Capítulo 38

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Alexander

Me bajé del auto y fui en dirección al centro comercial de Manchester. La verdad no es muy grande como el que tenemos en Londres, pero es aceptable. No voy a mentir, fue muy fácil encontrar a mis pequeños ¿y esto por qué? Pues son los únicos discutiendo en mitad del lugar mientras un guardaespaldas los observa horrorizado. Me dio risa y ternura al mismo tiempo al ver esa escena, fue una crueldad dejar a cargo a Parker.

—Alto ahí, jovencitos —les hablé lo suficientemente fuerte para que frenaran su discusión y me miraran con los ojos brillantes.

—¡Papá! —gritaron ambos y corrieron a mi dirección. No les importó comportarse como niños ni lo que los demás pensaran, solo querían llegar a abrazarme.

—Campeones, tranquilos —sonreí de verdad, sin fingir nada. Sacan lo mejor de mí en estas situaciones

—Milan estaba quitándome el helado de chocolate —el menor lo delató.

—Calumnias, él pidió de fresa y me lo quitó —confesó con los ojos cristalizados—, créeme papi.

—Uf, que difícil —me crucé de brazos—, tengo dos versiones completamente diferentes. El veredicto tiene que ser con alguien que los haya visto.

—¡Parker! —dijeron ambos al mismo tiempo y el guardaespaldas hizo una mueca.

—Lo tienen agotado, chicos —reí—. Déjenlo en paz ¿bueno?

—Señor Alexander, todo en orden —indicó.

—Me parece Parker, hiciste un muy buen trabajo. Aunque necesito que me contestes algo con sinceridad, ¿qué pasó, por qué pelean?

—Por la tarjeta de crédito señor, querían un videojuego —las caras de los chicos se volvieron de mil colores y lo miraron muy enojados.

—Ah, con que ese era el motivo por el cual venían cariñosos —el puchero de Milan fue inevitable—, ambos me mentían...

—No es del todo cierto, lo del helado también es relevante.

—Empeoras todo, idiota —le dijo el menor a su hermano.

—Ese vocabulario no está aprobado jovencito y lo sabes bien —lo regañé—. Discúlpate.

—¿Que? —su cara fue un real poema. No podía creer lo que estaba escuchando.

—Vamos Miles, desde ahora será así. Ya no dejaré pasar esos mínimos insultos ¿estamos? Te espero.

—No me disculparé con...

—Estas con un cronómetro —le mostré mi muñeca en donde tenía un reloj inteligente—, te quedan sesenta segundos o pasamos a la parte no muy agradable. Estoy seguro de que encontraremos un espacio por aquí cerca y saldrás con otra actitud.

—No papá, gracias —gruñó—. Lo siento.

—Y ahora tú, Milan —le di un empujoncito—, lo mismo que tu hermano.

—Lo lamento, fue tonto.

—Así me gusta —me volví hacia Parker—. Necesito un favor Parker, reúnete con Lucas y prepara los autos porque nos vamos dentro de poco devuelta a Londres.

—¿Qué? —chilló el menor—, no puedes, recién acabo de ver...

—Miles hijo, no podemos quedarnos compréndeme ¿sí?

No planeo rebelarles una información tan importante como lo es que su madre está en la ciudad, los alteraría y no obtendría buenos resultados de ello sin embargo la culpa me carcome por dentro ¿querrán verla? ¿estoy siendo egoísta al apartarlos? Les ha hecho bastante daño como para volver y Milan será el más afectado de todo esto. Mi intención es cuidarlos, no verlos tristes.

Aventuras de un herederoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora