🚬11. Gálatas 5:14

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    SUS PIERNAS CORRÍAN TAN RÁPIDO COMO PODÍA, PERO EN MEDIO DE TANTO BLANCO, LAS ESCALERAS PARECÍAN INFINITAS y eso desesperaba a Roedrick. Al contrario, la pista de aterrizaje había sido corta, dejando su aeroplano mal estacionado y seguramente eso le costaría un castigo si llegaba a oídos de sus superiores, pero desde que le dieron la noticia de que su compañero había despertado, poco le importó.

    Hace una semana que recordaba ver por el aire el Fokker Dr.I rojo estacionado perfectamente, sin ningún daño a la vista y supuso que Manfred estaba bien, pero apenas aterrizó, le dieron la mala noticia.

   —Una bala perdida alcanzó a Manfred en el aire— le había dicho Kurt, y primero, Roedrick no le creyó, pensando que era sólo un engaño, pero ciertamente el circo volador no estaba de humor para hacerlos luego de la reciente muerte de Karl Allmenröder, su buen amigo Karlchen había sido el bromista del circo, listo para hacerlos reír en el peor momento, ahora esas risas se habían apagado como una vela por el aire.

    —¿En serio, Wolff?—preguntó molesto al fruncir su ceño mientras se quitaba los guantes de vuelo—, a ti no te funciona hacer chistes de eso, son de pésimo gusto.

    Sin embargo, el rostro angustiado de su compañero cuando se quitó su gorro de lana de dormir y lo estrechó entre sus manos con la mirada baja hasta arrugarlo, le dejó claro que hablaba en serio, nunca maltrataba al que consideraba su amuleto de la suerte.

    — Por mi madre, Roedrick, te lo digo en serio. Hace menos de una hora que llegó de emergencia al hospital militar, había mucha sangre y... y sólo... sólo supusimos que debías saberlo.

    —¿Hospital?— el rubio negó con las manos temblorosas y la boca seca al tomar a su compañero de ala por las solapas de su chaqueta—, ¿Qué maldito hospital? Hay más de tres en la zona, Wolff.

    —A-al m-más cercano. ¡San Nicholas! ¡San Nicholas, von Stoffen!— Kurt casi había gritado ante la mirada llena de frustración y desesperación en su compatriota.

    Ni siquiera se había molestado en preguntar si sabía si Manfred aún estaba vivo, sólo subió al primer camión que vio, el cual transportaba heridos. Roedrick viajó, soportando el hedor metálico que le recordaba a la muerte cercana soplando en su nunca. Un aviso espantoso de lo frágil que era su vida en el aire.

    Aquella tarde del 6 de julio de 1917, el Imperio Alemán se paralizó al creer que su mejor piloto había muerto en batalla, sin embargo, luego de cinco intensos días, pasando por escalpelos y bisturís en las numerosas operaciones para remover hasta la última astilla de huesos de la zona herida, el Barón Rojo se volvería una leyenda andante.

    Aunque para Roedrick, era el hombre más allá del mito el que le importaba, por lo que en cuanto le dijeron que Manfred estaba despierto, se apresuró a terminar su ronda de vigilancia. Los pilotos ingleses del RFC apenas y habían aparecido desde el día del accidente, cómo si temieran que el avión escarlata apareciera para fulminarlos.

DERNIÈRE DANSE ─── Tommy ShelbyWhere stories live. Discover now