¿Cómo olvidarlo? Era lo único que me hacía querer ir a esa fiesta. Si fuera por mí, me quedaría encerrada en mi casa, tapada hasta la cabeza, leyendo alguno de mis libros.
-¿Puedes decir por lo menos “si” o “no”?
-Si, iré…-fue lo que les pude contestar.
Luego de terminar de ver la película, fuimos a comenzar con los arreglos. Ayla terminó con su súper peinado, había recogido su cabello dejando sueltos algunos rulos bien formados por detrás, y se armó un hermoso flequillo, que le daba un aspecto aniñado, según ella, como la misma campanita. Lo único que desentonaba era el color castaño de su cabello. Quería pintarlo, pero logre convencerla de lo contrario.
Por otro lado, Bastian tenía problemas con su disfraz. 
-Esto me queda muy apretado –decía mientras intentaba acomodarse la entrepierna –me siento desnudo.
Pobre mi amigo. Ese traje del acertijo era muy original, pero realmente, era muy pequeño. Demasiado ajustado al cuerpo. Ayla fingía sentirse ofendida, pero yo la conocía demasiado, estaba tratando de ocultar su rostro avergonzado por haberle traído un disfraz tan incómodo a Bastian.
-Bueno ya deja de quejarte y ven, debo pintarte mascárale antifaz, así queda perfecto –fue lo único que dijo al respecto.
Y de ese modo pasamos el tiempo, yo traté de retrasar mi turno lo máximo posible, sabiendo que era inevitable. Mi disfraz me daba miedo ya, y ni pensar en las botas que debía usar. 
Me bañé, me sequé el pelo, me pinté las uñas de negro… Siempre distraída, pensando en lo que me esperaba a la noche. Desearía que nadie me reconociera, y luego en el viaje podría decir “no, me sentía mal así que no fui”. El crimen perfecto. Pero no, la suerte no estaba de mi lado. Ayla, a eso de las siete de la tarde, vino corriendo desde el living gritando que Alex pasaría a buscarnos a los tres. Estaba más que emocionada. ¿Alguien más tenía que saber que yo era gatúbela?
Después de esquivar lo máximo posible a mi mejor amiga, finalmente, tuve que sentarme para ponerme la máscara y peinarme. No tenía idea que las cosas podían ser peores de lo que me imaginaba. Ayla peino y peino mi cabello, lo alisó un poco, para que quedara llovido y luego me puso en la nuca, por debajo de mi pelo, lo que se dice una “cortina”, logrando que mi cabello tuviera un metro y medio de largo aproximadamente. Luego colocó la máscara en mi cara, y con ella puesta, me hizo unas pequeñas marcas y la retiró. Se puso a pintarme y a pintarme, y así me tuvo como una hora. Colocó la máscara, acomodó mi cabello y sin dejar que le eche una mirada al espejo, me mandó derechito al guardarropa para que me cambie. Sentía nauseas gracias a los nervios. No quería ver mi reflejo, tenía miedo de no poder sacarme el recuerdo de la cabeza nunca más. Me tomé mi tiempo para quitarme la ropa y más tiempo aún para ponerme el disfraz. ¿Por qué siempre debía hacerle caso a Ayla? ¿No me sobraban pruebas ya de su extrema locura? Creo que yo debería proclamarle loca también, ya sea tan solo por seguirle el juego.
Cuando terminé de vestirme, cerré bien fuerte los ojos, aguanté la respiración y salí. No escuché nada, tan solo silencio… Y creo que podía escuchar algo más… Algo así como el latido de un corazón… O de dos… ¿Acaso podía escuchar los corazones de mis amigos? Pero si lo hacía, eran muy débiles. O ellos estaban por entrar en un paro cardíaco o yo tenía una leve mejoría en mi audición. 
¿Qué otras sorpresas me deparaba mi poder? Si dejaba volar mi imaginación, se me ocurrían cosas como volar, visión de rayos X, etcétera. Pero bien sabía que no podía ser tan genial.
-¿Puedes salir de una vez? Tenemos que asistir a una fiesta –Me gritó Bastian del otro lado del vestidor.
Conté mentalmente hasta tres. No había intentado caminar con semejantes tacos en mi vida. Daban vértigo. Si bien, las botas no eran tan terribles como pensé que serían, eran bastante altas. Podría decirse que estilizaban mi figura, pero seguramente serían un inconveniente. 
Respiré profundo y salí. Esperé escuchar los gritos de júbilo de mi mejor amiga, o alguna frase de Bastian, de esas como “no era para tanto” o “me esperaba algo diferente”. Además los dos ya me habían visto con el traje puesto, no entendía el silencio. Ayla tenía reflejada una gran sorpresa, y sus ojos tenían ese extraño brillo maternal, como cuando una madre ve a su hija preparándose para el baile de graduación. Bastian tenía cara de idiota. Estaba con la boca ligeramente abierta, mirándome como si… como si yo pudiera gustarle. ¿Por qué tanto escándalo por el bendito traje?
Parecieron entender mi confusión y juntos me tomaron por los brazos y me pusieron de frente al espejo tamaño real que Ayla poseía en su cuarto. 
Esa chica definitivamente no era yo.
Las diferencias eran varias y abismales. Por ejemplo, el pelo llegaba hasta los muslos, llovido y salvaje, los ojos, enmarcados por la máscara y un intenso color negro, parecían dos gotas de oro. Los labios, pintados de un rojo carmesí, eran carnosos y llamativos. Y pasando luego al cuerpo, la cintura estaba realmente marcada, dando un aspecto muy… sexy. Las botas estilizaban las piernas a un nivel de otra dimensión, haciéndolas ver kilométricas.
Esa no podía ser yo.
-¡India estas para morirse! –Exclamó emocionada mi amiga.
-Realmente, me he quedado sin palabras… -dijo Bastian con aire pensativo.
-Vamos, no sean tontos. Tampoco es la gran cosa… -Ayla comenzaba a protestar, así que agregue al tiempo que sonaba el timbre –Hiciste un muy buen trabajo, de verdad. Ya no me siento como una prostituta.
No se si eso la convenció, porque al escuchar el timbre, bajó como un rayo a abrir la puerta. Ya era tiempo de irnos, Alex había llegado, y la fiesta nos esperaba. Sean me esperaba…

-¡Wow, India! ¿Quien hubiera adivinado que tú serías semejante gatúbela? –me dijo Alex, sonriendo. Ayla le pegó un codazo en las costillas y se cruzó de brazos. Obviamente, ella me había vestido de esa manera para lucir despampanante para Sean, pero no había pensado ni por un segundo, y yo tampoco ciertamente, que quizás causaría efectos similares en otros chicos. Alex se rió, la tomó entre sus brazos y la besó tiernamente, demostrándole así, que solo tenía ojos para ella. Inquieta e incómoda por la situación, salí corriendo y me metí en el auto. No me sentía cómoda con ese tipo de atención.
Hicimos el camino hasta la casa de Sean contando chismes, tratando de adivinar quien usaría que disfraz y sobre todo imaginando como se vería el lugar. Yo no hablé demasiado, me limité a controlar la ansiedad que me invadía. Estaba cerca, muy cerca de conocer algo sobre la vida de Sean, pero parecía que el momento no llegaba nunca. Era como cuando sueñas que vas corriendo por un pasillo y jamás logras llegar hasta el final del recorrido, este se prolonga más y más, hasta hacerse infinito. Además, había que agregarle los nervios que sentía por “la charla”. ¿Qué habría animado a Sean a querer hablarme? Obviamente, no podría ser producto de la conversación que mantuvo Ayla con su primo, explicándole que entre Bastian y yo no ocurría nada, primero porque no creo que el primo de mi amiga le hubiera contado eso a nadie más, y si lo hubiera hecho y hubiera hablado con el hermano de María, no creo que esta se lo haya dicho a Sean. Sería contraproducente con sus planes. Además él dejó bien en claro en el Chat que aún creía que así era. Entonces… ¿Por qué Sean se acercaba otra vez? Claro que no me quejaba. Me hacía flotar creer que él estaba verdaderamente interesado en mí. Que quizás hasta me amaba como yo a él. Quizás tan solo me estaba preocupando porque siempre hacía lo mismo cuando estaba frente a una situación inestable. Me iba a lo seguro, y lo seguro en este caso sería que Sean se fuera por su lado y yo por el mío. Lo seguro sería no amar nunca a nadie, de esa manera me ahorraría el dolor. ¿Pero quién soy yo para negarme la posibilidad de amar?
Divagando perdí la noción del tiempo y no caí en la cuenta que ya todos se estaban bajando del auto. Habíamos llegado al fin.
La casa de Sean era enorme, muy moderna y elegante. Cercada con rejas de color negro, ante nuestra asombrada mirada se extendía un pulcro jardín lleno de setos, rosas, jazmines y lavandas, dejando el aire impregnado de un aroma adictivamente hermoso. La casa era toda blanca, quizá muy cuadrada para mi gusto, contaba con tres pisos, y desde nuestra perspectiva se podía llegar a apreciar lo que parecía ser un inmenso patio trasero. Apostaba mi mensualidad a que allí encontraríamos una pileta. El lugar estaba lleno de luces pegadas al piso, creando una sensación de misterio alrededor de todo el edificio. 
Mientras yo seguía apreciando uno a uno todos los detalles de la casa, apareció María con su sequito de “fans”. Esas chicas que solo la soportan para tener un poco de notoriedad en la escuela. Estaba disfrazada de una especie de pantera rosa sexy. Que de sexy tenía realmente poco, era bastante ridículo. ¿Nadie le dijo lo irritante que puede ser tanto color rosa?
-OH, son ustedes –dijo desdeñosamente al vernos. Nos observó detenidamente, inspeccionándonos de arriba abajo, con pura malicia.- ¿India, eres tú?
¡Lo sabía! Sabía que se daría cuenta de quien era, este traje fue una mala idea desde el principio. Antes de que yo pudiera decir algo, Ayla se me adelantó.
-¿Cómo crees? Ella es la prima de Bastian, viene de visita y la hemos invitado, ya que India no pudo venir porque esta…
-Con fiebre –concluyó mi mejor amigo, en vista de que Ayla estaba a punto de meter la pata.
María se veía molesta por mi presencia, o por la presencia de la prima de Bass, que a efectos prácticos era lo mismo. Me observaba con verdadero odio, y no tomo mas de dos segundos luego de oír nuestras respuestas, para girar su cabeza dramáticamente y dirigirse a la entrada de la casa de Sean. 
Nosotros fuimos tras de ella y su pequeño grupo, y en la puerta nos encontramos con un cartel que rezaba:
La fiesta se realiza en el playroom, se ingresa por el jardín, directo al patio trasero.
Seguimos las órdenes sin más, y en efecto, al final del sendero del jardín, había una puerta que conducía al interior de la casa. La primera en llamar fue María, claro.
Una mujer vestida de mujer maravilla nos recibió con una hermosa sonrisa.
-Adelante por favor –nos dijo.- Soy Mona, la organizadora de esta fiesta, cualquier cosa que estén necesitando, por favor, no duden en decírmelo a mi o al dueño de casa.
¿“Organizadora de la fiesta”? ¿Cómo en los casamientos? ¿Cuánto dinero había invertido Sean en una simple fiesta de despedida...? 
Mi pregunta quedó silenciada al instante al entrar en el playroom. Si la fachada de la casa me había parecido espectacular, esto no tenía comparación. El lugar era enorme, tanto que no lograba entender como cabía dentro del hogar de Sean. El cuarto estaba adornado por sectores. El primero, el más cercano a la puerta de entrada, tenía bolas de boliche colgantes, parlantes gigantes donde había muchachas con cintas bailando, una barra con un barman preparando vistosos tragos y un mini escenario con retroproyector detrás, creo yo, donde se podía hacer karaoke. El segundo sector era algo completamente diferente, se asemejaba más a un circo moderno, con cintas que caían del techo, trapecistas que maniobraban unos arriba de otros y hombres sobre zancos. El tercero era algo más bien parecido a una playa estilo Hawai, con meseras vestidas como las nativas hawaianas, una barra hecha con bambúes secos y tragos tropicales a la vista. El otro sector, el último, era un poco más privado, con mesas encerradas por cortinas de tul blanco-transparentes, en donde ya se veían algunos invitados haciéndose arrumacos.
Me había quedado sin palabras. Y al buscar el rostro de mis amigos en busca de alguna opinión, me di cuenta que a ellos les había ocurrido lo mismo. El lugar era espectacular, sin dudas, una fiesta que nunca olvidaríamos. ¿Acaso era eso lo que Sean buscaba con tanta parafernalia? No se veía como un chico preocupado por lo superficial, de hecho, ni siquiera lo necesitaba. Era obvio como las chicas se amontonaban a sus pies, si lo quisiera, podría ser el chico más popular de la escuela. En vez de eso, él simplemente era solitario.
Al pensar en él, mis ojos comenzaron a buscarlo instintivamente. Pero tonta de mí, ni siquiera sabía cuál era su disfraz. ¿Cómo sabría cuál de todos estos extraños personajes era capaz de quitarme el aliento? Cuestión de esperar, me dije.
-Yo me voy a pedir un trago –dijo Ayla.
-¿Estas loca o que? Tú sabes que no puedes tomar alcohol Ay, la última vez te tomaste dos vasos de cerveza y terminaste cantando “Singing in the rain” aferrada a un cartel de señalización vial. –le recordé. Mi amiga no era muy tolerante a las bebidas, no tenía idea de cómo lo hacía, pero se mareaba tan solo sentir su olor.
-Vamos India, ¿esto es una fiesta o que? Vamos a divertirnos, no hay adultos que nos molesten y además juro que me comportaré –me contestó alegre.
-Eso es lo que siempre dices –susurré. Solo Bastian me escuchó y rió por lo bajo sabedor de mi verdad.

La gente llegaba de a grupos grandes. ¿Había tantas personas en nuestra división? A mi parecer, la noticia de esta fiesta se había propagado como reguero de pólvora, y antes de que cualquiera pudiera darse cuenta, todo el colegio, y apostaría mi mensualidad a que también buena parte de los adolescentes de la zona, estaban aquí. Incluso ya se encontraban los primeros temerarios dispuestos a enfrentar al karaoke, bajo el efecto de algunas copas de más, me arriesgaría a decir. Todo estaba muy lindo, pero yo seguía sin ver a la única persona en todo el lugar que realmente me interesaba. Se suponía que ésta era nuestra noche. La noche en la que le diría a Sean lo que sentía por él.
-¿Lo sigues buscando, no es así? –me sorprendió Bass. No me había dado cuenta lo atento que estaba a mis movimientos.
-¿Es tan obvio?
-Creo que la bailarina de aquella punta no se ha dado cuenta aún, pero no te preocupes… -se burló con una esplendida sonrisa. Lo empujé suavemente, avergonzada.
-Oh, cállate. ¿Cómo puede ser que no este por ningún lado? ¿Qué clase de anfitrión no acude a su propia fiesta? –comenté con frustración.
-Bueno, no te preocupes, probablemente tenga una máscara o un muy buen disfraz y por eso no lo has encontrado aún. Mira, yo te ayudaré a buscar…
Los dos estiramos el cuello al mismo tiempo, sondeando el cuarto como si tuviéramos rayos láser en los ojos. Otra vez, volví mi cabeza enojada por no tener resultado alguno, en cambio Bass se tensó a mi lado e intentó darse la vuelta distraídamente, como si no hubiera visto nada que lo perturbara. Pero claro, el olvidaba lo mucho que yo lo conocía. A mí jamás lograría engañarme.
-Que pomposa es esta fiesta, ¿me pregunto por que se gastó tanto dinero? –dijo un tanto nervioso. Quería distraerme, cambiando de tema para que no intentara saber por que se alteró.
-Bastian, ¿Qué sucede? No me engañas y lo sabes –le reproche seriamente -¿Qué es lo que has visto?
-India no seas tonta, ¿crees que a esta altura te ocultaría cualquier cosa? Vamos, quiero ir al karaoke ¿vienes?
Su falso tono despreocupado me hacia desconfiar. No, el sentimiento era temor… Me atemorizaba. Bastian tuvo que haber visto algo que pudiera lastimarme para tratar de ocultármelo, y eso solo podía significar una cosa. Él había visto a Sean.
-¿Dónde esta? –le espeté.
-¿Dónde esta quién? –me contestó. Hacia esa risita nerviosa, esa que uno hace cuando sabe que lo han pillado en una mentira.
-¿Dónde has visto a Sean?
-India no lo vi aún… 
Definitivamente, no pensaba decírmelo así que busqué por mi cuenta. Nuevamente escaneé todo el lugar, creyendo que no había encontrado nada, como antes, pero algo llamó mi atención. Un ridículo y chillón traje rosa, moviéndose de aquí para allá, como si estuviera vagando por el desierto. Era María. Sus brazos estaban firmemente anclados al cuello de una persona, intentando sostenerse, supuse. Pero al prestar más atención, me di cuenta que no era así, lo que ella trataba era besar a esa persona, pero él simplemente intentaba no tirarla. 
¿Ese era Sean?
Clara quedó la respuesta cuando María, harta de las evasivas, lo arrinconó contra una columna, le quitó la máscara de carnaval veneciano que traía puesta, y le estampó un burdo beso en la boca al asustado rostro de mi enamorado.
Sabía que no era su culpa, sabía que era todo un caballero y no trataría mal a María. Sabía que ella lo había besado a él y que él se deshizo del beso apenas los labios de ella rozaron los suyos. Aún así, la lejía corría por mi garganta, cayendo como cemento en mi estómago.
Mi cara se contorsionó, bailando entre el dolor, la frustración y el enojo. Tenía que pensar en otra cosa cuanto antes, debía olvidar lo que acababa de ver, si no lo hacía, no sería capaz de hacer lo que había venido a hacer.
Tomé a Bastian por el brazo, nos arrastré a la barra más cercana que había y pedí dos medidas dobles de tequila. Mi amigo me miraba asombrado, mientras yo lamía la sal, chupaba el limón y bebía uno atrás del otro los dos shots de alcohol. Apreté los ojos con fuerza, obligando a mi cuerpo a dejar pasar la bebida. No sentí cambio alguno en mí, más que la pequeña sensación de nauseas, que así como llegó, se fue. Me pedí dos medidas dobles más y repetí la acción anterior. Ahora me sentía acalorada y un poco mareada. Estaba lista.
Había bebido alcohol, no para borrar de mi memoria tan detestable imagen, si no para animarme y distraerme, iba a enfrentarme al suicidio social. Iba con la maquina del Karaoke. 
-¿Qué vas a hacer India? ¿Estás bien? –me preguntó Bass.
Claro que no estaba bien, eso saltaba a la vista. Pero de mi dependía darle una vuelta de página antes de que fuera demasiado tarde. Antes de que la ira me consumiera, y antes de que algún desastre ocurriera en este gigantesco cuarto.
-Ven –le dije. Me subí al escenario y esperé, apartada de la vista del pintoresco público, a que la pareja que estaba cantando en ese momento terminara. Interpretaron una versión muy singular de “baby one more time” de Britney Spears. 
Hasta que no me vi delante de la computadora eligiendo el tema que cantaría, no me había dado cuenta realmente de lo que pensaba hacer. Me dio pánico, quise salir corriendo y esconderme en un armario y quedarme hecha un ovillo mientras lloraba mis penas. Pero que va, ya que estaba en el baile, lo único que me quedaba era bailar. Dicen, ¿no?
En el momento en el que tomé el micrófono, esperando que mi canción comenzara, la música del resto del lugar se apagó. Intenté ver cual era el problema, ya empezaba a sudar de los nervios, una cosa era cantar para algunos distraídos jóvenes, y otra diferente era cantar para media ciudad. Todos me miraban atentamente, esperando que hiciera algo. Me paralicé, me quedé muda. Creo que ni todo el alcohol del mundo iba a lograr que emitiera sonido alguno. Eso pensé, y estaba completamente segura, hasta que vi el origen del problema. María, con toda su maldad potenciada por la ebriedad, estaba parada al lado del panel de control de energía donde estaba conectada la mezcladora de sonido que le daba música a toda la fiesta, salvo claro, el sector del Karaoke, que estaba conectado del otro lado de la sala. Me enojé tanto, que di media vuelta, fui hasta el computador y cambié mi canción por otra completamente diferente. Tomé una copa de una extraña bebida azul que había en la mesita de la PC, le di un trago muy largo, tome aire, suficiente para llenar mis pulmones, y mientras mentalmente me decía “aquí vamos” me dirigí hasta el micrófono. Era momento del show.
Era claro que María ya sabía quien era la chica vestida de gatúbela, no importa como se había enterado, pero lo sabía, de eso no había dudas. Pero le iba a dar pelea por primera vez en mi vida, así me estuviera humillando a mi misma, no iba a dejar que se saliera con la suya.
Empezaron a sonar los acordes de “Raise your glass” y me temblaron las piernas. Cerré los ojos, y para cuando los abrí, mi boca sorpresivamente se estaba moviendo sola. Y el sonido que provenía de ella no era para nada desagradable. Veía a los invitados a la fiesta mirarse entre ellos sorprendidos, preguntándose quizás quien era aquella chica vestida con un ajustadísimo traje negro, que cantaba ante ellos semejante canción. Me sentí valiente, así que empecé a pavonearme un poco. Para cuando llegué al estribillo, la muchedumbre estalló en gritos y aplausos, mientras yo hacía movimientos raros y señalaba a personas inexistentes, realmente me estaba divirtiendo. Todos saltaban al son de la canción, cantaban conmigo. De hecho, hubo algunos que se subieron al escenario para “ayudarme con los coros”.
La canción se me hizo demasiado corta, pasó muy rápido. Estaba agitada y sumamente excitada por la gente, y cuando quise bajarme no me dejaron, gritaban por más. ¿De verdad esto me estaba pasando a mí? Era increíble. Mientras me reía con verdadera alegría, vi cerca de la barra tropical a ese disfrazado con la máscara veneciana. Lo vi a Sean quitársela, con una expresión que mezclaba la sorpresa con la ternura. 
¿Los chicos querían más? Bueno, debía aprovechar mi oportunidad y darles no solo a ellos un poco del nuevo talento que había descubierto en mí.
-OK, Ok, no se preocupen, les cantaré una canción más. Pero esta será una especial que quiero dedicarle a uno de los presentes. Para ti, esta es mi manera de decirte lo que siento.-dije a través de los altoparlantes. Escogí el tema que tenía en mente, uno muy bonito y lento, pero con potencia y me dispuse a esperar que comiencen las primeras notas, mientras todo el mundo esperaba en silencio.
Sean se empezó a acercar lentamente hacia el escenario, con la vista fija en mí. ¿De donde me salía tanto coraje? Parecía otra India, no me reconocía. Pero me gustaba. Así tendrían que haber sido las cosas desde el primer momento.
-Que no me has dado tiempo de disimular que te quiero hablar / que por un beso puedo conquistar el cielo y dejar mi vida atrás…/ quiero pertenecerte ser algo en tu vida / que me puedas amar… - le canté, con todo el sentimiento del que fui capaz. Sentía que esa canción describía a la perfección lo que yo sentía por aquel chico de ojos verdes-celestes. 
Al empezar el estribillo, Bastian se unió a mí, para lograr un armonioso tono. Ese simple acto de amistad, que requería de unas enormes agallas, me infundió fuerzas para el coro. Miré a Sean directamente a los ojos y casi entre lágrimas le cante:
-Por besarte / mi vida cambiaría en un segundo / Tú / serías mi equilibrio / mi destino / Bésame / solo así podré tenerte eternamente en mi mente…
La canción fluía a través de mí, como si fueran mis pensamientos los que se estuvieran manifestando ante la gente. Me sentí libre, creía volar. El aplauso de mis compañeros y otros chicos de la escuela al terminar, y Bastian a mi lado, sosteniendo mi mano, fueron las mejores sensaciones de mi vida. 
Lo malo de todo eso, era que la euforia duraba relativamente poco, sobre todo si luego debías enfrentarte con algo que temías. Sean me esperaba al pie del escenario, sin máscara, dispuesto a que le diga en la cara lo que acababa de cantarle. Lo miré, llena de nervios y miedos, llena de inseguridades. ¿Y si le molestó lo que hice? ¿Y si creyó que me había tomado demasiadas atribuciones al cantarle esa canción delante de todo el colegiado? 
Bastian, conocedor de mis pensamientos, tanto como si se los estuviera susurrando, me dio un suave apretón en los hombros y me dijo:
-Ve.
Tan simple como eso. Tan complicado como eso.
Respiré agitada. Clave mis ojos en el suelo, y bajé del escenario. Tomé la mano de Sean y nos conduje al medio de la pista, donde había más gente. Donde era probable que no nos molestaran, pues dicen “si de verdad quieres esconder algo, hazlo a la vista de todos”. 
Era el momento que tanto había esperado, y que tanto había retrasado.
Sean y yo, cara a cara al fin.

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