Capítulo 21: Dependencia de sangre

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Capítulo 21

Dependencia de sangre



ALESHA

Dos horas.

Habían pasado dos horas sin que alguien dijera palabra.

Nora no había abandonado su posición en la silla del escritorio y se mantuvo usando su celular todo el rato, el mismo al que Alesha le destrozó la pantalla en el bosque cuando lo lanzó. El malestar había disminuido considerablemente y estaba exhausta, en necesidad de rendirse ante el sueño que le fue privado la noche anterior, pero tomar el riesgo de quedarse dormida estando sola con Nora era tentar demasiado a su suerte.

Aprovechó la mejoría para ponerse al día con las notas que le llevó Lyra, con Markus siempre a su lado, y mandar algunos mensajes a Taesung, de los cuales no recibía respuesta. Aparte de aprovechar de buscar información en su espejo negro sobre la dependencia de sangre y en parte se alivió al saber que el problema no era ella, sino que el sistema del vampiro básicamente reclamaba la sangre que ofreció, de vuelta. Quién sentía la atracción era la sangre de Nora en ella, no Alesha, y ese efecto se calmaría siempre y cuando Nora no le diera más. «Mientras tanto, la fuente querrá retribuir el ofrecimiento a su vampiro con toda su voluntad», decía el espejo.

Ponía que mientras se quiera mantener el lazo, solo es cuestión de seguir recibiendo la sangre del vampiro a cambio de la de la fuente. En caso de querer cortarlo, los primeros días eran los más fuertes.

Lo más malditamente injusto era que el lazo no afectaba al vampiro. Era un mecanismo que aseguraba su alimentación como depredador, por ello la fuente se hacía dependiente a la sangre de su vampiro. Era jodido, siglos antes —cuando las comunidades humanas eran mucho más reducidas— los clanes secuestraban humanos y les daban de su sangre para asegurar alimentadores. Según los escritos que encontró en el espejo negro, decía que poco a poco todo se fue deformando, se abandonó la práctica y ahora se solían ver fuentes en casos raros, usualmente voluntarios por parte del humano que quisiera prestarse para alimentar a un vampiro. Eso era aún más jodido.

Alesha estaba jodida y a Nora eso no le afectaría en lo más mínimo.

Decidió que ya era suficiente cuando notó los ojos curiosos de Nora examinando su casi vacía habitación y tuvo una punzada de algo que no supo descifrar, pero estaba hiperconsciente de que su espacio no había tenido evolución desde que llegó. Y era algo que revisaba cada día sin falta, si había algún nuevo detalle en la pared, en el techo, sin encontrar nada. Estaba constantemente buscando un cambio, pero todo seguía igual, lo más cercano a una mínima muestra de su personalidad eran las paredes en color lila, las fotos y el estante de ingredientes de sus pociones.

Era un gran contraste, sabiendo cómo eran los cuartos de los otros, cada uno era un reflejo de sus personalidades, incluso el de Nora, tan elegante como lucía la vampiresa sentada derecha y con piernas cruzadas, su cabello blanco corto a la altura del cuello en una línea perfectamente recta.

No se había detenido a mirarla nunca, aparte de aquella vez por la ventana, ¿por qué querría dar su atención a un vampiro?, pero tomó este momento para hacerlo, desde su cama. No pudo evitar sentir repentina curiosidad. Ah, la dependencia, pensó. Recorrió toda la imagen de la vampiresa, llevaba puesto algo sencillo en comparación a otros atuendos innecesariamente extravagantes que le había visto antes: un suéter negro que dejaba los hombros al descubierto, en los cuales pasó enfocada unos segundos más del debido, siguiendo la línea de las clavículas por la piel bronceada hasta una cinta que adornaba su cuello; sus piernas estaban cubiertas por un pantalón de cintura alta en color crema y botas de plataforma del mismo color. Alesha no entendía cómo Nora podía perder el tiempo cada día escogiendo qué ropa ponerse, parecía siempre querer llamar la atención, hacer un espectáculo dramático cada vez que cruzara por una puerta; tampoco entendía por qué se molestaba en maquillarse como lo hacía, llevando la atención a sus ojos como si por su color no resaltaran suficiente, y a sus colmillos, con labiales rojizos que simulaban el color del vino. Alesha no perdía el tiempo en tales vanidades, eso fue algo que le enseñaron.

Zemblania: Máscara de seda y secretos [LIBRO #1]Where stories live. Discover now