🚬08. Polterabend

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    LA TIERRA ESTABA HÚMEDA BAJO LAS BOTAS DEL RUBIO POR LAS RECIENTES LLUVIAS que el verano había traído a la localidad de Baden. Era pleno verano de 1907 y la familia von Stoffen había vuelto a su mansión para la retirada habitual, buscando el agradable clima de su ciudad natal con sus cálidos manantiales de azufre y cloro. El clan Richthofen los había seguido sólo una semana después y a casi un mes de su estancia conjunta, Roedrick estaba sumido en su mundo de perpetua alegría idílica con Manfred a su alrededor a todas horas.

    Ya no era necesario establecer citas de visita o esperar encontrar una clase libre en el Instituto Real de cadetes principales de Prusia, sólo tenían que salir de sus habitaciones y tocar la puerta de enfrente -se conocían desde niños y ese había sido el cuarto de Manfred desde la navidad de 1900-, eran sólo ellos dos, pues ni siquiera la presencia de sus hermanos y hermanas o incluso padres, los separaba.

    ─Juro que parecen siameses, por poco se suben al caballo del otro─ Kunigunde, la madre de Manfred, había bromeado durante una cena y todos rieron, porque era verdad.

    Pasaban la mayor parte del tiempo afuera por Manfred, quien disfrutaba ampliamente de las actividades al aire libre, siendo la caza y el montar a caballo, sus favoritas. Roedrick se veía gustosamente uniéndose a ellas, pero ese verano en particular, resultó no ser la tradicional temporada soleada y con aire fresco que invitaba a los habitantes a salir de sus casas, sino que la numerosas tormentas con sus lluvias, los obligaban a quedarse dentro, pues se habían registrado derrumbes en el cercano bosque Wiener.

     Afortunadamente, Roedrick salvó sus vacaciones al sacar su colección de estudio de literatura. A Manfred le gustaba Shakespeare por los fragmentos que su padre le leía de niño, pero gracias a Sascha, conoció a Wilde y a otros poetas más allá de los populares románticos prusianos: Keats, Shelly y Byron, por mencionar algunos.

    ─Por favor, no le digas a mi padre que esto existe en su biblioteca─ Roedrick le dijo a Manfred mientras le entregaba una de las primera ediciones del Fantasma de Canterville, el barón observó con una ceja arqueada como su amigo miraba por el pasillo de la biblioteca antes de cerrar las puertas, era como si esperara que su padre saliera de entre los libros y lo acusara de manchar su moral.

    ─¿No quieres que se enteren que eres un fanático de lo británico?─ Manfred bromeó dejando el recién adquirido libro sobre una mesa y recostándose en el sofá con su primera lectura: La Divina Comedia de Dante Alighieri.

    ─Todo lo inglés de hecho le parece poco aceptable desde el juicio de Wilde─ murmuró el rubio al recargarse contra el respaldo de sofá. Manfred elevó sus cejas, poco sorprendido, pues era una actitud generalizada en la sociedad con el una vez, célebre escritor, ahora motivo del rechazo público... era una advertencia silenciosa para lo que su padre, el Freiherr von Richthofen, señalaba cómo: los que se desviaban del camino de Dios.

DERNIÈRE DANSE ─── Tommy ShelbyWhere stories live. Discover now