Capítulo 8 // Las casualidades no existen.

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Capítulo 8 // Las casualidades no existen.

Emma.

–¿Emi, puedes dormir conmigo?– me preguntó Cameron suavemente acostado en su cama antes de que cruzara la puerta de su habitación.

Cuando llegamos a nuestra casa después del evento músical, estábamos mojados y embarrados debido a la lluvia. Por lo que cuando nuestra madre nos vió, se puso histérica. Comenzó a gritarme que si Cameron enfermaba, yo me iba a hacer cargo de los gastos del pediatra y que lo cuidaría yo porque todo era mi culpa.

Mientras mi madre me culpaba de todo lo malo que le había pasado en la vida y yo intentaba no contradecirla para no propagar la discusión, mi hermanito se había ido hacia su habitación y había comenzado a llorar en silencio.

Cuando el altercado terminó, fui a buscarlo a su cuarto y cuando lo encontré en un rincón hecho una bolita y abrazando sus piernas mientras sollozaba callado, el corazón se me compungió.

Al verlo así solo me dieron ganas de sentarme a su lado y llorar junto a él, pero no podía. Tenía que ser fuerte por y para él. Así que me acerqué a él y lo abracé hasta que soltó todo el llanto que estaba reteniendo.

Yo sabía que crecer sin un padre y con una madre ausente le afectaría para toda la vida, pero una parte de mí, una muy egoísta, esperaba que con el amor que yo le brindaba fuera suficiente.

–Claro– respondí. –¿Me esperas para que vaya a buscar mi pijama?

Cameron asintió y me dirigí hacia mi habitación sin hacer ruido.

Agarré mi camiseta y pantalones para dormir, sin embargo, cuando estuve a punto de quitarme la parte de arriba, me frené.

Vi hacia abajo para observar mi cuerpo con la sudadera de Jagger puesta y por algún motivo que desconozco, me sonrojé. Me quedaba gigante y estaba segura que aunque me duchara, su olor no se iría de mí tan fácilmente.

Su fragancia me parecía realmente tranquilizadora, tanto que decidí dejarmela puesta. De todas formas, él no se enteraría. Solo la utilizaría de pijama porque era muy cómoda, nada más.

Agarré mi móvil, cargador y salí hacia el pasillo, el cual solo estaba iluminado por la luz de la Luna que entraba por la ventana.

Sin poder evitarlo, me detuve frente aquella foto familiar donde los cinco nos veíamos tan felices que parecía mentira. Mi madre tenía una sonrisa radiante que la hacía ver veinte años más jóven, aunque solo pasaron cinco. Mi padre estaba besando la mejilla de mi mamá mientras sostenía a un Cameron bebé sobre sus hombros. Yo estaba haciendo símbolos de la paz con las dos manos, tenía puestas unas antiparras y sonreía abiertamente. Y ella... Ella simplemente estaba allí, pero a la vez no. Su mirada estaba perdida en algún lugar de la playa en la que nos encontrábamos.

Mi hermana pasaba a menudo por mi cabeza.

¿Qué sería de ella? ¿Estaba bien? ¿Estaba con vida? ¿Había mejorado en algo? ¿Tendría a alguien especial en su vida? ¿Habrá amado a alguien alguna vez?

Esas eran las preguntas que casi siempre solía hacerme a mí misma, como si alguien las pudiera responder.

Sacudí la cabeza evitando traer más recuerdos dolorosos a mi mente y comencé a caminar hacia el cuarto de mi hermano.

Cuando abrí la puerta me encontré con un Cam sentado a los pies de su cama, en posición de indiecito y listo para dormir.

Primero me observó despreocupado, pero cuando fijó sus ojos en la parte superior de mi pijama supe que se había percatado de aquel pequeño detalle.

Sinfonías Internas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora