Capítulo 23 // Dejar salir a los demonios.

15.6K 1.1K 1.2K
                                    

Capítulo 23 // Dejar salir a los demonios.
Emma.

—Es bueno verte de nuevo, hija— murmuró mi padre a tan solo unos centímetros de mí.

Doy un paso hacia atrás por reflejo ante su voz y mi garganta se cierra con un nudo de desesperación. No ha cambiado mucho físicamente desde que nos abandonó hace años atrás y eso solo empeora el peso en mi pecho.

Hay una voz interna en mí que me dice que corra lo más lejos que pueda y haga como si nunca lo hubiera visto. Pero no puedo. Mis pies parecen estar aferrados al piso de una manera casi dolorosa.

Lo miro directamente a los ojos y lo primero que se me viene a la cabeza es la última mirada que me echó antes de abandonarnos, dejándonos a cargo de sus propias mierdas. Su ojo izquierdo parpadea antes de controlar su tic.

Mi padre me observa con más curiosidad que otra cosa. No hay añoranza ni nostalgia en sus ojos. Solo como si no esperara mi reacción.

—Soy tu padre, Emma— me señala, como si el recuerdo de él largandose de casa dejándome a cargo no me hubiera atormentado durante toda mi adolescencia.

Yo niego casi imperceptiblemente con la cabeza, reacia a creer que él realmente se encuentra enfrente mío. Mi cabeza está hecha un caos. Preguntas, preguntas, recuerdos, dudas y más preguntas.

¿Qué hace aquí? ¿Cómo me encontró? ¿Por qué se acercó? ¿Qué intenciones tiene? ¿Dónde ha estado todo este tiempo? ¿Hace cuánto me acecha en las sombras?

Él no es mi padre. Para mí, lo dejó de ser en el momento en el que cruzó la puerta, dejándome con una madre drogadicta y un bebé de tan solo unos meses a cargo.

El recuerdo me llega como una patada al estómago, pero de ahí es de donde saco fuerzas para responderle:

—No. Tú no eres mi padre. Lo dejaste de ser hace mucho tiempo.

Él me observa durante largos segundos y yo siento cómo mis piernas se debilitan cada vez más por el anhelo de salir corriendo. Su ojo izquierdo parpadea de nuevo.

—Hace poco fue el cumpleaños de tu hermano— hace una pausa y yo frunzo el ceño—. ¿Cómo está?

La rabia comienza a burbujear en mi sistema, haciendo a un lado la sorpresa inicial. Pestañeo para apartar las lágrimas y escupo:

—No tienes derecho a preguntar por él después de lo que hiciste. Ni siquiera sé por qué apareces después de tantos años, pero tú ya no perteneces a nuestra familia.

Mi padre no se altera ante mis duras palabras, simplemente continúa contemplándome con la expresión en blanco. Me cuesta mantenerle la mirada, porque además de ser la misma que recibí cuando se fue de la casa, es la misma que veo cuando me miro en el espejo.

Sus ojos me recorren de arriba a abajo lentamente, evaluándome, y mi pecho se cierra con angustia. No quiero que me mire. No quiero verlo. No quiero oírlo. Quiero que se vaya y nunca más vuelva a aparecer.

—Has crecido— dice, y sé que no se refiere a lo físico. La Emma de trece años que él dejó atrás jamás se hubiera atrevido a hablarle así a sus padres.

Siempre fui obediente y servicial con ellos, sobre todo cuando era pequeña. Mi deseo por complacerlos era tan fuerte que ni siquiera me importaba faltar a la escuela para cuidar a Cameron bebé con tal de que ellos pudieran seguir haciendo de las suyas.

Por eso, ahora que veo el pasado y me doy cuenta de todas las cosas que perdí por ellos, un sentimiento de rencor que nunca antes había estado allí se comienza a crear.

Sinfonías Internas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora