UNA BODA Y DOS ARRESTOS

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Aquel era el día, el día en que Calum y Rose se convertirían en marido y mujer. Todos estaban impacientes por la entrada de la novia, hacían unos minutos que completamente todos los invitados habían llegado a la iglesia y habían saludado al novio, que lucía un esmoquin negro y formal, para sus amigos era extraño no verlo con su vestimenta atrevida así que empezaron a fastidiarlo y de paso alivianaban sus notables nervios por el día.

De repente la música de entrada a la novia apareció y todos miraron hacia la puerta, en donde se encontraba el padrino tomando el brazo de la novia. Ella estaba hermosa con aquel vestido de encaje gris, su cabello ondeaba en unas suaves ondas, su mirada era de profunda felicidad, en cuanto vio al novio sonrió como nunca y acarició su barriga levemente hinchada en donde se encontraba el futuro hijo de ambos.

Calum estaba impaciente porque su hermosa prometida llegara al altar, no veía los minutos para decir el si quiero y poder celebrar que ella era suya y lo sería para mucho tiempo más. Cuando la tuvo en frente suyo, la tomó enseguida de las manos y miró al cura para que comenzara a hablar.

A pesar de que la mayoría de los invitados no era católico como los novios, prestaron atención y obedecieron a las palabras del cura, ya que no quisieron perderse ni un solo momento de aquel momento tan especial

-Calum Hollow, ¿acepta como esposa a esta mujer para amarla y respetarla hasta que la muerte los separe? -le preguntó el cura.

-Si, acepto -respondió rápidamente.

-Rose Keegan, ¿acepta como esposo a este hombre para amarlo y respetarlo hasta que la muerte los separe?

-Si, acepto.

-Os declaro marido y mujer...

Calum se abalanzó a los labios de Rose antes de que el cura terminara de de decir más, ante esto todos aplaudieron mientras el cura rió a carcajadas.

Los novios bajaron del altar y fueron a abrazar a sus seres queridos, luego fueron de camino al hotel en el que harían la fiesta. Aquella boda era una locura, pues toda la gente de la ciudad miraba a todo el mundo como si estuviera loco por la rapidez en la que todos llegaron al hotel, pero ¿a quién le importaba? La gente no tenía porqué meterse, ellos iban a disfrutar aquella unión al máximo sin importar que después tuvieran problemas.

Aquel hotel de cinco estrellas tenía cientos de lujos, eran excesivos pero hacían al lugar bonito, acogedor y lujoso. Todos los invitados lo investigaron de par en par antes de que empezara la fiesta de la boda, pero no acabaron todos ya que el lugar era demasiado amplio.

Todos ya estaban sorprendidos por el lugar que les había tocado pero cuando vieron la sala en donde estarían de fiesta no pudieron creerlo. Estaba decorado con cuerpo y con varios detalles rockeros que hacían de esa boda algo original y bastante sencillo para estar en un hotel como aquel. Y como si hubiera empezado hacía horas la fiesta tomó su clima, aquella fiesta se notaba que no era como otras, porque en vez de comer todos estaban bailando y disfrutando de las bebidas que servían los barman con sonrisa simpática. Pasaban distintas canciones para que todos los invitados disfrutaran de la fiesta, aunque a decir verdad todos estaban bailando cualquier estilo ya que lo importante era disfrutar de todo.

Ray era bastante solicitado por las primas de Rose, así que bailó sin descanso, cosa que no le agradaba nada a Brisa, que a pesar de estar bailando con sus amigas quería tener un momento con él, además de que le molestaba que las primas de su amiga estuvieran coquetéandole. Definitivamente debía calmar sus nervios porque sino acabaría enloqueciendo y arruinando la fiesta.

«Vía libre, Brisa, ¡ataca!»

Pero una señora lo invitó a bailar.

«Diablos...»

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