🚬 17. Tras las mil yardas

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   ─NO... NO, NO, ¿QUÉ HACES CON ESO? ¡ES CEDRO ROJO!─ al alemán casi se le sale el corazón al ver el trato rudo que le daban al comedor recién importado de Brasil.

    ─Sascha, es... sólo una mesa─ Ada le recordó con incredulidad mientras dejaba una de sus cajas sobre el sillón. La mudanza de Birmingham a Londres había puesto de cabeza los últimos cinco días de su vida, pues aunque Tommy le cedió de inmediato la casa y ella no creía necesitar llevar tantas cosas, Sascha pensaba diferente.

    ─ ¿Sabes que me enseñó la guerra, Ada? A que prevenir te salva la vida─ le había dicho mientras revisaba con ella cada mueble y parte de la vajilla.

    «Ya no estamos en guerra» había pensado Ada, y aún tenía la frase en mente mientras veía a Sascha sugiriendo ideas para aprovechar el espacio, ideas que le vinieron de maravilla a Ada cuando él encontró una manera de crear una sala de juntas para las reuniones de su partido o un espacio seguro para que Karl pudiera jugar mientras ella se ocupaba en la cocina.

    Sascha apenas había dado los primeros pasos en su casa, pero parecía que ya tenía una visión de su vida, mejor de la que ella podía haber formado en lo que consideraba un futuro incierto después que una fiebre se llevará al hombre con el que pensó, estaría unida de por vida. Por lo que... todo a su alrededor había estado en movimiento, y eso significaba, mucha gente pasando por su nuevo hogar.

    ─¿Sólo una mesa?─ Sascha cuestionó indignado con las manos en su cintura y luego señaló el comedor recién acomodado─. Ada, créeme, sé cuando algo es de calidad y actualmente para conseguir una buena madera en un lugar tan húmedo como este sin que se pudra en unos años, es un lujo.

    ─¿Durar?─ la viuda Shelby resopló al sentarse y cruzar sus piernas en un gesto despreocupado, descansando su barbilla contra su puño que se apoyaba en el reposabrazos─. Mi hijo va a entrar en esta etapa dónde destruyen todo a su paso, así que no creo que se salve.

    Sascha miró de reojo a Karl, quien estaba entretenido jugando con Yuhan y los vestido de su madre, sintiendo las texturas, arrugándolos y luego arrojándolos sobre su hija, quien los lanzaba de vuelta ─A cómo lo veo, creo que Karlchen no será un problema.

    ─Todos los Shelby lo son.

    ─Ahí no puedes llevarle la contraria, alemán─ Johnny Dogs comentó mientras se paseaba por los pasillos con torres de cajas que cubrían su cara.

    Sascha rodó los ojos y sonrió entre dientes ─Johnny.

    ─¿Sí?─ preguntó el gitano al resoplar con alivio cuando el peso de las cajas se fue, ya que el alemán le había quitado una para ver su cara.

    ─Sigue trabajando y déjame la conversación a mí, por favor.

    Johnny dejó las cajas junto al resto y levantó sus manos mientras se marchaba ─Oh, Dios, bien, bien, digan lo que quieran.

DERNIÈRE DANSE ─── Tommy ShelbyWhere stories live. Discover now