Donovan Black (En edición)

By -Anivy

1.2M 166K 58K

Juliette solo intentaba proteger a sus hermanos. Donovan Black es el vampiro que llegó para protegerla a ella... More

Antes de empezar...
Dedicatoria.
Cast y advertencia.
Prefacio: ¿A Dónde se fue tu Romeo?
Capítulo 1: Ni Judas fue tan traicionero.
Capítulo 2: Respira, criaturita.
Capítulo 3: Mejor que un orgasmo.
Capítulo 4: Ven a vivir conmigo.
Capítulo 5, parte 1: No se juega con la comida.
Capítulo 5, parte dos: No estamos a la venta.
Capítulo 6: ¿Deseas ser la siguiente?
Capítulo 7: Vlad, el Empalador.
Capítulo 8: ¿Romeo? Creí que tu nombre era Donovan.
Capítulo 9: No hagas bebés.
Capítulo 10: Muérdeme, Donovan.
Capítulo 11: Sobre mi maldito cadáver
Capítulo 12: ¿Qué le hiciste a mi puerta?
Capítulo 13: Cuida esto por mí.
Capítulo 14: Olvídate de Romeos.
Capítulo 15: La presa y el depredador
Capítulo 16: Que elegancia la de francia.
Capítulo 17: Hasta el diablo tendría miedo.
Capítulo 18: Atrás, gata rompehogares.
Capítulo 19, parte 1: Tenemos que hablar.
Capítulo 19, parte 2: Sonrojado como colegiala.
Capítulo 20: Eso no es un perro.
Capítulo 21: Nótt, el guardián de la noche
Capítulo 22: Supongo que esta es Dagr.
Capítulo 23: Embarazos y enfermedades de transmisión sexual.
Capítulo 24: ¿Una flor? Mejor un jardín.
Capítulo 25: El nuevo profesor.
Capítulo 26: Ese compa ya está muerto.
Capitulo 27: Aquí no se aceptan zorras sin escrúpulos.
Capítulo 28: Me gustas.
Capítulo 29: Yes, daddy.
Capítulo 30: Winter is coming.
Capítulo 31: ¿Puedo morderte esta noche?
Capítulo 32: Se prendió esta mierda.
Capítulo 34 (+18): El momento que toda latinoamérica estaba esperando.
Capítulo 35: Sonambulismo.
Capítulo 36: Al FBI le gusta tu comentario.
Capítulo 37: Dos vampiros.
Capítulo 38: Ya te estoy odiando.
capítulo 39: Mariposa traicionera +18
Capítulo 40: Venganza, dulce venganza.
Capítulo 41: Aborto de mono.
Capítulo 42: Cazadores.
Capítulo 43: La traición, la decepción hermanos.
Capítulo 44: Me las pagarán.
Capítulo 45: Sed de sangre.
Capítulo 46: La muerte de la esperanza.
capítulo 47: Agonía.
capítulo 48: Marioneta.
Capítulo 49 (+18) ¿Qué tan lejos llegarías?
Capítulo 50: La Julieta que va a su encuentro.
Capítulo 51: Castígame a mí, protégela a ella.
Capítulo 52: Despedida.

Capítulo 33 (+18): Uy, como que hace calor aquí.

20.8K 2.8K 1.3K
By -Anivy

Advertencia: Este capítulo contiene algunas escenas subidas de tono. 

Espero que lo disfruten.

A veces, cuando las cosas comenzaban a salir mal, me gustaba recluirme en mi mente. Comenzó cuando estaba en el instituto y todos se enteraron que trabajaba en un mal lugar. Los rumores de que era una prostituta se extendieron como la pólvora y todos a los que llamé mis amigos se apartaron de mí.

Se intensificó cuando comencé a tomar trabajos cada vez más desagradables. Así evitaba notar la mirada lujuriosa de aquellos hombres a los que servía en aquel bar de mala muerte. Así evitaba notar la lastima con la que me miraba la jefa en la librería.

Evitaba pensar en la enfermedad de mi madre, en el alcoholismo de mi padre, en el temor de Julia a estar sola, en la reciente apatía de Jake, en la sobreprotección de Justin, en mis propios sentimientos.

Sin embargo, cuando aquel vampiro me golpeó con toda su fuerza, decidí que no podía seguir ocultándome en mi mente cuando todo estuviera mal.

Hice un esfuerzo sobre humano para no terminar en el piso. El dolor impactó con fuerza en mi mejilla, provocando que sangrara por la parte interna. El sabor de la sangre me generó nauseas, por lo que decidí escupir en el piso, sin importarme guardas las apariencias y sin importarme lo asqueroso que resultaba escupir sangre en el suelo.

Solté un quejido por la bajo, clavándome las uñas en la palma de la mano, pero sin dejar de mirarlo a los ojos con firmeza.

Algo cambió en el segundo en que mi sangre tocó el suelo. Antes sentía la atención de todos sobre mí. Pero eso no se comparaba con la desagradable sensación de ser una presa dentro de una jaula con los mayores depredadores de la historia.

Ojos brillaron hacia mí y tuve miedo.

Un escalofrío me recorrió entera, mientras mi mente viajaba a toda velocidad, intentando encontrar una solución a mi reciente problema.

Dominik Black dudó, como si no supiera que debería hacer. Su intención no había sido golpearme a mí, sino agredir a la joven atemorizada a mis espaldas. Pero ya era demasiado tarde. El tenso silencio que envolvió el salón fue la antesala de que algo malo estaba a punto de suceder.

—Sangre —escuché murmurar a mis espaldas.

—Es la reina —respondió alguien más.

El título ya no se veía halagador. Mi sangre ya era un problema incluso antes de sentarme en aquel trono. Camille lo había dicho. Ahora que Donovan me nombró su reina, me convirtió en el alimento más atractivo para todos los vampiros existentes.

Y lo demostraron al abalanzarse sobre el suelo, desesperados por probar una gota de la sangre que acababa de escupir.

—¡Donovan! —grité, atemorizada. Porque una parte de mí lo sabía.

Yo era el siguiente objetivo.

—Juliette, ven conmigo —escuché la súplica de Camille, pero pronto la perdí de vista.

Repentinamente, todas las luces del salón se apagaron. Pude sentir con gran claridad la furia insostenible de Donovan, su ansia de sangre, su descontrol. Temblé ante el frío que me envolvió, mientras intentaba observar que demonios estaba pasando.

La última persona que me levantó la mano no tuvo precisamente un final feliz. De hecho, estaba segura de que tuvo un final muy sanguinario y desagradable.

Así que no podía evitar sentir preocupación. No podía significar nada bueno que Donovan estuviera tan enfadado, tan deseoso de venganza.

—¿Acabas de golpearla? —No podía verlo, pero lo escuché como si estuviera justo a mi lado.

Jamás había escuchado aquel tono en Donovan. Jamás creí que su voz podría generar un frío envolvente, dejar tu pecho pesado y cortarte la respiración. Además, la oscuridad no ayudaba a que la situación fuera más llevadera.

—Ella se interpuso —titubeó.

—¿Tú —habló lento, pausado—, acabas de golpear a tu reina?

La sangre se heló en mi cuerpo al escuchar aquel tono. Alguien gritó, atemorizado. Fue como si todos pudieran percibir la furia de Donovan, aquella sofocante sensación de estar en peligro. Volteé a ambos lados, intentando buscarlo en la oscuridad.

El caos llegó antes de que mi cerebro pudiera procesarlo. Docenas de vampiros empezaron a correr, intentando huir de la furia del monarca.

Si él estaba así de molesto, entonces no iba a controlarse. No, sentía claramente a la bestia luchando por tomar el control, el instintivo deseo de proteger a aquello que consideraba suyo. Era perturbadora la fuerza de sus sentimientos, así que debía encontrarlo, mostrarle que estaba bien.

—Juliette, vámonos —escuché el tono desesperado de alguien cerca de mí, pero no pude distinguir su voz.

Los latidos de mi corazón estaban tan descontrolados que no me permitían escuchar con claridad. Me sentía tan desorientada que creía estar dando vueltas en círculos. A veces me chocaba con personas, haciendo que trastrabillara por todo el lugar.

—Juls, vamos. No puedes estar aquí mucho tiempo —insistió.

Otro grito surcó en el tenso silencio. Sentí un golpe en mi hombro que me llevó al suelo, haciéndome soltar un pequeño grito.

Un nuevo temor se instaló en mi pecho. ¿Iba a morir en una avalancha de vampiros?

—Discúlpame —esa voz de nuevo.

Sentí como alguien me levantaba, incluso con el vestido siendo tan pesado, me llevó como princesa sin titubear. No sentí miedo, por lo que dejé que mi instinto me guiara. ¿Quién me tenía entre sus brazos? No tenía idea, pero su olor fue suave y tranquilizante, familiar.

Salimos del salón en unos segundos, mi respiración estaba descontrolada, a pesar de que no me había movido del lugar. Apenas pude ver, noté que quien me llevaba era Raven, con una tensa expresión. Estábamos en el jardín que Donovan creó para mí, lejos de todos los vampiros aterrados que huían del castillo como ratas.

Pude ver todo el caos desde la distancia. Decenas de ellos salían heridos, lo que me hizo preguntarme qué demonios estaba pasando allí adentro.

—Raven...

Él me miró, intentando calmar sus propios sentimientos. Pero yo noté su respiración acelerada y como su corazón parecía desbocarse. Él también estaba asustado, lo que me recordó que no era mucho mayor que Jake.

Al final del día, era solo un crío.

—Está bien, solo quiero ponerte a salvo de todo este desastre —intentó tranquilizarme.

—¿Qué está pasando? —pregunté.

Mi voz se partió. El miedo que sentía era proporcional a la furia que invadía a Donovan. ¿Dónde estaba? ¿Qué demonios estaba haciendo?

¿Por qué no estaba a mi lado?

—No estoy seguro —respondió con duda—. Vine apenas noté que algo malo estaba pasando.

—¿Qué?

—Donovan me encargó tu seguridad. Él probablemente supiera que las cosas saldrían mal, así que mi prioridad es mantenerte a salvo, sea lo que sea.

—¡No! Tenemos que volver ahí, Raven. Tu abuelo...

Estaba segura de una cosa. Dominik Black no se estaba quedando quieto. Los vampiros que salían parecían más un daño colateral de lo que probablemente sería una lucha sanguinaria.

—Él es capaz de enfrentarse a todas las personas de ese salón juntas, Juliette. No lo subestimes.

Noté que Raven confiaba en Donovan con plenitud. Sin embargo, eso no me daba tranquilidad. Había que detener esto antes de que fuera demasiado tarde y que él me mirara como si estuviera loca no ayudó.

Me removí hasta que me soltó. Le di una mala mirada, furiosa. Al parecer era fácil contagiar a alguien de sus sentimientos, pues nunca creí que un crío como Raven me hiciera enfadar tanto. Comencé a caminar de vuelta al salón, mientras él me seguía.

—¡Para! No es momento de hacerse la heroína.

—¿La heroína? ¡Donovan está descontrolado! Alguien tiene que detenerlo antes de que haga algo de lo que se arrepienta.

—¡Eres una humana, Juliette! No eres una superheroína ni tienes la fuerza para luchar contra los vampiros. No te pongas en peligro por una pelea que no te pertenece —me gritó de vuelta.

Sabía que era su enojo y su propia desesperación la que hablaba. Su voz tembló y por un segundo, pareció que estaba suplicando. Raven estaba asustado y yo también.

Pero sentía la necesidad de poner a Donovan a salvo. Y no podía ignorar a mis propios instintos.

—¡Juliette! —eché a correr dentro antes de que él lo notara.

Los cuerpos de los vampiros que luchaban por escapar con vida de lo que sea que ocurriera dentro del salón impactaron contra mi cuerpo, sin embargo, no me detuve. Sentía la necesidad de estar a su lado. Así que, ignorando el dolor en mi mejilla, los golpes que me proporcionaban los demás y los gritos de Raven a mis espaldas, entré con éxito.

La oscuridad no era normal. ¿Cómo Donovan logró cegarnos a todos en un segundo? No entendía que clase de habilidad tenía él como para lograr esto, pero ni quisiera la luz de la luna se veía. Solo escuchaba golpes, quejidos, el llanto de alguien y algo que surcaba el viento.

—Donovan —susurré.

No tenía miedo. No tenía miedo. No, no tenía miedo.

Al menos, de eso quería convencerme. Se sentía como entrar en la guarida de una bestia salvaje. Si hubiera sabido que algo como esto iba a pasar, jamás hubiera actuado tan impulsivamente. Era mi culpa, así que tenía que hacerme responsable.

Tomé una profunda respiración, sabiendo que no era la idea más inteligente que tenía. Por más que intenté repetir el mantra de no estar asustada, sentía todo mi cuerpo temblar, mientras los latidos erráticos de mi corazón los percibía por todo mi cuerpo.

Solo me quedaba una opción, no podía quedarme en este lugar parecido a una pesadilla por mucho más tiempo.

—¡Donovan Black! —grité con todas mis fuerzas.

Todo se quedó en silencio. Trastrabillé al intentar caminar, por lo que decidí quedarme en un solo sitio.

—Tengo miedo, Donovan —confesé—. Ven conmigo, por favor.

Los golpes no se detuvieron. Ni siquiera menguaron un poco. Era aterrador poder escuchar una pelea sin siquiera distinguir quien luchaba contra quien, si alguien perdía o si alguien ganaba.

Creí que fue inútil y estuve tentada a intentar encontrar la salida. De nada serviría quedarme aquí si él no quería escucharme. Así que intenté moverme en la oscuridad, pero tropecé con algo y estuve a punto de caer nuevamente.

Al instante sentí una mano posarse tímidamente en la mía. La furia que él sentía se apaciguó poco a poco, sobre todo al recibir el contacto de mi piel. Me aferré a su mano, dejándolo guiarme hacia la salida. No quería ver lo que quedaba en ese salón, así que ni siquiera intenté mirar hacia atrás. Se movía en la oscuridad con total confianza, mientras me guiaba con cuidado.

—¿Te duele?

Su pregunta me tomó por sorpresa. Había estado tan preocupada por él, que no recordaba el golpe palpitante en la parte alta de mi mejilla, muy cercana a mi ojo.

—Estoy bien ahora que estás aquí.

Donovan caminó por delante de mí. Pateó a un vampiro que se encontraba en su camino, el cual se quejó con pocas fuerzas. Al monarca no pareció importarle, pues caminó sin detenerse ni un segundo.

Sí, ahora sí que estaba tranquilo. Cuando logramos salir del salón, las luces me cegaron por un segundo. Tomados de la mano, me llevó escaleras arriba. En el camino nos topamos con Raven, quien parecía estar perdiendo la cabeza. Debía estarse preguntando qué hacer, si entrar en el salón e intentar encontrarme. O quedarse vigilando las escaleras, cuidando que nadie se dirigiera hacia mis hermanos. Le hice un gesto de disculpa, al que rechazó con un movimiento de su mano.

—Encárgate del resto —ordenó Donovan con frialdad.

—Donovan...

—Silencio.

Obedecí, pero solo porque no parecía tener el humor para lidiar conmigo.

No pude ver su rostro ni una sola vez, pero sí que era capaz de ver la tensión en sus hombros. En algún punto de lo que sea que sucediera allí adentro, se quitó el saco y ahora quien sabe dónde estaría. En su camisa blanca tenía las claras marcas de sangre, pero algo me dijo que no le pertenecía a él. Me pregunté si estaba realmente bien, puesto que, aunque no lo veía con claridad seguía notando su agitación.

Cuando llegamos al segundo piso, creí que iríamos a mi habitación, pero él me tomó con firmeza del brazo hacia el otro lado, dirigiéndome hacia un sitio desconocido para mí.

Sin embargo, sabía bien a dónde me llevaba.

Estaba por conocer la habitación de Donovan Black.

Mi corazón se agitó en mi pecho, delatando lo nerviosa que me encontraba. Quería asegurarme de que todo estuviera bien, pero él parecía tener otros planes.

—Donovan...

Silencio, lo único que había entre nosotros era un tenso silencio. me estaba haciendo enfadar un poco su actitud. ¿Estaba enfadado conmigo por haber provocado todo el caos?

Abrió una puerta sin dudar, sin titubear. Yo tragué duro ante las expectativas, sintiendo un nuevo nerviosismo.

Lo primero que noté fue lo inmenso que el cuarto era. Cuando encendió las luces, noté que era una habitación dispuesta para un rey. Tan espaciosa que parecía más un apartamento. La cama era gigante, cubierta con sábanas negras que se veían costosas. Las paredes estaban pintadas de negro, lo que provocaba que el lugar se viera un poco más oscuro de lo usual. Incluso con las luces encendidas, apenas y podía observar el lugar.

Donovan me soltó, entrando a una puerta hacia un sitio desconocido. Supuse que sería su baño, quizás quisiera quitarse los restos de sangre que había notado antes.

Tenía una alfombra suave, por lo que seguí un impulso y me quité los zapatos. No sabía lo mucho que me estaban lastimando hasta que encontré mis pies en libertad.

Paseé mi mirada por el lugar, notando lo impersonal que era. Donovan era reservado, pero no creí que en su habitación no habría rastro alguno de fotografías. De hecho, casi habría podido jurar que su habitación era más una especie de altar para sí mismo.

Nada más lejos de la realidad.

Cuando los segundos comenzaron a correr, me sentí un poco aburrida. Decidí sentarme en su cama. Y si le molestaba, bien podría salir de donde quiera que se encerró y decírmelo en mi cara.

—¿Sabes? —hablé, conocedora de que era capaz de escucharme—. Tu habitación es linda, pero no me imaginaba algo así.

—¿Y cómo te lo imaginabas? —respondió, luego de un rato.

Aun no me daba la cara, pero al menos había actuado un poco más como sí mismo.

Era hora de romper el hielo.

—No lo sé. Quizás un cuarto rojo, a lo Christian Grey.

—Si esa es una referencia humana, no la entendí —salió del baño. Lo noté porque su cabello estaba mojado y venía secándose las manos.

Era sorprendente como pudo quitarse toda esa sangre de encima en tan poco, pero luego de que Marilyn me arreglara, supe que era posible para ellos.

Apareció sin camisa, aunque se había dejado los pantalones puestos. Aproveché para deleitarme con su piel descubierta. Era un poco pálido, pero su abdomen estaba marcado. No era exageradamente musculoso, pero tampoco era como si lo necesitara.

—Oh, ya sabes. Relaciones sadomasoquistas, un lugar donde castigar, esposas, látigos, juguetes sexuales.

—Pareces saber mucho sobre el tema —alzó una ceja.

Se dirigió a su armario, en busca de una nueva camisa. Quise quejarme en el momento en que se cubrió, pero decidí no decirle nada al verlo abrochándose cada botón con lentitud.

—Me gusta leer —me encogí de hombros—. La historia era más porno escrito que otra cosa, pero la trama estuvo entretenida.

Entró de nuevo al baño. Claramente me estaba evitando, pero no podría hacerlo por mucho tiempo. Salió con una toalla entre sus manos, caminando hacia mí con paso lento.

—¿Porno escrito? —al fin sonrió.

Si para lograr que se relajara debía avergonzarme a mí misma, pues lo haría mil veces de ser necesario. Se sentó a mi lado, colocándome una toalla fría en mi mejilla. Su mirada le huía a la mía, pero luego terminó por acercarse un poco más a mí, revisando con cuidado el golpe en mi rostro.

—¿Duele?

—Ni un poco —mentí.

Sonrió con algo parecido a la tristeza. No soportaba ver a Donovan tan decaído, porque esa no era su forma de actuar. Él me sacaba de quicio, pero me hacía reír. Y era un idiota arrogante, pero así me gustaba.

—Estoy bien, Donovan. ¿Tú estás bien?

—No era mía —fue lo único que respondió.

La sangre que había visto sobre su cuerpo. Ya lo había sospechado, pero que él lo confirmara solo decía lo fuerte que era.

Quise hacerle mil preguntas.

Quise que me mirara a los ojos y bromeara sobre como moría por él.

Quise sentirlo más cerca de mí.

Así que tomé el impulso de besarlo. El vestido era demasiado grande como para permitirme acercarme lo suficiente, por lo que le agarré del cuello y uní mis labios con los suyos. Donovan no estaba preparado para este ataque, pero no tardó en besarme de vuelta.

Su lengua traviesa me pidió en silencio que abriera mis labios, permitiéndole entrar. Contrario a lo que creí en un principio, él decidió besarme despacio, saboreándome, calmando las ansias de mi corazón.

Mi respiración se aceleró, por lo que Donovan comenzó a repartir caricias dulces y tranquilizantes con sus manos. Comenzó despacio en mi mejilla sana, apenas un roce, luego bajó hasta mi cuello, siguiendo a mis brazos y por último cayendo en mi cintura.

Su toque sobre mí quemaba, me hacía arder desde adentro. Mi sangre se proclamó suya. Quizás fuera por todas las emociones del día. Quizás fuera debido a la cercanía de Donovan, pero antes de darme cuenta, mi nariz sangraba a borbotones, causando que me separara del vampiro, a mi pesar.

—Había pasado un tiempo de eso —comentó con la voz contenida.

—Sí, un poco —murmuré, tapándome la nariz con la mano.

—Ven aquí, hay que quitarte el vestido.

—¿Perdón?

Lo miré, un poco sorprendida por lo que rápido que se estaba desarrollando todo. Él sonrió, como si pudiera saber la clase de pensamientos que tenía.

—Sí, ya se llenó de sangre, no puedes seguir usando eso.

—Espera —titubeé—. No puedo solo quitarme el vestido, es difícil.

Él sonrió, acercándose peligrosamente. Me hizo darme la vuelta con un movimiento de su brazo. A veces me sorprendía lo fuerte que era Donovan, puesto que siempre estaba conteniéndose cuando estaba conmigo, a veces olvidaba que era capaz de hacer conmigo lo que le diera la gana.

—¿Decías?

Pasaron solo unos segundos, pero de inmediato sentí como el vestido iba cediendo, por lo que coloqué mis manos en mi pecho, sosteniendo el escote en su lugar para no quedar en ropa interior frente a Donovan.

—¡Espero que no lo hayas roto! —exclamé en una acusación.

Solo se rio en voz baja, mientras terminaba por desatar el vestido. Si no fuera porque me aferraba al escote, me encontraría en ropa interior en la habitación de Donovan Black. No sabía cómo sentirme al respecto. ¿Nerviosa? ¿Asustada?

¿Ansiosa?

Intenté alejarme, pero sus manos se aferraron a mi cintura. Se colocó muy cerca de mi espalda, pues sentía su respiración chocar contra mi piel. Comenzó a repartir suaves caricias en mi cintura, tocando mi piel con gran suavidad.

Su toque fue cálido y dejaba una estela de fuego a su paso. Lo dejé hacer, pues sus caricias se sentían agradables.

—Tienes muchos lunares —susurró cerca de mi oído.

—Ah. ¿Sí?

—¿Puedo besarlos? —preguntó con algo parecido a la timidez.

Asentí, incapaz de articular palabra alguna. Mordí mis labios, expectantes. Mantuve mis manos quietas, aferrándome al vestido como si la vida se me fuera en ello. Sentí como se acercó, dejando un suave y húmedo beso en mi nuca.

Me costó mantenerme en pie, sintiéndome abrumada por los sentimientos que Donovan generaba en mí.

Sentía mi cuerpo temblar, expectante. Y es que Donovan se movía con lentitud, como si tuviera todo el tiempo del mundo.

Gemí por lo bajo al sentir el segundo beso, más cerca de mi hombro. Él solo se reía, sobre mi piel, tan malditamente seductor, lo que provocó que me estremeciera. No estaba preparada para sentir la oleada de deseo que me envolvió, la necesidad de sentir más, de querer más.

—Tres —contó en voz alta, antes de darme el tercer beso, justo en mi columna.

—¿Vas a contar cada uno? —mi voz sonó baja, contenida.

—Sí, no me hagas perder la cuenta.

Siguió concentrado en su tarea, abriendo paso con sus manos, apartando la tela del vestido, sosteniendo mi cintura. Mantuve los ojos cerrados, permitiéndome sentir. Sus caricias revolvieron mi interior, haciéndome arder con solo rozarme.

Caí en la cama antes de darme cuenta. Sentada sobre sus sábanas, con Donovan de pie frente a mí, no pude evitar inclinar mi rostro hacia él. Besó aquel lunar cerca de mi ojo que parecía gustarle.

—Tengo algunas preguntas —logré articular, intentando concentrarme en otra cosa.

—Después.

—Pero...

Mordió muy levemente mi hombro, haciéndome callar al instante. De acuerdo, Donovan no estaba dispuesto a hablar en este momento, lo entendía.

—Eso en realidad no estuvo tan mal —comenté, una vez el pequeño escozor pasó.

—Eso no fue nada, criaturita. Apenas y te rocé.

—Oh.

En silencio, apenas interrumpido por algunos jadeos y gemidos de mi parte, siguió contando cada uno de mis lunares. Algunos recibieron besos húmedos, otros apenas un roce.

—Esto no funciona —dijo después de un rato.

—¿Qué cosa? —mi corazón dio un vuelco.

—Necesito verte entera para poder contar como se debe.

No lo veía, pero podía sentirlo sonreír con picardía. Sabía que sólo estaba bromeando un poco, puesto que él no se sentía lo suficientemente seguro como para morderme esta noche. No, aun le costaba controlarse y estaba haciendo su mayor esfuerzo. Lo sentía gracias a nuestra conexión.

Pero yo le había hecho una promesa.

Sintiéndome valiente, me levanté de la cama antes de que él pudiera decir algo. Se levantó conmigo, para dejarme espacio. Quizás estuviera pensando que me había arrepentido, nada más lejos de la realidad. Dejé caer todo el vestido, sintiendo como se arremolinaba a mis pies. En ropa interior y descalza, quedé frente a frente con Donovan, el gran monarca, el vampiro.

Mi vampiro. Mi rey.

Mordisqueando mi labio inferior, dejé que su mirada me recorriera entera. Quizás no me estaba tocando, pero su forma de mirarme era tan intensa que sentí calor. Sonrojada hasta el pecho, me acerqué a él con timidez.

Estar semidesnuda era vergonzoso, pero me sentía bien con él. Quería ver hasta dónde podríamos llegar esta noche. Así que sintiéndome un poco más arriesgada, lo senté sobre la cama con un empujón juguetón. Sentándome a horcajadas sobre su regazo, acerqué con suavidad mis labios hasta su oreja, dejando un pequeño mordisco juguetón.

—Sigue contando, Donovan —susurré en tono seductor. 





¡Feliz día de San Valentín! No tengo un regalo para ustedes, pero seamos sincera, Donovan en sí ya es un regalo.

Recuerden que hoy es el día del amor y no solo del amor en pareja, si no también el amor propio, familiar y las amistades. Celebremos el amor en sí, ya sea solos, acompañados, como sea. 

Por cierto... ¿Saben quién cumple años en 4 día? Esta nenaaaa.

Continue Reading

You'll Also Like

600K 36.5K 42
Jolene Moreau es una chica parcialmente invidente que no disfruta de la vida, por casualidad se encuentra a un joven que vive cada momento como si fu...
432 75 15
Días después de que un misterioso asesinato se diera a conocer en la que decía ser la pacífica ciudad de Medford, algunos secretos y misterios de la...
98.9K 10.9K 16
Una inocente mujer llega a la vida de una familia que es considerada demoníaca: los Cavalier. ¿Conoces a los hombres de la familia Cavalier? ¿Has not...
2.8M 176K 45
Un escritor difícil y una editora novata, unidos por un libro que esconde un secreto, protagonizarán un inesperado romance ensombrecido por una menti...