Landrem || Joerick

By ohhmycnco

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En un universo donde el mundo se divide según la pureza de tu alma; Joel, capo de una de las mafias más conoc... More

Antes de leer
PRÓLOGO
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EPÍLOGO
EXTRA

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By ohhmycnco

Erick solamente fue consciente de todo lo que venía cuando corrió por los pasillos de Colón. 

Un coche le esperaba en la entrada. Él se subió junto a Damien y Abigail, con Joel mirándolos desde ahí con una mano afianzada a la puerta por dónde habían entrado. Erick le devolvió la mirada sin pensarlo. 

—Espérame en nuestra habitación— Le dijo, cerrando la puerta y dejando al coche marchar. 

Y así no fue como Erick imaginó su reencuentro, pero nadie pudo imaginar lo bien que se sentía respirar entre las pertenencias de Landrem, con sus hijos a salvo y un destino a la que él consideraba su perdición. 

No escuchó más balas, y no supo si fue por la distancia a la que cada vez se enlazaba más o porque sus oídos estaban completamente taponados. Quiso pensar que era la primera opción, aunque no escuchaba el ruido relajante de las ruedas contra el asfalto de la carretera tampoco. 

El camino se basó en un llanto leve de Abby entre sus brazos y Damien acurrucado en su costado con miedo y temblor constante. Erick se mató por permitir eso para sus hijos, por lo que solamente rezaba para que las cosas se hubieran terminado ahí. 

En cuanto la oscuridad y el tono lúgubre de las tétricas paredes de Landrem estuvo frente a él, Erick realmente no supo hasta qué punto los latidos de su corazón eran reales. 

En la puerta trasera, dos almas naturales demasiado conocidos para él recibieron al coche donde estaban, rodeados de guardias armados. 

Erick bajó del coche agarrando con fuerza a Abby entre las mantas y con la mano entrelazada a la de su hijo mayor. Le ayudó a bajar del coche. En cuanto Dami visualizó a Chris y a Niall, una sonrisa pequeña se instaló en sus fauces. 

Erick no controló las lágrimas que le provocó la simple relajación de verlos. La manera en la que alabaron a Abby fue magistral y el cariño que le dieron a Dami de nuevo era algo que a Erick le gustó en demasía. 

Le acompañaron hasta la que fue su habitación y, ahí, Erick se quedó solo en esas cuatro paredes y un balcón medialuna. Quiso llorar más por lo sublime que era cada esquina; por los recuerdos que llevaba cada viruta de polvo inexistente y por el sentimiento que cargaba cada mueble opaco.  

Damien parecía drenado cuando corrió por todo el territorio, entre risas emocionadas y manos ansiosas que tocaban para comprobar si eran de verdad o no. Abigail miraba con atención todo desde los brazos de su madre, que casi parecía bloqueado por sentimientos inexplicables. 

Se había escapado de Colón. Realmente lo había hecho. Sin saber cómo ni por qué. Había dejado a su familia y había vuelto con el hombre al que le vendieron sin opción de replicar. ¿Cuántos puntos te daban de demencia por ello? 

Debió pasar ahí más tiempo del que imaginó, porque cuando la puerta se volvió a abrir— cabe decir que provocándole un paro cardíaco— Erick se encontraba en el mismo lugar. 

Joel miró a su alrededor rápidamente, parando su vista en ellos. Quiso pasar por alto el suspiro relajado que emitió, como si temiera que se fueran a ir de nuevo; pero Erick ni siquiera intentó hacer como que no lo había escuchado. 

—Te dejaste algo, Damien— Dijo, agachándose y enseñando el juguete. 

—¡Chocolate! 

Damien corrió hacia él a una velocidad asombrosa, agarrando el peluche y abrazándolo contra su pecho. Joel lo cargó sin inconvenientes. Caminó hasta Erick con la mirada fija. 

—¿Has vuelto por un peluche? ¿De verdad, Joel? 

—Se lo regalé yo. Vi que no lo tenía cuando se subió al coche. 

—Has arriesgado tu vida por un peluche. 

—Y por vosotros. Eso es más importante. ¿Lo es? 

Erick le regaló una sonrisa forzada. Mordió su labio inferior y dio un paso adelante. Sintió enseguida la mano que Joel liberó para rodear su cintura, y el movimiento se sintió tan lejano para ambos que se miraron fijamente a los ojos como si de un espejo se tratara al contrario. El ojiverde casi pareció ver en el iris claro de Joel cómo le pedía permiso. 

La mano de Erick subió por el torso de Joel, de una manera lenta y nueva. Casi creía haber olvidado la piel de Joel bajo las yemas de sus dedos, o la forma perfecta en la que sus hombros se movían cuando suspiraba al llegar de trabajar cada noche. Acarició su brazo fornido y no evitó una respiración profunda que le permitió absorber su aroma. 

Joel afianzó más fuerte su agarre, con los dedos incrustados en su piel sobre la ropa como una excusa para acercarlo más; para tenerlo más cerca cuando dejó un beso en su frente. 

Erick cerró sus ojos, sintiendo la calidez de los labios de Joel quemando en el hielo que se había convertido su interior. Se aferró a su hombro, aunque luego no tardó en llevar su mano pequeña a la nuca de Joel; a su pelo rizado que seguía tan suave como siempre. 

Erick separó la cabeza solamente para mirarlo, sin tener que hacer muchos esfuerzos cuando acercó a Joel a sus labios. El beso que se dieron fue puro y verdadero; lejano e importante para sanar cada uno a su manera. Joel no tardó en separarse, solamente para dejar besos rápidos en todo su rostro. Besó sus párpados, sus mejillas, su nariz, su frente, sus pómulos, sus comisuras, su mandíbula y su barbilla. Y Erick le dejó, porque se sintió mejor que nunca. 

Se acurrucó en su pecho después de eso, como un cachorro herido que necesitaba sanar con el lobo que le había lastimado. Joel le abrazó. Abrazó a su familia, cuando Dami se acurrucó también y Abby llevó su mirada sutil hasta él. 

Joel cerró los ojos. 

Respiró. 

****

Sus manos pequeñas solamente pudieron tapar un poco mejor a Abby, que ya dormía plácidamente en la cama que le habían agenciado— cabe decir, tres veces más grande a lo que estaba acostumbrada—, aferrada al peluche que Joel no había dudado en darle. 

Erick dejó un beso sutil en su frente. Acarició su cabeza pequeña y miró su fisonomía angelical durante cortos segundos. 

—Buenas noches, mi princesa. Te amo. 

Dejó otro beso en su cabecita y se incorporó, caminando hasta la cama donde Damien movía sus pies todavía sentado. Sujetaba a Chocolate con una de sus manos, pero su mirada estaba clavada en el suelo cristalino. 

—Dami, ¿Vamos a dormir, bebé? 

Damien no contestó y no se movió ni un poco, por lo que Erick frunció ligeramente el ceño y caminó hasta él. Se inclinó tiernamente, con ambas manos apoyadas en sus rodillas inquietas. Su mirada estaba perdida. Sin embargo, cuando localizó a Erick, un brillo fugaz le recorrió el iris. 

—¿Qué te pasa, cariño? 

—Tengo un poquito de miedo, mami…

Y Erick lo entendió, porque había estado diez meses durmiendo con Damien cada noche en la misma cama. Su hijo era lo suficientemente temeroso para eso, por lo que Erick debió prevenirlo.  

Hincó sus rodillas contra el suelo y rodeó con sus brazos el cuerpo de Damien. 

—Lo sé, bebé. Sabes que papá y yo estamos justo al lado. ¿Lo has visto? Sólo cinco pasitos y podrás tocar la puerta donde estoy. A cualquier hora, no importa nada. Si tienes un sueño feo, si necesitas besitos o si Abby se pone a roncar y no te deja dormir. 

Dami soltó una pequeña risita. Llevó su mano hasta sus labios y encogió sus hombros, como si fuera cruel reírse de eso. Erick se derritió. 

—Abby no ronca…

—Pero igual Chocolate sí. ¿Te imaginas? 

Damien soltó una nueva risita, aunque esa vez se diferenció cuando abrazó el cuello de Erick. Él lo abrazó de igual modo, sin dudarlo cuando dejó un beso en su mejilla y se levantó con él, dejándolo tumbado en la cama. 

Damien se quedó ahí observándolo. Erick le entregó a Chocolate y lo tapó con las mantas. Se sentó por unos segundos y se inclinó dejando varios besos en su frente, antes de arrastrar sus rizos hacia atrás. 

—Mi niño valiente… Gracias por cuidar de tu hermana, Dami. 

—De nada mami. 

Erick besó su frente. 

 —Descansa bebé. Te amo infinito. 

—Yo también, mamá. 

El mayor se levantó de la cama con algo de duda, pero al ver como su hijo se acurrucaba alrededor de su peluche y le regalaba una sonrisa, supo que estaría bien. 

Caminó hasta la puerta y, ahí, miró a sus dos retoños dormir. Le lanzó un último beso a Damien antes de cerrar, con un nudo en su garganta que se suavizó cuando dio una respiración profunda. 

No tuvo que caminar prácticamente hasta que abrió otra puerta, ahora de la habitación que él mismo tachó de propia en un tiempo no tan lejano. Pareció desnudarla completamente, de una manera fugaz y firme. 

Joel se giró con el sonido de la puerta. Llevaba su simple pantalón de pijama, con la piel aceituna de su torso al descubierto y con los rizos prácticamente deshechos. Mantenía el teléfono pegado a la oreja, pero no apartó la mirada de Erick cuando el alma pura se liberó de sus zapatos y caminó lentamente hacia él. 

Se quedó a un par de pasos a distancia, porque le temblaban las piernas y no se creía capaz de caminar más. Joel bajó la mirada, aunque se dio la vuelta para enfrentarlo y suspiró con cansancio. 

—Está bien, te diré algo mañana. De acuerdo. Tómate la noche libre. 

Joel colgó rápidamente. Lo miró entonces, aunque cuando se movió fue a dejar el teléfono a la mesita de noche, sin apartar su mirada de Erick. 

—¿Los has acostado ya?

Erick asintió. Su mano derecha fue nerviosamente a su cabello, tirando hacia atrás el que le molestaba. Quería decir tantas cosas que las ideas se agolpaban en su interior. De hecho, abrió su boca incluso, pero las palabras ni siquiera consiguieron ponerse en orden. 

Joel se acercó, mirándolo como posiblemente jamás lo había hecho. Era algo cálido y se sentía bien. Erick creyó que podría acostumbrarse fácilmente a esa mirada tierna, y a tenerlo a su lado, y a absorber su aroma de vuelta, y a besarlo. Podría acostumbrarse fácilmente a Joel de nuevo. No tenía ninguna duda. Ya lo había hecho, incluso. 

Pero antes…

—¿Tienes una idea de lo que has hecho? 

Joel se quedó en silencio. Erick encontró la fuerza en su interior para mirarlo de nuevo, sin apartar la mirada esa vez. Lo escuchó suspirar y lo vio acercarse, su corazón se descontroló simplemente por ello. 

—Tengo que hablar contigo. 

Erick se quedó en silencio, a metros de distancia que cortaban el aire y la tensión posiblemente a navajazos. Le costó respirar, pero lo hizo para acabar asintiendo con su cabeza. 

—Te escucho. 

—Yo… No te creas que el futuro que quiero para nuestra familia se consigue solamente con invadir la mansión de Erito y sacaros de ahí. Eso podría haberlo hecho el primer día que salisteis de aquí. 

—Sé que no es tan sencillo. 

—No. No lo es— Dijo rápidamente Joel— Por eso necesito hablar contigo. 

Erick asintió lentamente con su cabeza. 

Los ojos de Joel brillaban, aunque no pudo saber demasiado bien el motivo. Sólo sabía que no dejaba de mirarlo como si fuera algo incierto, como si no se creyera que estaban compartiendo el mismo espacio de nuevo. 

—Tu padre ya se ha dado cuenta de que no estás. Ha mandado guardias para atacar Landrem, pero lo estábamos esperando. 

—¿Y el dinero? ¿No ha vuelto a atacar las cuentas? 

—Contraté gente experta para reforzar los demás sectores de Landrem. Hice cuentas nuevas y cambié demasiadas veces el dinero, para que nos perdieran el rastro… 

Erick se quedó en silencio ante eso. Sabía que Joel no había llegado a liderar una mafia sin una pizca de inteligencia— en ningún momento dudó de ello, para ser honestos— pero escucharlo de sus labios con tanta naturalidad era escalofriante.  

—Erito intentará hacer cualquier cosa por atacar de nuevo, Erick. 

—Lo sé. Yo… Sinceramente no sé qué viene después de esto… 

Joel dio un paso adelante, todavía con tanta distancia entre ellos que parecía molestar. Las facciones de su rostro transmitieron la incomodidad que la simple conversación le otorgaba. Cuando habló, Erick lo entendió.

—Necesito que me des permiso, y lo mataré. 

Y Erick supo que cualquier expresión que su rostro eligió como respuesta, fue suficiente como para que el color desapareciera en Joel. Dio otro paso adelante, pero demostró tener algo similar al miedo de poder molestar a Erick. Sus manos temblaban y las juntó para disimularlo. 

Erick no dijo nada en lo que fueron segundos largos, porque el silencio de la noche le ayudaba a pensar todo lo que eso conllevaría. Le dolía el pecho y sus ojos se cerraron inconscientemente, solamente para encontrar un lugar lúgubre donde poder pensar. 

Cuando abrió sus luceros cristalinos, Joel no había cambiado en absoluto. 

—No deberías haberme pedido permiso. 

—No iba a matarlo sin que lo supieras. 

—Es mi padre, Joel… No sé si puedo cargar con eso… 

—Por eso necesito que me digas que aceptas. Yo… Joder, Erick, no sabes lo mucho que he pensado en buscar una solución sin hacerlo, porque aunque tengo ganas de acabar con él desde mucho antes de acordar que te daría a mí, sé que es tu padre. Sé que por mucho que yo odie y odiaré al mío, no todo el mundo tiene que odiar al suyo. 

Erick se quedó en silencio. La luz de la luna pareció impactar violentamente en sus fanales, porque se cristalizaron como si todas las estrellas le hubieran alumbrado solamente a él. Joel dio otro paso adelante, con convicción. 

—No he encontrado nada, Erick. T-Trabajé cada noche desde que os fuisteis. Hice reuniones a cada hora y busqué opiniones en demasiados lugares. Recuperé el dinero suficiente para pagar a cada uno de los socios que compartimos, para que no se enfadaran si decidía acabar con él por mi cuenta. Pensé en comprar Colón. Joder, pensé en pedirle amablemente que solamente me dejara veros una vez al mes… Yo… Quería conformarme con una vez al mes… 

Fue Erick quien dio un paso adelante esa vez. Las lágrimas caían por sus mejillas como ríos de sentimientos desbordados. La desesperación de Joel era tan palpable y dolorosa; tan clara en esa oscuridad de la noche. Parecía que los planetas habían establecido unos minutos en silencio y penumbra, solamente para ellos dos; para las palabras que se habían guardado durante casi un año.

—Cuando te vi en esa cama, con nuestra hija en brazos mientras yo sujetaba a Damien... ¿Cómo se puede sentir tanto con una simple imagen? ¿Cómo alguien como yo puede adorar tanto a unos niños con sus rizos? ¿Cómo se puede estar tan enamorado de alguien como yo lo estoy de tí, Erick?

Y Erick no quiso sentir más. Sin embargo, cuando su mano temblorosa tocó el pecho de Joel, cuando acarició su piel con las yemas de sus dedos y sintió los movimientos acelerados del corazón ajeno bajo su piel; la barrera de sus sentimientos se liberó completamente. 

Joel acunó su rostro. Sus manos grandes temblaban como pocas veces en su vida. Lo miró con tanta adoración, con tanto amor que Erick no se sorprendió cuando los ojos de Joel se cristalizaron ante su vista. La laguna dulce de sus fanales se desbordó en algo considerado imposible, pero Erick no le dio la menor de las importancias. 

—Necesito que me digas que sí, Erick. Necesito terminar con todo esto. Te necesito a tí. Necesito a nuestros hijos. Necesito amarte. Déjame amarte cada día, mi amor. Déjame demostrarte que no he dejado de pensar en ti ni un solo segundo. 

Erick cerró sus ojos y sintió como una bendición los labios de Joel rozando los suyos, como un recuerdo de melancolía que le dejaba en las manos una de las peores decisiones de su vida. 

Las lágrimas de Joel se enlazaban con las suyas, así como su propia alma; que pareció desgarrar su pecho con el mismo dolor, y entregarse a la de Joel sin la importancia que tendría eso. 

Joel lo besó. Lo besó lento y sin profundizar. Besó sus comisuras ansiosamente, como el recuerdo desolador que traspasaba su mente hasta su corazón. Lloró contra sus labios; lo hizo cuando juntó su frente contra la de Erick y lo hizo cuando sus manos pequeñas le acariciaron la espalda desnuda; cuando la fusión de sus pieles provocó que su mente le recordara que Erick verdaderamente estaba frente a él.  

Erick realmente creía que nada en ese mundo podía doler más que eso, como si todo el dolor de esos meses se hubiera acumulado en ese preciso momento. 

—No me dejes otra vez, Erick. N-No puedo sin vosotros… Por favor… 

Y solamente el recuerdo de todo lo que vivió en los últimos meses, fue el que respondió con una negación de cabeza; sin palabras porque no existían. No existía nada para explicar esa sensación, ni ese momento ni muchísimo menos, absolutamente todo lo que Joel significaba para él. 

Porque Erick tenía frente a él a Joel Pimentel. Tenía frente a él a uno de los hombre más poderosos mundialmente, que sin pudor arrancaba almas y las torturaba pecaminoso hasta la desesperación. Pero lo tenía frente a él rogando, lo tenía a sus pies porque había conseguido colarse en lo más hondo y retorcido de la mente ajena. 

Y él no se creía nadie para negarle algo a Joel. 

No debería ser sano amar tanto a alguien. Erick ya había perdido la capacidad de razonar. 

—N-No nos iremos. Te prometo que no, Joel. Haz lo que tengas que hacer. 

Joel entonces lo atrajo a él, sujetándolo de sus hombros cuando lo abrazó contra su pecho. 

Erick acarició su cintura desnuda con las yemas de sus dedos. Sintió amargo el momento en el que Joel absorbió por su nariz en su cuello, y el momento en el que pintó un beso en su piel. 

—Lo siento. Siento mucho que tengas que decidir eso. Lo siento de verdad… 

—Lo sé. Lo sé, amor. Créeme que lo sé. Confío en ti. 

Joel separó su cabeza de una manera dolorosa. Sus manos grandes apartaron el cabello oscuro de Erick hacia atrás, solamente para que sus ojos completamente rotos pudieran observar hasta la más mínima imperfección que Erick no tenía para él. 

Joel se atrevió a considerar a Erick cruel en ese momento. Cruel por mirarlo de esa forma, por descontrolar de tal manera su sangre, por crear roces inexplicables que desprendían electricidad en cada latido, por encadenarlo a él con cada palabra, por llevarse con él el color de sus días, y por ofrecerle el sentimiento de anhelo más doloroso que había tenido el placer de experimentar a manos de alguien. Porque todo, absolutamente todo; se borraba con tenerlo entre sus brazos en ese segundo. 

El menor no creyó que en su vida podría encontrar un aura similar, cuando Landrem y el silencio se declararon solamente para ellos dos; para que Joel pudiera mirarlo de esa manera y él pudiera acariciarlo y devolverle hasta la última gota que podría haber ganado de cordura. Ni siquiera la necesitaba. 

Estaba seguro de que sus decisiones serían un golpe incalculable para él, pero solamente con recordar cómo ese hombre lo vendió, le humilló delante de toda la mafia europea, despreció a su hijo cuando ni lo conocía y no quiso saber nada durante años, cómo intentó ponerle una mano encima a él y a Damien y cómo había intentando de tantas formas acabar con Abby; además de los insultos que le había dedicado durante todo el tiempo que había estado en sus propiedades… Incluso a Erick le costaba tener compasión. 

Maldita sea, era su padre. Era su maldito padre y Erick no podía sentir lástima por lo que sabía que le pasaría. No podía cuando no era ni la mitad de todo el daño que le había hecho a él. 

Erick subió su mano por el pecho de Joel, hasta su mandíbula definida que parecía tensa hasta que la examinó con sus dedos. Joel rozó sus labios con la mano de Erick, él se acercó hasta que sus pechos estuvieron completamente juntos. 

—Solamente prométeme que no le harás sufrir. Prométeme que será rápido. 

Joel dejó un beso largo en su mano, con sus ojos cerrados con fuerza y las mejillas húmedas todavía. 

—Te lo prometo. 

Las manos de Joel bajaron después de decir eso, por su espalda pequeña y poco desarrollada de musculatura. Erick acarició sus brazos y se aferró a su cuello justo cuando Joel lo alzó con práctica. Las piernas del menor se enredaron en su cintura, además de que se inclinó para dejar un beso en la nariz de Joel, antes de besar sus labios delicadamente después. 

Joel pareció agradecer el beso que Erick le dio. Supo que el alma venenosa tenía una especie de miedo a que Erick no le correspondiera, porque cuando lo dejó en la cama y miró sus ojos, se dio cuenta de que le estaba pidiendo permiso para tocarlo. 

—¿Dónde quedó tu maldad, amor?— Le preguntó Erick, enredando sus dedos en las hebras de Joel. 

Joel le dedicó una pequeña sonrisa justo antes de meter sus manos por la ropa de Erick, que se derritió cuando el calor ajeno lo bañó. 

—Te la llevaste. 

—Pues no te la pienso devolver— Le dijo, estirando sus brazos cuando Joel le sacó la camiseta con una caricia. 

Porque si Joel le arrebató la cordura y vivió con ella durante años, él pensaba vivir la eternidad con la maldad del amor de su vida. 

El mayor lo admiró. Acarició con sus manos esa tersa piel, todo lo que en su mente seguía completamente igual a como lo recordaba. Dejó un beso lento en el centro de su pecho, justo antes de apoyar su frente ahí y acariciar la piel erizada de Erick en sus laterales. 

—¿Te da vergüenza?— Le preguntó en un susurro. 

Erick sintió como los dedos de Joel se enredaban con el borde de su pantalón; firmes pero sutiles como caricias de plumas suaves. Su cabeza se hundió entre la almohada, en ese espacio que tanto había extrañado. 

—Ya has visto todo de mí, ¿Debería? 

Joel negó con su cabeza. Pintó un nuevo beso en su piel antes de deshacerse completamente de la ropa que cubría a Erick de cintura para abajo. Se sintió extraño después de tanto tiempo, eso de quedar completamente expuesto a las sábanas de una cama. 

Sintió el beso que Joel dejó en la cicatriz de su cesárea, y no pudo evitar erguirse levemente por simple inercia, sin pensarlo. Un pinchazo de incomodidad le arrasó, aún cuando Joel apoyó una mano en su pecho para que no se moviera más y levantó la cabeza para mirarlo, alejándose así. 

Erick no desvió la mirada y supo lo que Joel le diría antes de escucharlo. 

—¿Qué pasó, cachorrito?

No pudo desviar la mirada de sus ojos miel; ni siquiera aunque lo intentó y le ordenó a su mente que lo hiciera. Joel pareció comprender todo al vuelo, con el ceño ligeramente fruncido y la mirada fija en él también. 

No tuvo que esperar para que Joel estuviera contra su rostro de nuevo, tapando su desnudez con su propio cuerpo y respirando el aire que salía expulsado de los pulmones de Erick. 

—Cuéntamelo.

—Joel…

—Cuéntamelo. 

Erick suspiró, pero terminó cediendo sin pensarlo demasiado. 

—Rompí aguas en mitad de noche. Estaba con Dami, así que al principio pensé que solamente fue un descuido por su parte. Cuando comencé a sangrar me di cuenta de que era yo, por lo que Abby ya venía. Las contracciones fueron más fuertes que con Damien, así que empecé a chillar… Fue él quien llamó a los guardias para que intentaran ayudarme, pero todos tenían la orden de mi padre de no hacer nada si ocurría… 

Joel intensificó la expresión de su rostro, con un enfado notorio en su entrecejo fruncido. Erick acarició ahí con su pulgar, calmando como si de una droga se tratara.

—Cuando mi madre me escuchó, las contracciones ya eran muy seguidas y llevaba alrededor de una hora. Damien estaba tan asustado… Ni siquiera sabía qué hacer o cómo ayudarme… Al llegar al hospital dijeron que ya estaba de parto. Dijeron que Abby tenía el cordón alrededor del cuello, así que hicieron cesárea para prevenir. 

—Y Damien lo vio todo...— Concluyó Joel— Por eso estaba tan nervioso cuando yo llegué. 

Erick asintió lentamente, con tristeza incrustada en sus fanales glaucos. 

—Tenemos un hijo demasiado fuerte, Joel. 

—Es demasiado puro. Me resulta irreal que alguien como él haya podido salir de mí. 

El menor le regaló una sonrisa orgullosa. 

—Mis genes reinaron. 

—El niño es igual a mí, Erick. 

—Solamente es físico. De carácter es totalmente yo, igual que Abigail. 

Joel alejó más su cabeza para mirarlo, como si no se creyera lo que estaba escuchando. La sorna estaba pintada en todas sus facciones, a partes iguales con la indignación.

—¿Pero qué estás diciendo? Son iguales a mí los dos.

—Tienen mis ojos. Eso es lo que la gente siempre ve. 

—Ven el pelo. Y es rizado. No tienes el pelo rizado. 

—Tú tampoco los ojos verdes— Replicó con burla. 

Joel lo miró entonces; a ese rostro angelical que durante el tiempo que se conocían sólo había hecho que volverse más atractivo y tierno. Parecía literalmente moldeado por los dioses, sacado del mismísimo Apolo con sus manos expertas en su tarea. Tal vez fue Poseidón y sus aguas mágicas. O tal vez Afrodita con su amor, belleza y deseo. Joel no lo sabía con exactitud, ni siquiera podía ponerse a pensar en ello. 

—Has crecido tanto ante mis ojos, cachorrito… 

Erick se quedó en silencio, porque en el universo entero no había alguien que había experimentado ese rubor intenso que complementaban las hondas de su corazón acelerado. No había alguien que hubiera sido admirado de tal forma, con un brillo similar a una estrella solitaria en un firmamento vacío. No había alguien que hubiera sido amado como en ese segundo y sin palabras, Joel le demostró a él. 

Y es que si Joel era una enfermedad, Erick era la cura. Si Joel era una daga, Erick era la flor que la complementaba. Si Joel era un demonio, Erick era el ángel que sin remedio y sin causa le hizo cambiar. Si Joel era el cielo, Erick estaba dispuesto a convertirse en infierno. Si Joel eran cadenas y torturas, Erick era libertad. 

Joel supo qué era lo que estaba pasando por su mente. Erick estaba seguro de que lo sabía, porque pondría la mano en el fuego si con ello aseguraba que Joel era su alma gemela. 

Joel se inclinó hacia él, besando sus labios mientras acariciaba su tierna piel. 

—Te voy a hacer el amor. 

Erick pareció casi sorprendido por eso, pero sonrió contra sus labios y acarició con las yemas de sus dedos el cuerpo que lo cubría. 

El resto solamente fue aquello que ambos juraron extrañar, y que verdaderamente hicieron. 

****

Joel salió del baño con el mínimo ruido posible. 

Debería ser estúpido sorprenderse al encontrar a Erick en su cama, completamente desnudo y con la respiración profunda. Pero que se lo dijeran a su corazón, porque parecía un jodido torbellino arrasando todo lo que tocaba en su interior. 

Se acercó a paso delicado y se sentó en la cama observándolo desde ahí. Su mano se enredó en las hebras negras como el azabache del alma pura, tirando el cabello hacia atrás. 

Joel se inclinó lentamente. Dejó un beso largo en su frente y acarició su cabeza casi imperceptiblemente, antes de levantarse de nuevo y ajustar el traje oscuro que llevaba. 

Salió de la habitación con los pasos cortos, pues había mandado ordenar la de sus hijos justo al lado por ese mismo motivo. 

Cuando entró se llevó la sorpresa de que Damien estaba sentado en la cama, destapado y moviendo los pies en nerviosos movimientos. Al escuchar la puerta afianzó más fuerte su peluche, pero cuando vio que se trataba de Joel, le regaló una sonrisa y se relajó audible. 

—Damien, ¿Qué haces despierto? Aún no ha salido el sol siquiera… 

Dami estiró sus brazos esperando ser cargado. Joel cerró la puerta sin hacer ruido y le dedicó una mirada a la dormida Abigail antes de ir con su hijo. Erick le había contado lo mucho que dormía Abby, pero parecía incluso irreal. 

Se sentó en la cama y abrió sus brazos llamándolo, por lo que Damien no tardó en estar en su regazo y acurrucado en su pecho mucho tiempo después. 

—¿Qué te pasa, renacuajo? ¿Has tenido un sueño feo de esos que dices tú? 

Dami negó con la cabeza, haciéndose un hueco en la ropa de Joel para respirar de él. 

—Tengo un poquito de miedo, papi… 

Joel lo miró fijamente. Alzó una de sus manos para acariciar los rizos del menor, algo lejano en cuanto a tratar con almas puras se refería. Sin embargo, no alzó su voz más allá del simple susurro. 

—¿De qué? 

—No quiero volver… 

Y lo dijo así; en un susurro contra la tela de su traje costoso, cuando el sol ni siquiera hacía acto de presencia con colores claros y la luna entraba por la ventana acompañada de pocas estrellas. 

Joel tragó saliva con fuerza. 

—¿Por qué? 

—Mami llora mucho… No comemos porque tenemos miedo. Y Abby no tiene espacio para dormir… 

Joel se mató internamente por simplemente haber permitido eso para su familia. ¿Qué clase de persona era? ¿Qué ser con sentido cabal dejaría que su familia estuviera en esas condiciones? 

Solamente pudo negar con su cabeza, apoyándose en la de Damien y respirando de sus hebras rizadas el aroma a jazmines que heredó de Erick. 

—No volverás, Damien. Yo me voy a encargar de eso, ¿De acuerdo? 

Dami asintió con su cabeza, saliendo del pecho de su padre para mirarlo a los ojos. Joel dejó un beso en su frente y tiró las sábanas un poco hacia atrás. 

—Ahora a dormir un poco más. Cuando yo vuelva podremos jugar a lo que tú quieras.

—¿Con mami y Abby? 

—Con mami y Abby— Confirmó viendo como Damien se tumbaba de nuevo. Él le tapó con las sábanas— Pero ahora descansa, aún es muy pronto. 

Y fue cuando Joel intentó levantarse, que la mano de Damien agarró la suya frenando sus movimientos. Su mirada glauca llevaba una súplica atravesada en sus pupilas pequeñas. 

—No te vayas otra vez, papi. Por favor… 

Joel juró que en su jodida vida, unas palabras le habían dolido tanto como esas. 

Negó con su cabeza lentamente y se apoyó en la cama mirándolo de cerca. Sujetó su cabeza con una de sus manos y lo atrajo para dejar un último beso en su frente, largo y puro. 

—Nunca más, cariño. 

Damien le regaló una pequeña sonrisa cansada ante eso. 

Joel besó la frente de Abby cuando caminó hacia ella. La tapó con las mantas y acarició su cabeza. Sin embargo, no salió de ahí hasta que la respiración de Damien fue tan profunda para asegurarle un sueño hondo. 

Cuando estuvo fuera, se sorprendió al encontrar a Zabdiel con los brazos cruzados en su pecho, realmente esperándolo. Lo miró en cuanto lo detectó, por lo que Joel no desvió la mirada. 

—Sabía que estarías ahí. 

—Quería ver cómo estaban antes de salir…

—Padre de familia— Bromeó Zabdiel comenzando a caminar. 

Joel giró los ojos. 

—Cierra el puto pico, gallo madrugador. ¿Hacía cuánto que no te despiertas a esta hora? 

Zabdiel le hizo burla sin contenerse. 

—Pues para que sepas, llevo trabajando toda la noche. 

—¿En qué? 

—Los sicarios ya tienen retenido a Colón desde hace dos horas. 

—Lo sé, me mandaron un mensaje mientras me duchaba. 

—Lo supuse. ¿Has pensado por casualidad en lo que pasará si matamos a Colón? 

—¿En qué sentido? 

—En el sentido herencia. 

Joel detuvo sus pasos en seco. 

La información cayó sobre él como un balde de agua helada, pues realmente no había pensado en el destino de la mafia si terminaban con Colón. Porque había tenido en cuenta las repercusiones que podría darle en lo personal a Erick, pero no en lo laboral. 

—Mierda. 

—Sí, exactamente. Erick es el puto sucesor, Joel. Es su único hijo. Se convertirá en el puto capo quiera o no. 

—Erick va a liderar Colón. 

Zabdiel negó con su cabeza. Dio un paso adelante y la firmeza que le dio a sus palabras fue tanta, que el corazón de Joel se desbordó por los dichos. 

—Erick ya lidera Colón. 


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os dejo con mi capítulo favorito de todo Landrem, espero que os haya gustado <3

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