Capítulo 19 // Enferma.

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Capítulo 19 // Enferma.

Jagger.

—Otra vez— repito y los chicos suspiran con pesadez, pero no refutan.

Tocamos la misma canción por séptima vez y no pasa ni un minuto hasta que yo me vuelvo a confundir, por séptima vez. Martin pone cara de pocos amigos y yo reitero:

—De nuevo.

—No jodas, Jagger. Llevamos horas ensayando y siempre eres tú el que se confunde— espeta Marcus desde detrás mío, harto—. Practica tú solo. Todos aquí tenemos cosas que hacer.

—Disculpa, pero yo no quiero hacer un papelón en nuestro próximo concierto. Y para eso necesitamos practicar. Si a ti no te apetece, te puedes ir— escupo con desdén.

He estado de mal humor toda la semana y ni yo sé cómo todavía no me mandan a la mierda. Pero no puedo evitarlo. Cada vez que alguien me habla, siento que ha soltado la estupidez más grande jamás oída.

—Jagger, ya basta— espeta Martin, levantándose del sofá.

—¡Tenemos que ensayar! ¡Nos está saliendo como la mierda!— Espeto.

—El único que se confunde cada dos notas y desafina en todos los versos eres tú— me señala—. No sé qué te está pasando estos días, Jagger, pero los problemas personales se dejan fuera del trabajo.

—¡No me pasa nada, joder!— Exclamo, harto. Ya es la sexta vez que me repiten eso en lo que va de la semana—. Solo necesito practicar, eso es todo.

Martin me observa con la mandíbula tensa y yo le sostengo la mirada hasta que la aparta.

—Jagger...— Intenta hablarme Kailey, pero la corto.

—Tú cállate— ladro y me giro hacia ella—. No te quiero ni oír. Suficiente tengo con tener que aguantar a los malditos paparazzis todo el día por las fotos que nos sacaron cuando te colgaste de mí como un maldito mono como para tener que soportar tu irritante voz. Cállate.

Kailey da un respingo y abre los ojos, herida, pero no me podría importar menos. Toda la sala se queda en un silencio fúnebre hasta que yo me descuelgo la correa de la guitarra con rabia y me dirijo hacia la terraza sin decir absolutamente nada.

Llego al techo del lugar, me apoyo en la barandilla y saco una cajetilla de cigarros de mi bolsillo. Me llevo uno a la boca y cuando la nicotina invade mis pulmones, un sentimiento de alivio me llena. Aunque no dura mucho, porque no tardo en recordarla.

La ciudad está bañada por la luz de la noche y se hace tan pequeña bajo mis ojos que me gustaría saber cómo se vería ardiendo en cenizas.

Si el mundo se acabara ahora mismo, ¿estaría satisfecho con lo que he hecho hasta ahora?

Gané toda clase de premios destacando en lo que hago, tengo millones de personas que me apoyan bajo cualquier circunstancia, dispongo de dinero para esta vida y cuatro más, gozo de buena salud y no tengo grandes preocupaciones, pero... ¿eso me llena? ¿Eso es lo que quiero para toda mi vida?

Esas son las dudas que me han estado torturando toda la semana, desde que Emma me "dejó".

No la culpo. Yo hubiera hecho lo mismo. Pero tenía la estúpida esperanza de que ella no. De que le gustara lo suficiente como para no dejarme por la vida que llevo, pero veo que no es así.

Una risa sin gracia se escapa de mi garganta y se transforma en vaho debido al frío, desapareciendo de a poco en el aire.

Lo peor de todo es que ella ni siquiera quería hacerlo. Lo sé porque lo escuché de su propia boca en los baños del bar después de haber bajado del escenario en pleno concierto solo para hablar con ella.

Sinfonías Internas ©Where stories live. Discover now