🚬13. El llamado de las campanas

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    A SASCHA LE GUSTABA RECORDAR LOS BUENOS MOMENTOS, pero eso no significaba que no existieran los malos que le ayudaban a mantenerse más tiempo en el presente.

    —"Sugiero que nos rindamos" ¿Qué demonios fue eso allá abajo, Manfred?— Roedrick estaba enfurecido, más molesto que un perro con rabia luego de su reunión con el Kaiser en el frente oeste que mantenían en Francia.

    —La verdad—cortó tajante al salir del auto y cruzando el campamento con Roedrick tras él, estaba harto de discusiones, no quería una pelea, pero para el alemán, las conversación no había terminado.

    —¿Verdad? Verdammt*¡Iban a darte el mando de toda la fuerza aérea y lo arruinaste!— gritó, atrayendo las miradas indiscretas de oficiales y soldados que los miraron desconcertados en su avance a la carpa del Barón Rojo—, ¿Qué demonios están viendo? ¡Vuelvan a sus asuntos!

    El estado de ánimo de Manfred había sido voluble desde el accidente, además de sufrir a menudo náuseas y dolores de cabeza después del vuelo, pero la gota que derramó el vaso llegó cuando tuvo que leer el reporte de la caída del triplano de Voss mientras visitaban una de las fábricas de aviones de Anthony Fokker.

    Roedrick en toda la guerra nunca lo había visto tan serio y callado, a veces parecía más un espectro taciturno, sólo volviendo en sí cuando subía a la cabina del avión o al estar a solas con él. Su estado lo tenía preocupado, así que al llegar la oferta de mantenerse en tierra, Roedrick no dudó en decirle que debía aceptar, pero Manfred no sólo no la rechazó, sino que espero hasta su audiencia con el emperador para echarle en cara los costos que su guerra habían provocado al Imperio Alemán.

    Lógicamente, el Kaiser los envió de vuelta, no sin antes llamarlos niños tontos e idealistas.

    —Ascenderme, ¿Y para qué?—Manfred cuestionó cuando Roedrick entró en su tienda, los retratos y trofeos de aviones enemigos los juzgan con dureza, por lo que no estarían ahí por mucho tiempo—, ¿Estar escondido como ellos mientras hombres mueren arriba de nuestras cabezas cada que tomamos el té hablando de la maldita moda en Viena? ¡No me iban a dejar volar, Roedrick!

    —Ese era el punto—el piloto susurró al barón entre dientes—, ¡Mantenerte vivo, dummkopf*!

    Manfred se mofó cruzando sus brazos sobre su pecho, aunque su mirada temblaba de ira—¿Y qué hay de ti? ¿Querías que me quedara ahí sentado a esperar que me llegara la nota del periódico dónde anuncia tu muerte? ¿Eso querías?

    Roedrick apretó sus puños a un par de centímetros de distancia y sus dientes rechinaron tan fuerte que amenazaban con romperse, Manfred ya estaba previendo el golpe.

    —¿Tu quieres que perdamos la guerra?—finalmente cuestionó con decepción y el barón dejó caer sus hombros, negando con un tono plano, casi indiferente.

DERNIÈRE DANSE ─── Tommy ShelbyWhere stories live. Discover now