Capítulo 12

1.5K 78 13
                                    

Alexander

Estaba en mi despacho ordenando unos libros que tenia hace mucho tiempo cuando por accidente pasé a llevar uno de ellos y salió volando una foto de mi expareja y yo. Me detuve un minuto para recogerla y los recuerdos me invadieron.

Eso hay allí, un recuerdo congelado en el tiempo, algo que alguna vez amé, pero ahora no es más que una extraña que deseo no volver a ver.

Ambos estábamos en la playa mirando el atardecer, éramos tan jóvenes e inexpertos en la idea de formar una familia... creíamos que todo era fácil, que tener un niño solo se basaba en el amor y la dedicación, pero no, nos caímos, nos equivocamos y cuando más necesitábamos uno del otro ninguno se apoyó. Dejamos que la relación se desvaneciera y que lo nuestro lastimara a terceros, cosa que nunca debimos permitir.

Ella rompió mi corazón como nunca nadie lo había hecho, me lastimó tanto que llegué al punto de pensar que nunca podría salir de ahí, de ese agujero tan grande de decepción y miedo, era tanto que cerré los ojos y dejé que me venciera. Aparté a mi hijo sabiendo que él me necesitaba y me refugié en lo único que me alejaba de mis pensamientos, cada vez que Miles me buscaba yo lo evitaba, veía los errores que había cometido y la culpa me comía por dentro al no estar siendo un buen padre con esa criatura. Nunca me justifiqué, sé que lo que hice no tiene perdón, pero me arrepiento, de verdad lo hago, cada día de mi vida quisiera volver el tiempo atrás y ayudar a mi hijo, lo mismo con Milan.

En ningún momento me he arrepentido de ser padre, jamás, solo del hecho de haber actuado así. Dicen que nunca es tarde y siempre hay una primera vez para todo. Maduré con los años, aprendí de las experiencias e intenté enmendar mi error, pero era demasiado tarde, Miles simplemente me alejaba, me evitaba, me odiaba... y joder... no soporto eso.

Que mi hijo me odie... no.

Lloré como un crío en esa habitación. Me cuestioné absolutamente todo.

Últimamente hemos estado cercanos, pero eso no significa que ese sentimiento haya desaparecido, a lo mejor ese tiempo que creí posible para recuperarlos ya no existe...

— ¿Papá? – oí que alguien entró a la habitación y no pude levantarme.

Estaba de rodillas con esa imagen arrugada en mi mano y con la otra me tapaba la cara con cada sollozo que daba.

— Un minuto... por favor —susurré apenas.

Miles no dijo nada, solo se acercó y me abrazó con tanta fuerza que se lo devolví.

— Perdóname, hijo, perdóname por ser un mal padre, por no estar ahí para ti, fui un cobarde —estaba temblando y los ojos de mi pequeño se llenaron de lágrimas.

— No te preocupes papá, no tienes que pedir perdón.

— Claro que sí, todo lo que pasó... fue mi culpa, yo no quería evitarte hijo, pero lo hice – él se acercó un paso más y me susurró.

— Te entendí papá, realmente lo hice... no llores que me da pena.

— ¿Me odias? – hice esa pregunta y las manos me temblaban, todo el cuerpo en realidad.

En el fondo quería y no quería oír esa respuesta.

Fue en ese entonces que abrí los ojos y estaba en mi cama, empapado en sudor con la respiración irregular y sollozando aferrado a una almohada. Fue un sueño, un horrible sueño lleno de verdades, cosas que no me dejan dormir y se convierten en pesadillas que no me dejan tranquilo.

Miré el reloj que marcaba las 3:45 A.M.

Me levanté y fui a lavarme la cara antes de pasar por el cuarto de los chicos para ver como seguían después de la visita al hospital. Ambos dormían plácidamente en la cama y vi que faltaban 5 minutos para llevarles el control de la temperatura así que aproveché de tomárselas en el momento. Saqué el termómetro que Miles tenia en la mesita de noche y se lo coloqué debajo de la axila.

Aventuras de un herederoWhere stories live. Discover now