Capítulo 2: 47

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Capítulo 2

47


ALESHA

Alesha caminaba sola por los pasillos de la academia, Taesung estudiaba en la biblioteca, mas la bruja no quería volver a ese lugar después de la conversación con Jaehyeon. En algunos pasillos veía estudiantes caminando, demonios con piel naranja, ángeles con alas hermosas, hadas. Había escuchado que varios de los trabajadores eran videns, humanos que contaban con la habilidad de poder ver a través del velo de lo que era Lilura, la dimensión justo al lado de aquella sin magia donde se encontraban. Tamanaco, el decano, era uno; usualmente las tribus indígenas o nativas de distintas culturas humanas tenían esta habilidad.

También había vampiros, pero no se detendría a pensar en eso.

Había terminado frente a la puerta del cuarto de Taesung, el número 50 invitándole a entrar como todos los días. Se quedó plantada frente a la puerta, viendo el oro y la madera. Esperando y esperando. Suspiró, caminó hasta el lugar que correspondía su dormitorio y entró, hasta acostarse en la posición en la que estaba ahora, viendo hacia el techo blancuzco vacío.

No le gustaba su dormitorio. Le recordaba demasiado a aquel en España, dos veces más grande que este, con muebles más ostentosos. Nunca le había gustado estar ahí porque se sentía vacío, era demasiado espacio para pocas cosas. Pedazos de madera y tela que no hablaban por ella, que no le pertenecían. Solo estaban allí, igual que Alesha, ocupando espacio.

Este cuarto se sentía igual, a pesar de ser más pequeño y tener menos espacio, se sentía vacío, un cuarto ajeno. Por eso le gustaba el de Taesung, el suyo era acogedor, lleno de cosas que reconocía. Además de que estaba Taesung, las cosas siempre eran mejor con él presente.

Por eso, lo único que había en su cuarto eran fotos con su mejor amigo, —al estilo de lo que el chico le enseñó eran las polaroids— momentos que habían compartido a lo largo de su vida. Ninguna de estas las había colocado Alesha, ella no tenía una cámara polaroid. No tenía ningún tipo de decoración que traía de su casa, solo unas imágenes movibles con Taesung. Al colocarlas, pequeñas fotografías aparecieron en la pared que se había tornado de color lila.

Las fotos aparecieron por sí solas, una de ellas de los dos magoi cuando tenían unos siete años, por el color de cabello negro natural que llevaba Alesha, usaban ropa de fiesta y sonreían. Esa foto existía, o lo hizo en su momento, fue el primer evento público en el que estuvieron Alesha y Taesung, el primero de muchos, seguían con un brillo de inocencia en los ojos que mostraba lo ignorantes que eran sobre su mundo. Alesha veía esa foto con nostalgia, era el recuerdo de un momento genuinamente feliz, cuando tenía al magoi y a su familia de su lado. Y a su hermano.

La mayoría de las fotos eran de Taesung, memorias que había creado con él en momentos que más se había sentido feliz. Cuando le enseñó a jugar Monopolio por primera vez —un juego de mesa humano—, el viaje a Corea del Sur para conocer a su familia, momentos dentro de sus cuartos cuando no tenían que preocuparse por la etiqueta y encajar en un molde familiar que les quedaba grande. No eran un Van Darte y un Kwon, solo eran Alesha y Taesung.

Los cuartos estaban hechizados para personalizar y mostrar su versión más cómoda y acogedora para el residente. Por eso disfrutaba el dormitorio de Taesung, estaba lleno de mapas, posters y muchos libros, se sentía en una guarida. Pero su cuarto apenas percibía que le pertenecía con sus memorias hechas papel en la pared, quería que el dormitorio cambiara para sentirlo propio. Tenía la esperanza de que sucediera cada vez que volvía a entrar, pero seguía siendo el mismo lugar que le daba la impresión era incluso más frío a comparación del cuarto del brujo.

Zemblania: Máscara de seda y secretos [LIBRO #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora