Parte I: Capítulo cinco.

4.9K 305 24
                                    

V

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


V. The Maiden's Prayer

Montecarlo;
Mónaco, 2019.

Llego al fin a casa luego de una agotadora tarde en casa de los Leblanc. Me lanzo al sofá de la sala y me duermo de inmediato.

Unos ruidos en el segundo piso me hacen despertar, al menos una hora más tarde.

Me dirijo hacia el lugar de donde provienen los ruidos y me enfurece ver a Gianna, mi hermana menor, sacando todas las cosas de mi habitación.

—¿Qué crees que haces? —le pregunto, furiosa.

Ella alza su altanera vista hacia mí— Llevo tus cosas a la habitación de invitados.

—¿Y por qué?

—Mamá me dijo que podía hacerlo para agrandar mi habitación. Después de todo debes irte pronto.

—¿Mamá dijo que debía irme?

Auch.

Ya no debería sorprenderme. Siempre he sabido que quiere más a mis hermanas que a mí, de todas maneras seguirá doliendo siempre. Yo no soy madre ni pienso serlo tampoco, pero siento que una madre no debería hacer diferencias con sus hijos y, vamos, de verdad yo entiendo que puedo ser difícil, que lloro mucho, que escogí una carrera que ella no aprueba y que a veces me dejo llevar demasiado por mis emociones, pero siempre he intentado ayudarle, ser una buena hija, le enviaba dinero cuando ganaba una miseria de sueldo en aquella cafetería de cuarta en California, le ayudo en la florería y en todo lo que me pide. ¿Qué es lo que le hice que le decepciona tanto?

—La habitación de invitados está llena de cajas y arañas. No puedo dormir ahí.

Ella se encoge de hombros, desinteresada— No es mi problema.

Quisiera arrancarle sus pelos dorados y hacer que se los trague, pero me abstengo de hacer algo que me traerá consecuencias más terribles que la picadura de una araña.

Horas más tarde, mis manos tocan con suavidad las teclas del piano de cola que nona me regaló cuando era pequeña. Recuerdo que lo encontró en una subasta, todo descuidado, sin pintura y lleno de polvo, pero con sus teclas y cuerdas intactas. Le costó apenas un par de dólares, pero a mí me trajo la más grande felicidad de mi infancia, especialmente cuando comenzamos a limpiarlo y a pintarlo por completo de blanco y nona le dibujó pequeñas flores de colores en la tapa que han perdurado con el pasar de los años.

Tocar el piano siempre será mi escapatoria de los problemas.

Ya intenté limpiar al máximo la pequeña habitación de invitados e instalé mis cosas. Saqué muchas telarañas e insectos muertos de debajo de la cama. Abrí la ventana del balcón de la habitación, que por cierto es lo único bueno que tiene, y dejé que se ventile. Llevaba años cerrada.

¿Cómo evitar un amor prohibido? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora