El destino de Medusa || Harry...

By GinellePhoenix

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¿Y si te dijera que la historia de Auradon no es como la conoces? ¿Qué no todos los villanos fueron enviados... More

Prólogo
Combate de espadas
Turquesa, jade y esmeralda
Tormenta
Secreto a voces
Bazofias de la Isla
Abducted
Tratos con el diablo I
Tratos con el diablo II
Nuevas no tan buenas
Cuando el reloj marca las doce
Experimento marino
Trouble, trouble, trouble
Trucos de un ladrón
La bahía
Respuesta
Gato por liebre
El dilema de la prisionera
Salvando al hombre equivocado
Despertar
Cambios de media luna
Roulette
El ojo del huracán
Digno Oponente
Lost Revenge
El listón azul
De una treta y otros desastres
Mamba negra
15 curiosidades
Sueño lúcido
Frenesí
Elegir un bando
Nuevos horizontes
Un problema doble
Whispers of a mermaid
Ma douce souffrance
Deja vú
Feliz no cumpleaños
Bienvenidos a Auradon
H de Harriet
Blanco y negro
Noche estrellada
Memories
Moonacre Manor
Mentanoia
Las hilanderas del destino
Cuentos del Olimpo
Madness return(s)
A través del espejo
La dama del lago
Bibbidi-bobbidi-boo
Serpientes y dragones
Damnatio memoriae
Manos de princesa
Ilusión de colores
Oscuridad
Asunto de Estado
Las brujas del mar
Inframundo
Saint Martin
Persecución y huida

La cueva del Peloponeso

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By GinellePhoenix

La balsa estaba en silencio, uno de los más jóvenes comenzó a cantar, Zui lo mandó a callar, no querían atraer a ninguna sirena, ninguna más de la que esperaban. Por un costado a un metro de la balsa, una cabeza morena salió del agua, asustando a los piratas, abrió los ojos atrayendo la mirada de todos. Zui se levantó, empujando a los piratas embobados hasta llegar frente a ella, le sonrió y se acercó, Zui le ofreció la mano y esta la tomó para dejar el agua. En cuanto su cola dejó el océano se convirtió en dos piernas desnudas. Miró de soslayó a los cuatro hombres viéndola con deseo, se puso el vestido que le dieron y se acomodó entre dos de los remadores, que se tensaron al verla.

—¡Remen de vuelta! —ordenó el zombie en cuanto se acomodó en su asiento quedando frente a la sirena.

Llegaron frente al enorme barco, ella subió primero, decenas de hombres dejaron de hacer lo que hacían para verla pasar, el capitán llegó frente a ella empujando a los piratas.

—No creí verte tan pronto —dijo con una voz melodiosa— ¿volviste a perderla?

—Esta vez es peor, hablaremos en mi camerino —Angélica le dio la espalda para volver, la siguió— ¡De vuelta a sus labores, señores!

En seguida los zombies se encargaron de que así fuera, subieron por las escaleras y cruzaron un par de enormes puertas negras, el ruido se opacó en cuanto se cerraron, Angélica se sentó en su escritorio y la invitó a sentarse en la silla frente a ella con la mano, Marina lo hizo viendo a sus alrededores, jamás había estado ahí.

—Imagino que ya la encontró alguno y es por eso que me llamaste.

—Está recuperando la memoria —eso la sorprendió, pero no la asustó, ni un poco— sino es que ya la ha recuperado por completo.

—No es posible —sin duda no era ninguna exclamación, lo decía con seguridad— es demasiado para que ya lo sepa todo.

—No pareces preocupada.

—¿Por qué lo estaría? Un mal presentimiento invadió a Angélica. Marina le sonrió—. No tengo razones para estarlo, hiciste un buen trabajo.


Mordí el sándwich que preparó Harriet para el camino, un pedazo de servilleta se me pegó al labio, Harry se rió, lo empujé y casi se cae del tronco donde estábamos sentados. Llevamos demasiado tiempo andando, ya estoy comenzando a perder la paciencia.

—¿Exactamente —preguntó Harriet luego de morder su sándwich cubriéndose la boca con la mano— a dónde vamos?

—Con las hilanderas.

—¿Y esas que son o qué?

—Las tejedoras del destino —dije— ellas pueden decirnos que fue lo que sucedió en cualquier momento, por eso son muy importantes para los daneses.

—¿Daneses? ¿De donde son esos?

—De Danesia —respondió Harry, bien, respira, no lo golpees, no le grites y no te rías. No puedo creer que este par no tengan idea de mitología o geografía, ¿que les enseñaron en esa escuela? Voy a hablar seriamente con Facilier sobre su plan de estudios.

—Dinamarca —lo corregí, ambos parecieron sorprendidos un segundo, luego intercambiaron una mirada confundida. No los golpeo solo porque sé que no es su culpa—. Son los vikingos, ya saben, creen en Odín, Balder, Thor, Heimdall, van al valhalla... —no tienen la menor idea, cambiemos el rumbo—. De acuerdo, para los griegos son las moiras, ellas definen el destino, son tres y... ¿no? ¿nada?

Los hermanos Hook negaron. Cuando volvamos los pondré a estudiar, esto es ridículo.


Angélica buscaba en todos sus libros algo que pudiera informarle sobre lo que descubrió de Medusa, durante toda la tarde y hasta entrada la noche, en la cama Marina la seguía degustando una pieza de pollo.

—No vas a encontrar nada ahí.

Angélica cerró el libro y llevó su mano hasta la frente, fastidiada. Primero le dice todo aquello sobre su hija y ahora no la ayuda a terminar de entenderlo.

—¿Por qué? —Marina no comprendió a que se refería, soltó el hueso que mordisqueaba y lo dejó en el plato— No lo entiendo, ¿Por qué yo?

—Eres fuerte, y ves lo mejor en las personas.

Angélica se mofó, sabía que no era toda la verdad, pero es una sirena, claro que no le diría todo lo que la hizo elegirla para cuidar y criar a su hija. Tampoco sabía porqué había insistido en hacerle los hechizos de protección cuando era apenas un bebé.


Harriet se molestó por burlarme de que se asustó por una ardilla que pasó sobre su cabeza de un árbol a otro, me quitó el sombrero y lo lanzó lejos, fuera del camino. Se ríeron por ello, me metí al bosque a recogerlo, había caído sobre una enorme roca, lo levanté y debajo había una pequeña luz azul, como una flama flotante, parecía que me llamaba, intenté agarrarla y desapareció.

Me pusé el sombrero y di media vuelta, un susurro me llamó, suave y apenas audible, no vi nada, lo debo estar imaginando. Empecé a andar para volver al camino, de nuevo el susurro me detuvo, a mi lado, a pocos metros, la pequeña luz estaba ahí, como si tuviera brazos y me pidiera seguirle. Dos pasos para acercarme y desapareció de nuevo.

Que idiota, ¿como se me ocurre hacerle caso a una flamita azul? ¿Cómo me podría estar llamando?

Harriet me llamó, llegó desde el camino, se veía preocupada. La flama apareció varios metros más adelante, llamándome de nuevo, riendo, me retó a alcanzarla, a atraparla.

—¡Chicas!

La flamita se extinguió, no fue hasta que estuvimos juntos los tres de nuevo que se apareció, donde solo yo pude verla.

—¿Qué sucede?

—Algo intenta que lo siga —intenté explicar, no me entendieron—. Es como una llama azul.

—¿Y la llama te llamó? —se burló Harriet.

—¿Su pelaje era azul? ¿Si la atrapamos nos volveríamos ricos por su lana azul?

—No un animal, una llama de fuego, como de este tamaño —le mostré con mi mano, lo que hizo que se rieran más—. Olvidenlo.

Cuando se quedaron en silencio escuché el susurro de nuevo, esta vez también lo escucharon, se asombraron, miré en dirección a donde la vi por última vez, estaba ahí, escondida tras una pequeña roca. Me burlé que no me creyeron, nos pidió que la alcancemos, la seguí, Harriet me detuvo de la muñeca, preguntándome que hago sin decir nada, me encogí de hombros y me soltó, escuché sus pasos seguirme, no muy lejos, llegué junto a la flama y esta se esfumó, apareciendo unos pocos metros más adelante.

—¿Por qué seguimos una luz mágica?

—¿Crees que nos lleve con las esas que dijiste?

Una fila de llamas apareció frente a nosotros, camino hacia una cueva, nadie dijo nada, solo las observamos, un montón de susurros nos incitaban a ir. Sentí como si algo me jalara, magnético, sentí la boca seca, tragué en seco y las seguí, a pesar de que me pidieron que me detuviera, apenas me acercaba lo suficiente para tomar una, se extinguía, la siguiente se reía y me retaba a atraparla.

Apenas fui consciente de llegar a la cueva, estaba justo en la entrada, me detuvo con el garfio antes de que entrara a por la siguiente luz. Harriet no tardó en alcanzarlos, se veía asustada.

—¿Qué estás haciendo?

Abrí la boca para responder, una luz azul dentro se rió antes de que pudiera decir nada, los dos nos giramos a ver, las luces estaban por todas las paredes de la cueva, iluminando todas las pinturas rupestres. No sé quien de los tres se sorprendió más, entramos a ver los dibujos, algunos eran muy sencillos, sobre alguna batalla de caballeros o un eclipse, había una boda también. Era la historia de un pueblo.

—Miren esto —nos habló Harriet, nos acercamos hasta ella desde cada lado de la cueva— es el monstruo de las profundidades.

—Soñé con eso una vez —reconoció Medusa—. Pensé que era una especie de dragón.

—Lo es, es el dragón marino.

Observé la pintura, es parecido a un dragón, su cabeza es del tamaño de un barco pequeño, he escuchado la leyenda sobre ese monstruo. Es temible, tiene un nombre extraño, no lo recuerdo. Medusa tocó la pintura con la punta de sus dedos, pegó la palma a la roca, Harriet le habló pero ella no respondió, sus ojos comenzaron a brillar. Igual que aquel día que nos hizo creer que era Cora, azul igual que las luces que iluminan la cueva, Harriet la tocó por el hombro para llamarla y se alejó.

—Está helada.

Las llamas comenzaron a arder con más fuerza, lo que asustó a Harriet, la tomé de los hombros para tranquilizarla, es sorprendente, siempre que pasa algo de este tipo Medusa está fuera de si, la pelea en el Lost Revenge, nos engañó a todos con un truco, la tarde en el Fish & Chips, durante el ataque al Jolly Roger... las flamas más cercanas casi alcanzan a mi hermana, debo detener esto, sé que Medusa no es consciente de que hace, ojalá supiera qué le pasa. Dejé a Harriet y me acerqué a la sirena, la obligué a girar, está helada, pero no me lastima, igual que aquella noche que fingió ser Uma y Cora. El brillo en sus ojos me cegó por un momento, vi todo con sombras al parpadear, en cuanto la tuve de frente comenzó a perder el brillo, sus ojos se volvieron de un azul intenso, y con ellos las luces mágicas volvieron a la normalidad.

—Medusa —la agité por los hombros, sus ojos fueron perdiendo color, y recuperó el calor normal de una persona—. Medusa... ¡Teach despierta!

Apretó los ojos y agitó la cabeza, como si fuese despertando de un profundo sueño, al abrirlos ya eran de su color natural, cafés. Lo cual es un verdadero alivio, así son hermosos, la solté antes de que notara que la estaba sujetando, parecía extraviada, como si de pronto hubiese perdido la memoria, no me reconoció, ni a Harriet, como si fuera la primera vez en su vida que nos veía. Un estruendo al fondo de la cueva nos asustó a los tres, lo que trajo a nuestra Medusa de vuelta, llevó una mano hasta el mango de la espada, lista para pelear. Un silbido que se me hizo familiar se escuchó a lo lejos, con un suave eco, me sentí atraído hacía allí, Medusa igual, comenzó a andar frente a mí, las luces azules comenzaron a desaparecer una a una.

—Harry, Medusa —la voz de Harriet parecía estar bajo el agua, apenas la escuché.

Vi el cabello de Medusa frente a mí, a un par de pasos delante, casi pude olerlo, pero ya sé que huele a mar, igual a una playa solitaria en verano. Intenté alcanzarla, olvidando el silbido, tocar su cabello, estiré la mano pero no la alcancé, estaba demasiado hipnotizada por el silbido. Un gran estruendo desde el mismo lugar me despertó por completo, algo no está bien, busqué a mi hermana, no estaba por ningún lado, no había ninguna flama azul, apenas se veía algo. El silbido se escuchó con más fuerza, hipnotizandome de nuevo, y el sonido de rocas cayendo me despertó, la cueva se va a caer.

—Medusa —la llamé pero no hizo nada, sólo siguió avanzando, más rocas cayendo —. Por la segunda estrella, hay que salir de aquí.

No me hizo caso, la tomé de la muñeca, intentó soltarse, la jalé como pude y corrí fuera de ahí, con ella jaloneandose para volver. Estamos demasiado metidos en la cueva, ¿en que momento sucedió? Harriet estaba tirada en el suelo, como si se hubiese dormido.

—¡Harriet! —le grité, se acomodó en donde estaba, aún estoy muy lejos para levantarla, Medusa no me permite ir más rápido, es muy escurridiza— ¡Harriet levántate!

La escuché balbucear algo, seguramente que la deje dormir, mientras más cerca de la salida estábamos, más difícil era jalar a Medusa, se zafó un momento y echó a correr hacia el silbido y las rocas, volví y la sujeté por la cintura, lo que la molestó, pero no me gritó ni atacó como usualmente lo haría, se lamentó, un chillido tan horrendo que pudo asustar a cualquiera, Harriet se levantó aterrada del suelo. No sé que diantres está pasando, pero tengo que sacarlas de aquí. Medusa bajó el sonido de su lamento a unos simples sollozos al estar más cerca de la salida, como si el efecto del silbido se fuera perdiendo.

—¿Que le sucede?

—Yo qué sé —le respondí de mal humor, al llegar junto a ella Medusa se dejó caer al suelo, lloriqueando—. Ayúdame, ¿quieres?

Harriet no hizo ningún comentario más, entre los dos la levantamos y la llevamos fuera de la cueva, se desplomó en el suelo apenas la dejamos, dentro se escuchó el estruendo de las rocas, si era una trampa caímos como tontos. Harriet se dejó caer junto a Medusa recuperando el aliento. Me asomé para ver si se destruyó toda la cueva pero no vi nada, estaba muy oscuro para distinguir algo.

—¿Me golpearon la cabeza?

Medusa estaba sentada frotándose la frente, no puedo creer que siempre olvide lo malo que pasa. Harriet se giró para ayudarla, estamos haciendo este maldito viaje por ella y ni siquiera va a recordar lo que nos hizo batallar para no morir. Me alegra que esté bien.


El Venganza de la Reina Ana estaba de vuelta en los puertos de Auradon, en busca de la joven que dejaron ir días atrás. El capitán mandó un pequeño grupo de hombres al barco anclado en el puerto por la mañana, al mediodía volvieron con la noticia de que no había rastro de ella ni sus compañeros. La sirena le propuso usar algún conjuro de localización, esta vez serviría, el hechizo que la ocultaba de cualquiera que la buscara con magia estaba roto. Angélica y Marina entraron al cuarto de navegación, Angélica había preparado todo para el hechizo, solo faltaba una conexión fuerte para saber su ubicación exacta; la sangre de su madre. Angélica tomó desprevenida a la sirena, la pinchó con una gran aguja, solo dos gotas eran suficientes, Marina se molestó y le mostró su rostro depredador.

—Calmate, solo fue un piquetito.

—Piquetito mis escamas —Marina presionó la pequeña herida en su mano, observando lo que hacía la pirata en la mesa, había un enorme mapa de Auradon, varias runas sobre la mesa y una montaña de veladoras blancas, Angélica dejó caer la gota de sangre en el centro del mapa, encendió las veladoras con un cerillo y lo dejó consumirse frente a estas—. ¿No dirás un conjuro o algo por el estilo?

—Ya lo hice, necesitaba tu sangre.

Angélica señaló el mapa con su mentón, la gota de sangre se movía por el mapa, en linea recta, hasta un punto en la frontera norte de Summerlands, ahí la gota se dividió en dos, dos puntos diminutos, uno avanzó hacía el este, no muy lejos del otro.

—Encontró el recipiente.

—¿Quién es? —le preguntó Angélica, un tanto molesta, cuando hicieron los tres hechizos de protección Marina le aseguró que jamás lo encontraría, que jamás podría alcanzar al bebé que guardaba su memoria y poder— ¿Es esa chica, Harriet?

—Sí, la quería usar a ella, se parecían demasiado, usarla como recipiente las habría vuelto identicas —Marina garabateó con su dedo sobre el mapa— pero ya tenía su propia personalidad, no servía, debía ser un bebé.

—Ya la conocías.

—Por supuesto, siempre debes saber donde está la otra parte de un hechizo como los que hicimos, su madre fue rescatada por sirenas una vez, sirenas cola azul.

Angélica unió algunos puntos que no había dado importancia hasta ese momento. Que le pidiera verlas en Neverland, aún cuando sabía que los mares de Auradon estaban prohibidos para los piratas, sabía que pasarían por la Isla de los Perdidos, donde estaba el recipiente que utilizó, perfectamente guardado, sin posibilidad de escapar, fuera del alcance de la magia. Quizá sabía también de la tormenta que hundió el Brig Unicorn, o la provocó, siempre fue su plan que lo recuperara, que rompiera los tres hechizos, y por eso no le preocupó saber que estaba recordando todo.

—Maldita perra astuta —Marina supo que ya había terminado de entenderlo. Ahora solo debía explicarle por qué lo hizo, Angélica conocía la historia, pero no toda la verdad, era hora de que lo entendiera, especialmente si solo quedaba un hechizo por romper.

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