Capítulo 20 // El detector de mentiras.

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Capítulo 20 // El detector de mentiras.

Emma.

—Emi, despierta, Emi— oigo los susurros de Cameron a lo lejos.

Mantengo los ojos cerrados debido al cansancio y unas manos pequeñitas me sacuden con suavidad.

Entreabro los ojos y arrugo el ceño con confusión. La luz está apagada y lo único que distingo es la enana figura de mi hermano.

Me apoyo sobre mis codos y aprieto el interruptor de al lado de mi cama. La iluminación repentina me hace cerrar los ojos y llevarme una mano a la frente debido a la punzada de dolor que me atraviesa.

—Emi, Jagger ya no está— dice, y no tardo en notar el miedo en su tono.

—¿Qué?— Inquiero con confusión. ¿Qué dice de Jagger?

—Jagger se ha ido. Ya no está— murmura y yo pestañeo, sin comprender.

Me doy vuelta hacia el lado arrugado de mi cama y los recuerdos borrosos llegan a mí de golpe. Jagger llevándome a la cama, yo llorándole a Jagger por no querer ponerme un paño húmedo en la frente, Jagger dándome de comer en la boca, yo pidiéndole a Jagger que se quedara a dormir, Jagger aceptando...

Aprieto los labios en una fina línea debido a la vergüenza y las ganas de morirme me invaden. ¿Por qué siempre termino en las situaciones más vergonzosas del mundo cuando estoy con él? Aunque debo admitir que estoy más sorprendida que avergonzada, porque a pesar de estar enojado conmigo, él vino a verme y a cuidarme porque sabía que yo no era capaz de hacerlo por mí misma.

El pensamiento me calienta el corazón, pero al instante es borrado por una punzada de dolor al recordar lo que le hice. No merecía que él viniera a verme después de eso.

No me cuesta sentir la fragancia tan característica de él que ha dejado a mi lado. La reconocería en cualquier lado. Pero ahora en vez de oler a vainilla y chocolate, huele sobre todo a colonia cara y a cigarro, provocándome una mueca. No me gustan los vicios, los odio, de hecho.

—Emi, ¿a dónde ha ido Jagger?— Interroga mi hermano, sacándome de mis pensamientos.

—No lo sé— admito.

Lo más probable es que Jagger no vuelva, pero eso no se lo menciono. En cambio, obligo a mi cuerpo a sacarme las mantas de encima y ponerme de pie a pesar de que cuando lo hago, se me nubla la vista.

Me siento mejor que ayer. Ya no tengo náuseas ni fiebre excesiva, pero aún me siento débil y con dolor de cabeza.

—¿Qué quieres desayunar?— Le pregunto a Cameron al ver la hora. Son pasadas las ocho.

También tengo que llamar a su escuela para avisar que no asistirá por motivos personales. Y ese motivo personal es el día del padre, que justo es hoy.

Siempre hacen actividades familiares en el colegio de Cameron para días así. Invitan a los padres para pasar la mañana con sus hijos, hacen cartas y regalos para sus familiares más preciados y llevan postres caseros para compartir. Pero Cam no puede hacer nada de eso, así que hemos llegado a un acuerdo con mi madre para que lo deje faltar en ocasiones de este tipo.

—Hotcakes— se relame los labios con una sonrisa, sacándome una pequeñita a mí. Es el único que ha podido contentarme estos días.

Asiento y nos dirigimos a la cocina, solo que cuando estoy sacando todo lo necesario para hacer el desayuno, el timbre suena.

Frunzo el ceño con confusión y camino hacia la puerta. Qué extraño. Mi madre tiene llave y las chicas suelen llamar antes de venir. A lo mejor es la señora quejona de al lado que...

Sinfonías Internas ©Onde as histórias ganham vida. Descobre agora