Capítulo 27

10 2 0
                                    

Años atrás en el país de los demonios…

Era de mañana cuando fue convocada a asistir a una reunión con la máxima sacerdotisa, estaba satisfecha de haber conseguido en sus últimas lecciones las notas más altas, incluso sobre Miroku, su rival. 

Cuando se terminó de arreglar para presentarse en el santuario, se permitió ir sin armas, después de todo seria de muy indecoroso asistir con un arco al santuario, pensó para sí misma. 

Salió de su hogar, y mientras iba en su camino, su sonrisa se reflejaba radiante, una sonrisa que cautivaba y podía alegrarle la vida a cualquiera. En su paso al lado de sus vecinos, saludaba a cada uno con vitalidad, cariño y su sonrisa siempre presente. Era un hermoso día, sin duda. 

Percibió la presencia de alguien a su alrededor, entonces apresuró su paso. No podía distraerse y llegar tarde a esa reunión.

—Ni se te ocurra llegar tarde como siempre haces, Kioko—le había advertido Miroku, rodó sus ojos al recordar las palabras de su amiga—rival. 

La distracción de sus propios pensamientos le costó haber sido interceptada por varios hombres, que inmediatamente la amordazaron, le taparon los ojos y ataron de sus manos y pies. Mientras ella intentaba con desesperación deshacerse de sus secuestradores, nada impidió que lograran su cometido. 

Fue llevada hacia un lugar apartado, un salón subterráneo y una vez dejada en el suelo de aquel lugar, apareció un hombre joven esbelto y bien parecido que se detuvo a mirarla por un momento.

—¿No le hicieron daño?— preguntó sin aparatar su vida de la joven de cabello oscuro, liso y suficientemente largo, que llevaba la típica ropa de aprendiz de sacerdotisa. 

—No señor, es una fiera, pero pudimos domarla— dijo uno de los tipos que la había secuestrado. 

—Desátenle la boca—ordenó mientras la seguía analizando. De inmediato quitaron la cinta que sellaba sus labios. 

—Por favor, no me hagan nada—suplicó la joven, pero de inmediato fue interrumpida.

—¡Silencio!—increpó el hombre. Luego de cerciorarse de que guardara silencio continuó—Dime tu nombre— ordenó a la joven. 

—Kioko—contestó la joven en un susurro—Por favor déjenme ir, solo soy una aprendiz de sacerdotisa, no tengo nada de valor, nada que les interese—suplicó con nerviosismo.

El hombre frente a la joven, expreso una media sonrisa al escuchar esas palabras, se acercó a ella, se agachó para que sus rostros estuviesen más cerca.

—En eso te equivocas, eres justo lo que necesito—dijo mientras le alzaba su mentón con sus dedos. Pudo notar como la joven se estremeció ante sus palabras y su cercanía—Si colaboras conmigo, prometo no hacerte daño—se alejó de ella y se dirigió a sus hombres—Déjenme solo con ella.

Por su parte la chica estaba conmocionada, percibía mucha fuerza en el hombre que hablaba con ella. Pero lo que más le aturdía era su voz, que había logrado hacerla erizar, un tono de voz profundo y penetrante, una voz autoritaria que solo escucharla infundía respeto. 

Cuando estuvieron solos, el hombre le desató de la tela que la mantenía vendada de sus ojos. Mientras su vista se acostumbraba, lo primero que vio fue el símbolo de una araña tallado en la pared que tenía delante. La joven estrechó sus ojos. Recordando aquel símbolo, era un clan respetado en el país de los demonios. Pero aun así no entendía que hacia allí y por qué el hombre decía que la necesitaba. 

El hombre se dirigió a una estantería con diversos papeles y pergaminos. Cuando tuvo el que buscaba se acercó a la joven, que aun permanecía sentada en el suelo con sus manos y pies atados. Pero lo ignoraba por completo, estaba más interesada en detallar el lugar. 

Cadenas de Herencia |Neji y KikyōDonde viven las historias. Descúbrelo ahora