La obra de un artista fugitiv...

بواسطة AnnieTokee

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Joshua es señalado por culpa de su origen y vida familiar, mientras Charly se siente asfixiado en la falsa pe... المزيد

Antes de empezar
Primera parte: Comenzó con una cuenta regresiva
Capítulo 1: Aceite de oliva
Capítulo 2: De cinco a diez minutos
Capítulo 3: Arboleda de la soledad
Capítulo 4: Un poco de perfección
Capítulo 5: Obsesión visual
Capítulo 6: Los muñecos de la pizarra
Capítulo 7: El azul es su color favorito
Capítulo 8: Primeras veces
Capítulo 9: De verdad
Capítulo 11: Solo amigos
Capítulo 12: Extranjero inoportuno
Capítulo 13: El momento
Capítulo 14: Vagabundo en la nada
Capítulo 15: Una primera Navidad
Capítulo 16: El poder del amor
Capítulo 17: Hechizado en cuerpo y alma
Capítulo 18: Almas en pena y autopsia alienígena
Capítulo 19: Entre delirios febriles
Capítulo 20: Fugitivo emocional
Capítulo 21: Sorpresas de cumpleaños
Capítulo 22: Los jueces de todos
Capítulo 23: Se supone que es lo justo
Capítulo 24: El primer fugitivo
Capítulo 25: Hasta pronto
Segunda parte: Me volví un forastero
Capítulo 26: No tan mal comienzo
Capítulo 27: Bajo el mismo cielo
Capítulo 28: Un esperado regreso a casa
Capítulo 29: No es igual
Capítulo 30: Nadie sabe despedirse
Capítulo 31: Como punto en la nada
Capítulo 32: Black Sunrise
Capítulo 33: Memorias de papel
Capítulo 34: Por un camino infinito
Capítulo 35: Dentro de Mordor
Capítulo 36: No somos emos
Capítulo 37: No digas esa palabra
Capítulo 38: El futuro que nos acecha
Capítulo 39: El cambio puede hacernos bien
Capítulo 40: Bueno, pero no perfecto
Última parte: Aún brilla el mismo sol
Todavía no se vayan

Capítulo 10: Diferente NO es igual a malo

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بواسطة AnnieTokee

Cuando tenía once años fui arrastrado por mi madre para ver la versión en vivo de Peter Pan en el cine. Ella es muy fan de la película animada de Disney y también de los libros publicados. Yo quería verla feliz, así que acepté sin rechistar.

Al salir en escena el mítico personaje, mi atención dejó de ser solo para las palomitas y el refresco, y se centró en sus movimientos, su sonrisa, su forma de moverse y sus ojos claros.

Algo tenía el actor que impedía que me concentrara en algo más, incluso en los demás miembros del reparto o la trama en sí.

Hacía un par de meses, cuando mis amigos y yo estábamos hablando sobre amores platónicos con famosos, Archie mencionó haberse enamorado por primera vez de la actriz que interpretaba a Wendy en esa misma película. Aquello me hizo pensar en la vaga posibilidad de haber tenido una fijación igual con el Peter Pan de carne y hueso. Sin embargo, me di una bofetada mental y me obligué a decir:

—Sí, estuve viéndola toda la película. Solo por ella me entretuve con esa cosa.

Lo que pasó con Charly durante esa cita me hizo escarbar en esas memorias el porqué de mis acciones en las recientes semanas. ¿Su aparición me hacía actuar diferente o su presencia provocaba que sacara una parte de mí que desconocía?

Quería averiguarlo; no obstante, tenía miedo de encontrarme con una respuesta que no me gustara y me trajera problemas. Decidí dejar las pajas mentales de lado y enfocarme en inventar las historias de las fotografías para tener el trabajo listo. Estaba de acuerdo con mi amigo en que, si lo entregábamos antes, era posible que el profesor nos pusiera una nota extra. Aunque creo que tenía tanta ansiedad de quitarse el proyecto de encima para dejar de pensar en aquello que hicimos.

No solo nos besamos dos veces frente a ese edificio viejo, sino que estuvimos el resto del camino en tren escondiéndonos detrás de nuestros cuadernos para seguir haciéndolo. Nos besamos tantas veces que incluso perdí la cuenta, y creo que también la cabeza.

Cogí el bolígrafo y escribí: «El edificio de la primera foto corresponde a una vivienda victoriana que presenció... cómo me volví gay».

Tomé una bocanada de aire. Después arranqué la hoja de mi cuaderno y la rompí en mil pedacitos. Pero no podía tirarla a la basura sin más, porque mamá podría ver lo que decía y estaría en graves líos; así que junté los pedazos que quedaron, me levanté de mi escritorio y me dirigí al bote de basura. Mientras tanto, mi teléfono comenzó a vibrar. No me apetecía responder, pero tampoco podría regresar como si nada a hacer la tarea sin que por la mente me surcasen pensamientos raros.

Quien me llamaba era Ashley, cosa que me extrañó. Ella prefería los mensajes de texto. Decía que no les hallaba sentido a las llamadas si con un escrito todo quedaba más rápido.

—¿Estás en tu casa, Josh? —me preguntó después de que aceptara su llamada. Su tono no era juguetón o picaresco. Estaba seria, demasiado para mi gusto.

—Sí, ¿por? —Volví a sentarme en la silla giratoria frente a mi escritorio.

—Necesito que vengas a mi casa. Tenemos que hablar.

—No he hecho nada —dije a la defensiva—. Dime qué sucede, Ash.

—Es sobre Charles.

Abrí los ojos tanto como pude y sentí mi lengua trabándose.

—Te veo en veinte minutos, Josh.

—Vale —susurré, anonadado.

Ella colgó, dejándome con una sensación parecida a un montón de hormigas dispuestas a devorar cada parte de mi anatomía. Ese sentir me acompañó durante todo el trayecto hasta su casa, junto con la paranoia de que no solo Ashley sabía lo que Charly y yo hicimos, sino todo el vecindario. Cada vez que veía a alguien caminar por la acera, me daba la impresión de que me juzgaban con su mirada. Siempre lo habían hecho, pero ahora se sumaba lo que pasó en la excursión.

Comenzaba a comprender por qué mamá no quería salir tan a menudo a caminar por el vecindario. Estando encerrada, no habría miradas acusadoras y susurros hostiles sobre sus acciones en la adolescencia.

La casa de Ashley era más chica que la de los Stonem. No había un patio grande al frente y cubierto de naturaleza. La hierba se encontraba seca y el camino de concreto gris estaba pintado con tizas de colores, lo que evidenciaba que los hermanos menores de mi amiga habían estado hacía poco jugando ahí.

Me preparé para lo que venía. No solo la plática con ella sería incómoda, porque lo más probable era que quien abriera fuese alguno de sus padres, y estos me odiaban por el simple hecho de estar vivo.

Golpeé la puerta dos veces. El timbre no funcionaba porque uno de los niños había pensado que sería bueno fusionar el sonido con el del canto de su hermana para crear una orquesta. Estuve presente en ese momento. Fue horrible y aturdidor.

Quien abrió fue la madre de Ashley. Mostraba una prominente barriga y un rostro agotado. No se parecía mucho a su hermana.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó ella. Creo que el embarazo la tenía tan fastidiada que no se pudo dar a la tarea de fingir que no me quería lejos.

—Vine a ver a Ash. ¿Podría avisarle que llegue? —Hice el intento de sonar educado, aunque yo me encontraba tan harto como ella.

La mujer metió la mitad de su cuerpo en la casa y gritó con fuerza:

—¡Te busca tu novio!

Tuve que consolarme a mí mismo con la idea de que era mejor que pensaran que éramos pareja a que supieran lo que pasó entre su sobrino y yo.

Los pasos acelerados de Ashley no tardaron en hacerse escuchar. Luego, cambió de sitio con su madre y abrió por completo la entrada para dejarme pasar. Mi amiga vestía pantalones rosados y una playera negra entallada al cuerpo, y llevaba sus rulos amarrados en una coleta baja. No era la impecable chica que se presentaba en la escuela cada mañana, pero tampoco era la guapísima Ashley que bailaba ebria usando sandalias de plataforma.

La casa de mi amiga olía a una extraña combinación entre comida y pintura acrílica. La risa de un par de niños pequeños me hizo recordar la razón de ese aroma, y también del cansancio que se escondía detrás de los rostros de la madre y la hija.

—Ya sabes, ignora el ruido que hacen —dijo Ashley al mismo tiempo que se sujetó de mi muñeca.

Me dirigió a la escalera. Le urgía que escapáramos de su familia y nos encerráramos en nuestra burbuja. Sin embargo, detuvimos la marcha cuando percibimos la presencia de su padre.

Era lo único que me faltaba para empeorar mi día.

—Joshua —me llamó él.

Su voz era severa, al grado de hacerme sentir regañado. Tanto su hija como yo nos incorporamos para mirarlo de frente.

—Papá, no le digas nada —replicó ella.

—Solo quería preguntarte, ¿qué tan en serio vas con Ashley? —Me miró con atención. Sus ojos eran negrísimos, iguales a los de un espectro.

—Mucho —contesté sin titubeos—. Voy muy en serio.

«Pero solo como amigos», completé en mi mente.

—Más te vale. —Suspiró y cruzó los brazos—. Ojalá seas diferente a tus padres.

—¡Papá! —volvió a reclamar ella.

El comentario llegó como una bala a mi sien; pero, para mi suerte, Ashley tomó mi mano y me condujo por las escaleras hasta que llegamos a su habitación. Una vez dentro, me recargué en la pared y me permití resbalar hasta que mi trasero tocó el suelo. Ella, por su parte, se sentó en la orilla de su cama.

Me concentré en el ruido que hacían las manecillas de su reloj de pared y también en sus pósteres pegados por todo el muro. Era muy fanática de Zac Efron y los Jonas Brothers, por lo que sus caras predominaban en el espacio.

Los ojos de esos americanos me juzgaban también, recordándome todo lo que había hecho mal las últimas semanas.

—Perdona el estrés de afuera —trató de romper el hielo—. Mamá odia todo porque ya va a parir, y los niños están más fastidiosos que nunca, ya que temen perder su atención.

—Lo siento —musité, incómodo. Dejé de mirar a Joe Jonas y mejor fui al suelo.

—Ellos no saben que conviene más sentirse desplazado. —Sonrió con amargura—. Así puedes hacer casi todo lo que quieras.

—Como fingir que fuiste a una inocente pijamada y en realidad ir a ahogarte en vodka. —Quise sonar gracioso, porque era evidente que el tema la indisponía.

—O viajar a la ciudad contigua para besarte con el primo de tu novia —dijo con un cinismo que me dolió—. ¿Qué pasó, Joshua?

—No lo sé —murmuré.

Ella hizo el ademán de no haber escuchado. Quería que lo expresara más alto.

—No tengo una puta idea —dije con más fuerza—. Desde que lo conocí mejor me confunde.

—Siempre supe que eran tal para cual, pero no esperaba esto. —Pellizcó el tabique de su nariz—. ¿Fue un error? Charly me dijo que no estaban borrachos.

—El día de la fiesta de Elizabeth sí lo estábamos, pero ayer no. Y dudo que sea un desliz; pasó más veces. —Hice la cabeza hacia atrás para recargarla en la pared—. Y me gustó —susurré, avergonzado.

—Él dice que tampoco le desagradó. —Ashley tomó una bocanada de aire—. ¿Crees que eres...?

—¡No lo digas! —ladré, interrumpiéndola—. ¡Yo no soy así! Quizá nada más... estoy confundido.

—Tal vez los dos solo tengan curiosidad, que podría pasarse después de seguir probando. Además, si así fuera el caso, no tendría nada de malo ser distinto a los demás.

—Lo sé, pero no es mi situación, y no sé si sea la de Charly.

—Tampoco lo sabe, y es casi tan reacio al tema como tú. —Se tumbó sobre su cama, haciendo su cuerpo rebotar en el colchón—. Quizás experimentando se pase y puedan volver a lo de antes.

¿A la normalidad? ¿Qué era lo normal antes de todo eso? 

 Había gente en casa de Charly. Lo sabía porque los coches estaban ahí, y también veía las ventanas abiertas; así que no tenía ninguna lógica que no me respondiera los casi cinco mensajes que le mandé desde que salí de casa de Ashley. Eso quería decir que me estaba evitando, y lo entendía, pero deseaba hablar con él, aunque no tenía idea sobre qué.

Me apoyé en el poste de luz y miré a la fachada de la casa. Deseé con creces tener el poder de llamarlo mediante mis pensamientos, aunque al parecer solo tenía la habilidad de evocar su imagen a cada momento, incluso antes de que me fuera a dormir.

Cansado de esperar, giré el manubrio de la bicicleta para ir de regreso a casa. Aún tenía tarea que hacer y mucho que pensar.

Ashley prometió no revelar lo que pasó entre Charly y yo. Si bien insistía en que ser diferente no tenía nada de malo, estaba consciente de los problemas que acarrearía si abría la boca. Por un lado, eso me tranquilizaba; no obstante, era imposible sosegarme al recordar aquello que dijo sobre experimentar y probar.

¿Acaso insinuaba que debía llevar las cosas más lejos con Charly?

Ya nos tomábamos de las manos, también nos besamos con más ímpetu... Lo siguiente era un nivel que ni siquiera había rebasado con una chica. Aunque, si nadie se enteraba, él estaría dispuesto a hacerlo, y eso nos haría dejar de comportarnos así.

Quizás la idea de Ashley no sería tan mala.

Sin embargo, me asustaba muchísimo, y más el hecho de que mi psique llegara a interesarse por saber qué pasaría si lo llevábamos a ese punto.

Estuve reflexionando sobre ello en el camino de regreso. Pero eso sí, evitaba a toda costa proyectar todo tipo de imagen de Charles Stonem haciendo cualquiera de esas cosas. Me decía: «¡Son hombres, Joshua! ¡No debes pensar así sobre él!»

Llegué a mi casa más fastidiado que cuando salí. Me exasperaba no haber recibido contestación alguna, también toda la sarta de reflexiones que tuve sobre la charla con Ashley y, por último, la estúpida tarea del profesor embarazado.

—¿Ya llegaste, Josh? —preguntó mamá desde el sillón. No giró la cabeza, la mantuvo al frente.

—No, soy un puto holograma. —La obviedad de su interrogante me chocó.

—¿Qué te pasa? —Se dignó por fin a voltearse. Aún parecía recién salida de la cama, con su coleta despeinada y su rostro demacrado.

—Nada, es solo que no deberías preguntar estupideces —gruñí.

Caminé en dirección a mi habitación. Solo quería encerrarme y estar solo.

—¿Pasa algo? —insistió mi madre. Se levantó del sillón y se aproximó a donde yo me hallaba—. ¿Te puedo ayudar?

—Nada que te importe, ¿vale? —Sujeté la perilla de mi puerta—. Me jode mucho esa actitud que tienes de ser la madre buena onda y comprensiva.

—¡Joshua! —Su labio inferior tembló y vi cómo sus ojos azules comenzaron a cristalizarse.

—Solo déjame en paz —mascullé. Su rostro en ese estado me hacía sentir repugnante—. Tengo mucha tarea.

Abrí mi puerta y la cerré al instante para evitar que entrara a invadir mi espacio. Lo primero que hice fue tumbarme en la cama boca abajo y apreté con fuerza los ojos. Solo anhelaba despertar de esa horrorosa pesadilla; pero, a la vez, mi mente hacía la treta de imponer la imagen del beso que Charly y yo nos dimos, del viento helado de esa tarde y la suavidad de sus manos cuando me aferré a estas.

Me repetí numerosas veces la oración «No es nada, Joshua. Solo lo besaste; y quizá te guste un poco, pero eso no te hace diferente a los demás».

¡Hola, conspiranoicos! Espero hayan disfrutado de este capítulo, de nuevo no traje ilustración porque estoy trabajando en algunas especiales para Navidad. Si quieren ver más de mis dibujos, pueden seguirme en Instagram como "annietokee".

¿Qué pasará cuando Joshua y Charly se vuelvan a ver?

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