Capítulo 32

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Alexander

—Gracias Vincent, por esa información tan valiosa e innecesaria de contar —dije entre dientes mientras veía a Milan levantarse lentamente de allí.

¿Cómo se le ocurre decir semejante barbaridad con mi hijo a su lado? El procedimiento como profesional es decírmelo a solas, aún más cuando pudo ver como Milan entraba a su consultorio. Me molesta profundamente la poca empatía de este dentista con respecto a los miedos de los demás. Voy a contratar un médico y dentista personal con el fin de poder realizarle los procedimientos a los niños, no pienso volver a cometer este error nuevamente, tendremos que ir hacia su clínica sin embargo es mejor en comparación a la búsqueda de horas en el sistema de salud privado y pensando si la persona es de confianza o no.

—Estarías despedido si fueras mi empleado—no lo pensé y lo dije.

El chico observó extrañado y se aclaró la garganta antes de responderme.

—Señor con todo respeto usted no puede... hum...

—Disculpe, la costumbre —gruñí para mis adentros y mi niño sonrió.

Logré sacarle una sonrisa a Milan lo cual es más importante, me tranquilizó de algún modo verlo demostrar otra emoción diferente a la tristeza.

—Es una celebridad señor Alexander y nosotros estamos muy felices por su elección con nuestra clínica con respecto al tratamiento de su hijo...

Si tan solo supiera que la escogió Lucas por ser la única con horas rápidas no me estaría agradeciendo, pero es información confidencial la cual no planeo revelar. Reprimí una carcajada y seguí escuchando con una cara seria.

—Por eso le otorgaremos un descuento... —carraspeé—, si usted gusta...

—Podría comprar todo esto si quiera —admití un poco incómodo sin intención de presumir—, destruirlo y volverlo a construir en menos de una semana. Aun así, le agradezco su amabilidad.

—N-no es nada —lo noté nervioso. Debe ser normal, si soy bastante imponente cuando quiero serlo y me agrada como las personas me respetan, a excepción de mis hijos claro, a ellos le importa un pepino si su padre les pide una cosa por más mínima que sea.

—Gran charla, muy motivadora —aplaudió Milan removiéndose en el asiento—, pero es momento de irnos ¿no?

—Hey ¿a dónde vas tan rápido jovencito? —le pregunté colocando una mano en sus hombros, evitando su huida.

—A casa —susurró.

—Luego campeón, hoy tienes una pequeña cita aquí y deben completarla, si las muelas son un problema y la solución es la extracción, lamento decirte que no nos iremos de aquí sin hacer nada por ti —su puchero matador apareció y esta vez con un leve lloriqueo.

—No mi niño, así no, quita ese puchero ya mismo —volteé la cabeza debido al poder de convencimiento de mi hijo.

—Pero quiero ir a la casa —dijo muy bajito—, quiero irme a dormir.

—Llevamos muy poquito aquí Milan, debes sacarte las muelas ¿sí? Prometo quedarme a tu lado, pero con una silla, las piernas ya no me dan —admití con las manos en la cintura.

—Papá... —esta vez dio un leve sollozo—, por favor...

—Milan hablamos de esto, vamos a tomar las opciones del dentista, es lo mejor —contesté—, ¿verdad?

—Claro, su padre tiene razón —coincidió conmigo.

—¿Lo ves? Prepárate mentalmente y coopera, hijo.

Aventuras de un herederoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora